Por Abentofail Pérez Orona
|Tormentas de lodo y difamación han caído sobre la labor que ha hecho y hace el Movimiento Antorchista. Durante décadas, cada paso dado ha sido vituperado. Antes de responder a cada calumnia y cada invectiva, es preciso ahondar en los fundamentos de su existencia, en las circunstancias y razones que convierten a Antorcha en una necesidad de nuestro tiempo, de las circunstancias del México de hoy.
¿Por qué existe Antorcha? Existe por necesidad, entendida esta como una exigencia del sistema social, como una reacción natural que debe germinar en el terreno del orden económico y político. La historia muestra que los movimientos sociales surgen como consecuencia natural de determinadas circunstancias que exigen ser resueltas y engendran a quien deba hacerlo. Las épocas, llegado el momento de cambiar, crean a los hombres y a los colectivos que deben cumplir esa tarea. La lectura superficial y trivial de los hechos históricos, da la apariencia de que las grandes transformaciones sociales son hechura de personalidades, espíritus heroicos superiores al resto, como los de Alejandro, Julio César, Napoleón o Lenin; pero en lo profundo, bien vistas las cosas, esas grandes figuras son a su vez consecuencias surgidas necesariamente de sus circunstancias, producto de la necesidad, madre de la inventiva y motivación de la acción política y social. Los grandes hombres son producto de su época, efecto de ella, y luego factores del cambio; su mérito consiste, en todo caso, en haber sabido juzgar mejor las condiciones de su tiempo. Así pues, si bien es cierto que los hombres pueden influir en sus circunstancias, no lo es menos que cada época histórica crea necesidades particulares, contradicciones que deben ser forzosamente resueltas. Crea la tarea, y a quien la realice.
Las necesidades de nuestro tiempo exigían una reacción frente a un sistema económico en el que predominan de manera absoluta los intereses de una minoría concentradora de la riqueza y que, desde la instauración del neoliberalismo se ha apoderado del control político del país. El incremento de la desigualdad lleva aparejado el de la miseria y la polarización económica: concentración de la riqueza en unas cuantas manos y empobrecimiento masivo de la mayoría. Hoy, en México, las diez personas más ricas acumulan la misma riqueza que el 50% más pobre, es decir, que más de 60 millones de personas. En tales circunstancias era lógico que apareciera una resistencia, un contrapeso que ofreciera a las grandes masas empobrecidas una alternativa política, una forma de combatir y de enfrentar esa realidad. Así como Atenea nació del dolor de cabeza de Zeus, que Hefesto remedió, así nació Antorcha, como dolor de cabeza del neoliberalismo mexicano.
¿Por qué entonces se nos calumnia? ¿A qué se debe el odio feroz que desde su nacimiento ha perseguido a los hombres que, sin esperar satisfacciones materiales, entregan sus vidas a una causa no solo justa, sino necesaria? Por un lado, a la ignorancia, a la imposibilidad de comprender el ideal de Antorcha de hacer de éste un mundo menos desigual y más humano; por otro, a los intereses de clase que se ven afectados y al odio que como consecuencia se despierta en quienes pretenden conservar sus privilegios. Si la prensa y los gobernantes de todos los partidos nos calumnian y persiguen con tanta saña, es precisamente porque nuestros intereses son incompatibles; porque no han podido, a diferencia de lo que hicieron con otros, comprarnos y someternos bajo el ala del poder. ¿Dónde están hoy, por ejemplo, los líderes del 68? En su mayoría, cooptados por el partido gobernante.
Hoy, el argumento que esgrimen contra Antorcha, a sabiendas de no encontrar en su base y en su acción ningún otro, es la alianza que durante algunos años mantuvo con el Partido Revolucionario Institucional. Este argumento, tan sólido como un castillo de naipes, se derrumba fácilmente si se comprende que, por la misma posición en la que se encontró la organización durante años, debió buscar, para lograr un impacto mayor en su quehacer social, una palestra política que le permitiera mejorar la vida de las grandes mayorías desde una posición más efectiva: el poder político, y la mejor prueba de ello es que Antorcha jamás renunció a su compromiso con las masas empobrecidas, y se mantuvo firme en la lucha contra los propios gobernantes priistas, como consta a cualquiera que tenga dos ojos en la cara. Encabezar las demandas de los pobres no era suficiente; era preciso hacerlo con las herramientas organizativas necesarias, y ante la imposibilidad de hace algunos años para formar un partido político, conociendo la perfidia del enemigo a vencer, era obligado acceder a las opciones que entonces se tenían a mano. No diremos el mea culpa por una estrategia que nos permitió mejorar la vida de muchos mexicanos, y la evidencia está en todo México, en colonias populares, comunidades campesinas, escuelas, sindicatos, colectivos culturales. Millones de pobres fueron beneficiados por esa lucha de décadas en el marco de esa estrategia política. Fue fructífera.
Todo lo contrario. En estos momentos, en los que el poder está en manos de una camarilla servil a los intereses de la misma clase a la que desde su nacimiento Antorcha decidió enfrentar, nos vemos obligados a buscar los medios de salvar al país y ayudar a los pobres que en menos de dos años Morena ha aumentado y empobrecido aún más. Ante la negativa de permitir que Antorcha se convierta en partido político (como ha ocurrido en Puebla; sospechosa y contradictoriamente, Morena critica a Antorcha por su alianza con el PRI, y cuando la organización busca convertirse en partido aparte, se lo impide), a pesar de los más de dos millones de agremiados con que cuenta, no nos quedaremos petrificados por las críticas de los que no entienden, menos de los que no quieren entender. Nuestro objetivo fue, es, y será, que todo mexicano alcance la felicidad que merece; para ello es preciso buscar alternativas en la encrucijada que hoy se nos presenta; las buscaremos y las encontraremos. Por más diques que se nos opongan, sabremos saltarlos, a sabiendas de que de nuestra lucha depende la suerte de millones de mexicanos. Si quieren nuestros críticos acabar con nosotros, que acaben con el hambre, la pobreza y la miseria, males que hacen históricamente necesaria nuestra existencia y necesario también nuestro triunfo final.