Las comunidades indígenas están enviando un mensaje claro, urgente y repetido: “El hambre puede matarnos antes del coronavirus”. La pandemia ha sacudido un sistema alimentario ya quebrado hasta sus cimientos, dejando a millones al borde de la inanición.
Las vulnerabilidades de los pueblos indígenas frente a la pandemia empeoran la tasa de mortalidad en estos grupos sociales. Con la falta de servicios de salud, se tiene un acceso deficiente a la atención sanitaria, falta de acceso a servicios esenciales, saneamiento y otras medidas preventivas clave, como agua limpia, jabón, desinfectante, etc. Asimismo, la mayoría de las instalaciones médicas locales cercanas -si es que las hay- suelen estar mal equipadas y carecen de personal. Incluso cuando los pueblos indígenas pueden acceder a los servicios de salud, pueden enfrentarse a la discriminación y al racismo.
Los estilos de vida tradicionales de los pueblos indígenas son una fuente de resiliencia, pero este momento pueden representar una amenaza para evitar la propagación del virus. Los pueblos indígenas sufren en primera línea los efectos del cambio climático, además de ser particularmente vulnerables a la degradación del medio ambiente y la pérdida de la diversidad biológica, dado que comparten una importante relación económica, cultural y espiritual con su entorno natural. Las vulnerabilidades ambientales tienen graves consecuencias para sus medios de vida, así como para su acceso a los alimentos y el agua. Por ejemplo, la escasez de agua afecta a las mujeres indígenas de algunas comunidades en particular ya que suelen ser las principales responsables de las actividades relacionadas con el hogar y tienen que caminar largas distancias para ir a buscar agua.
La pandemia de coronavirus ha añadido más leña al fuego de esta creciente crisis de hambre. Ha exacerbado las desigualdades y vulnerabilidades existentes al tiempo que empuja a millones de personas a la inseguridad alimentaria como resultado de la escalada del desempleo y los trastornos económicos causados por la enfermedad.
Esas condiciones aunadas a la pobreza y exclusión de los planes de respuesta a la emergencia han afectado a 476 millones de indígenas en el mundo desde el inicio de la pandemia.
La ONU ha advertido sobre hambrunas de ‘proporciones bíblicas’ como resultado del Covid-19 y las medidas para contenerlo, proyectando que el número de personas en crisis nivel de hambre se elevará a 270 millones antes de fin de año, un aumento del 82% desde 2019.
Si bien los gobiernos deben actuar para contener la propagación de esta enfermedad mortal, la Oxfam también pide una acción urgente para poner fin a esta crisis de hambre y construir sistemas alimentarios más justos, más sólidos y sostenibles.
Para dar a conocer las necesidades de estos grupos de población, cada 9 de agosto se conmemora el Día Internacional de los Pueblos Indígenas. Especialmente ahora, nos necesitan.