Por Salvador Mateo
|Seguramente los mexicanos medianamente informados han escuchado, una y otra vez, que el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), en sus conferencias mañaneras sostiene que, gracias a la dispersión de recursos por medio de sus Programas Sociales, ahora la gente de abajo está consumiendo más, que no hay crisis de consumo pues, los beneficiados les entrega dinero y tienen para comprar, es decir, hay circulante. Afirma “Si en una comunidad antes sacrificaban una res, ahora sacrifican dos y eso es muestra de que la economía está mejorando”.
Asimismo, los especialistas en temas económicos y sociales señalan en sus colaboraciones que, la mayor parte de las afirmaciones de AMLO son falsas, no tienen sustento, están alejadas de la realidad, minimiza los datos que registran los mismos organismos oficiales encargados de medir la pobreza y la desigualdad como el Coneval.
Abundan historias en redes sociales y en diferentes medios de comunicación, algunas verdaderamente estremecedoras, las que pese a los defensores gratuitos o por encargo de López Obrador, desmienten lo que afirma su defendido en sus discursos demagógicos y les dan la razón a los expertos y los órganos que miden los niveles de marginación y carencias sociales de los mexicanos.
Tuvimos la oportunidad de estar en la localidad de Alista del municipio de San Gabriel, la comunidad está ubicado a unos 8 kilómetros del crucero de Cuatro Caminos de la carretera interestatal Ciudad Guzmán-Autlán de Navarro en el Sur de Jalisco. Es plena temporada de lluvias y en todo el trayecto es reconfortante admirar lo verde del paisaje y más aún la tranquilidad de la zona rural.
Eran alrededor de las 5 de la tarde cuando arribamos a Alista. Desde la entrada del pueblo se aprecian la limpieza de sus calles, las casas a pesar de ser modestas lucen aseadas. Luego de recorrer tranquilamente una parte de la población, llegamos al jardín del lugar, sus jardineras invitan a tomar un descanso obligado. Tras permanecer algunos minutos sentado en una de las confortantes bancas, se nos acercó un niño de unos 8 años quien, después de darnos las buenas tardes nos preguntó si queríamos elotes su mamá está vendiendo al otro lado de la plaza, al ver su inocencia y humildad infantil, el ofrecimiento fue una orden para nosotros y le contestamos, espontáneamente, vamos.
Llegamos con la vendedora quien, con amabilidad nos invitó a escoger cualquiera de los elotes que tenía recién cocidos. Las primeras palabras de la señora que recibimos denotaron sinceridad y una invitación a entablar conversación con ella, sin presentarnos, dijo “ustedes vienen de Guadalajara, verdad…”, así es, ¿a poco se nota? Sí, respondió.
De esta manera, en un ambiente de plena confianza, casi familiar, quien se llama María del Rosario Bautista Ramírez, nos relata la situación en que viven ella y sus vecinos: Aquí la situación es cada vez más difícil, estamos cada vez más pobres. Antes de la pandemia, en los fines de semana llegaba a vender hasta 100 elotes, ahora si vendo 30 o 40 ya me fue bien, hay veces que casi no vendo nada.