Obsesionado con el poder, la autocracia y su eterna campaña que destruyen a México
Por: Pbro. Lic. Edgar J. Cruz Arauz
El resultado de 20 meses en el ejercicio del poder ejecutivo federal nos arroja un pueblo en vilo, una comunidad sin unidad, sin fundamento, polarizada y sumida en una de las peores crisis de su historia reciente, cuatro aspectos me parecen de vital importancia sean discernidos, analizados, aunque de manera breve y, presentados a la opinión pública, para que nuestra siguiente toma de decisión en el 2021 sea ponderada y razonada a cabalidad.
1. Crisis Sanitaria. Hoy tenemos un México 60 mil 254 hermanos muertos por Covid-19 al 22 de agosto de 2020, y la cifra no parará por más que nos digan la ridícula y evasiva frase: “se domó la pandemia”. Vivimos una de las peores crisis sanitarias que hayamos visto en nuestro país, y no solo por la pandemia; la crisis incluye la falta de pruebas, medicamentos e insumos básicos para los médicos; también tenemos a los niños enfermos de cáncer sin medicinas, o el espontáneo y casi inservible INSABI, que deja en el vacío a millones de mexicanos. En días pasados se dio a conocer que, según el análisis de actas del investigador Héctor Hernández, en México el 88 por ciento de las defunciones por covid-19 se tuvieron en hospitales públicos y solo el 3 por ciento en privados, el 9 por ciento prefiere morir en casa o no tuvo acceso a la salud.
Es irrefutable, la gran mayoría de los que han muerto en esta pandemia son los más pobres de México. Es innegable, las condiciones de desigualdad en el ingreso y acceso a los diferentes derechos sociales que persisten al interior del país han creado brechas que se manifiestan como notables diferencias de morbilidad y mortalidad entre los diferentes grupos poblacionales. La pregunta es ¿Dónde quedó el “primero los pobres”, Sr. Presidente, si son precisamente ellos, los que más mueren?
2. Crisis Económica. En México, la crisis económica derivada de la contingencia sanitaria ha traído graves consecuencias como el desempleo y, por ende, la reducción de ingresos en los hogares, lo que a su vez ha acrecentado la pobreza. El país había sido guiado durante los primeros 17 meses de este Gobierno Federal a la contracción económica, recibimos a la pandemia con una economía mexicana debilitada, por lo que sus estragos han sido más profundos.
Según el Coneval (27 de julio de 2020), en el 2º trimestre del 2020 el 54.9 por ciento de la población no podía adquirir la canasta básica y se encontraba en la llamada pobreza laboral. En ese mismo periodo, el poder adquisitivo de la población se redujo en 6.2 por ciento. Esto quiere decir que el ingreso promedio por trabajo empeoró. Aunado a esto, la masa salarial, es decir, el monto total de recursos que perciben por su actividad los trabajadores se redujo en 7.6 por ciento en el mismo periodo. Los programas sociales del Gobierno Federal, según el INEGI, solo llegan al cinco por ciento de la población. El pueblo con hambre y el gobierno ¡feliz, feliz, feliz!, evadiendo la hambruna de la población. La pregunta es inevitable: ¿dónde está el primero los pobres, Sr. Presidente, si son precisamente ellos, los que tienen hambre y la pandemia no ha terminado?
3. Crisis en Seguridad. La política de seguridad nacional basada en su ridícula frase: “abrazos, no balazos” es un verdadero desastre, nos ha llevado a tener la mayor tasa de homicidios dolosos, feminicidios, robo a negocios, narcomenudeo, violencia familiar y trata de personas. Además de ser el segundo peor año en extorsión, el tercer año con más violaciones, el quinto en robo con violencia y el sexto en secuestro y robo a transeúnte. Solo miremos la cifra oficial dada el 29 de julio de 2020 sobre homicidios dolosos 57 mil 30 casos, como él mismo decía, son los muertos de Andrés Manuel López Obrador. La pregunta es ineludible: ¿Dónde está el Presidente que prometió un México seguro?
4. Crisis democrática. Cómodo, el autócrata (161-192). El gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador me hace recordar al emperador Cómodo hijo del legendario Marco Aurelio. Al asumir el control de Roma, Cómodo fue capaz de regular todas las leyes y reglamentos a su conveniencia y logró colocar a un grupo de seguidores que atendía sus órdenes con ciego fanatismo. Acomodó toda la estructura institucional a su servicio: senado, milicia y administración económica. Obvio, el reinado de Cómodo no estuvo al servicio de las necesidades de sus súbditos, sino de los caprichos de su ego. A los opositores, los eliminó y se ganó al pueblo con Pan y Circo realizados en el majestuoso Coliseo Romano.
Lo que estamos viviendo en México es muy grave. ¡El Sr. Presidente está ocupado! Él está trabajando en acomodar todas las instituciones a su conveniencia para crear en el país su autocracia. El único poder que vale es el del Sr. Presidente. Su aire de omnipotencia y omnisciencia no permite la crítica, la evaluación y, por supuesto, tampoco el más elemental mecanismo de regulación. Todo está siendo acomodado a su favor. No le importa pasar por encima de la constitución.
Uno de los aspectos más graves de esta situación es que sus discursos de descalificación, rechazo, caricaturización y desprecio, camuflados bajo el disfraz de una lucha contra la corrupción, están dirigidos de manera puntual contra las organizaciones sociales que no le son afines y que manifiestan abiertamente un pensamiento distinto al suyo. Y me refiero concretamente a los compañeros del Movimiento Antorchista, que han sido exhibidos, calumniados, atemorizados, con la intención de terminar con su trabajo de organización y educación política de los pobres de nuestro país. Sus continuos discursos de hostigamiento y hostilidad contra Antorcha reflejan su fobia a la libertad de asociación y organización de los pobres de México.
En días pasados, se anunció el congelamiento de las cuentas de algunos compañeros de finanzas de Antorcha por parte de la Unidad de Inteligencia Financiera que encabeza Santiago Nieto. Lo grave no es que congelen las cuentas, porque estoy totalmente seguro de que este hecho no les quita el piso económico a los compañeros del Movimiento Antorchista; lo grave se encuentra en la estigmatización que se realiza con esta toma de decisión, en el linchamiento mediático, en la contribución a seguir haciendo del otro un espectáculo, ridiculizándolo y exhibiéndolo sin prueba y sin que la FGR participe en el debido proceso.
Veinte meses de gobierno nos han servido para conocer a un Presidente que gobierna mediante la calumnia, la mentira, la infamia y la deshonra. Su demagogia imperante y sectaria es el opio que adormece y manipula a quienes aún creen en él y, además, le sirve para evadir y distraer a la población de los grandes problemas nacionales no resueltos.
Ya sabemos dónde está el Presidente, buscando opositores para quitarlos del camino y poder destruir nuestra incipiente democracia, nuestro derecho a la organización y a exigir la partición y gestión de la infraestructura necesaria para bien de los más pobres de nuestro país, derecho que nadie nos puede quitar.
Mi solidaridad con el Movimiento Antorchista Nacional. Y hago un llamado a todos los mexicanos a que no nos equivoquemos: señalar la ineptitud de este gobierno no significa simpatizar o añorar la corrupción de administraciones pasadas. Denunciar es exigir que se cumpla el cambio prometido. Solapar la incompetencia con mentiras y fanatismos es una expresión de la corrupción y una de las formas más viles de corrupción es la intolerancia.
Queremos resultados, queremos la transformación prometida, no queremos demagogia y palabras huecas, no queremos persecución política, queremos resultados que den a los mexicanos la esperanza de seguir viviendo con los derechos que nos otorga la solidaridad de nuestro trabajo diario. No queremos a Cómodo en nuestro país.