“Si quiero hacer algo de trabajo, ya tengo la laptop en la mesita de la cocina”, dice Margarita Garfias mientras prepara la comida.
Ella es mamá de Carlos, de 17 años, quien tiene discapacidad múltiple y hace apenas dos años y medio ingresó por primera vez a la escuela. Una victoria que se anotó su familia tras luchar por más de una década contra el sistema educativo que le negó el derecho a educación inclusiva.
Pero con la llegada del virus SARS-CoV-2 al país, la escuela cerró y Carlos se quedó sin opciones. Acudía de lunes a viernes, de las 08:30 a 13:00 horas, a un colegio privado en el que también podía recibir sus terapias físicas, pero ahora todo su cuidado recae sobre Margarita.
Si antes de la pandemia ella ya tenía una doble jornada de trabajo con las labores del hogar y cuidado, ahora esa carga se triplicó. En casa también está su hija universitaria que toma clases en línea y su esposo que hace home office. Margarita, además de apoyarlos, hace terapias con Carlos, busca actividades, prepara tres comidas diarias y lava torres de trastes que nunca terminan. “Es tremendo”, dice.
“Cuando salíamos (antes de la COVID-19), pues decías ‘tres días no le hago terapia porque la toma afuera’ y hasta el mediodía Carlos estaba en la escuela, así yo podía hacer esto o ir allá. Ahorita no.”
Itzel Hermida, del colectivo Educación Especial Hoy, urge poner atención en las implicaciones que tiene el cierre de escuelas y la falta de un plan estratégico desde la Secretaría de Educación Pública (SEP) para garantizar el proceso de aprendizaje de los alumnos con discapacidad, pues se está traduciendo no sólo en rezago y en una mayor deserción escolar, sino en un impacto directo en la mamás y mujeres cuidadoras de personas con discapacidad.
“El trabajo de cuidado de personas con discapacidad se ha incrementado muchísimo a raíz de la pandemia y a las mamás, específicamente en la cuestión educativa, les está tocando coordinarse con los maestros y ver de qué manera sacan adelante esta cuestión porque no tienen los materiales, ni las herramientas, ni los recursos necesarios”.
“Las mamás nos dicen que el que no haya escuelas (implica) que en las 24 horas del día no tienen ni un momento para dedicarse a su trabajo o a ellas mismas. A veces, relatan, ni siquiera pueden entrar al baño porque tienen hijos con un alto grado de dependencia”, compartió Itzel, integrante también del colectivo #YoCuido.
Apenas Carlos comenzaba a adaptarse a la escuela —que encontrarle una tomó 12 años—, cuando la pandemia obligó a sus padres a sacarlo del colegio.
“Decidimos esperar hasta enero para ver si retomamos las clases. Él tiene discapacidad intelectual, entonces no es fácil relacionarse con la educación vía teléfono o vía computadora. Por la discapacidad múltiple él necesita de tocar, de sentir, de oler para poder relacionar las cosas”, explica Margarita.
“La mayoría de sus compañeritos también están dejando el colegio porque los papás ya no tienen con qué pagar; en México la inclusión es para quien la puede pagar, no es una garantía del estado”, reclama.
La familia de Carlos no encontró en la educación pública opciones para que tuviera acceso a educación inclusiva y tuvieron que acudir a un colegio privado, si no hubieran tenido los recursos para ello, el cuidado hubiera recaído todo el tiempo sobre Margarita, como ocurre ahora que las escuelas cerraron por la pandemia.
En el ciclo escolar 2018-2019, hubo 358 mil 103 estudiantes con discapacidad, según datos de la SEP. Pero no hay cifras de cuántos acuden a escuelas privadas.
En la Estrategia Nacional de Educación Inclusiva (ENEI), la SEP reconoce que “estos datos se encuentran lejos del porcentaje de personas con estas condiciones que deberían acceder al sistema educativo”, y esto tiene que ver con la infraestructura con la que se cuenta para garantizar el acceso a la educación de las personas con discapacidad.
Basta ver que los Centros de Atención Múltiple, los llamados CAM que son la opción del sistema público para atender a los estudiantes con discapacidad, solo representan el 0.76% de las escuelas de educación básica a nivel nacional, de acuerdo con la ENEI.
Entonces, subraya David Calderón, presidente ejecutivo de Mexicanos Primeros, el estado no ha logrado garantizar el acceso a la educación de las personas con discapacidad, y ahora por la crisis sanitaria se corre el riesgo de que la deserción de este grupo de estudiantes sea mayor.
“Nosotros estimamos que hay un riesgo de abandono que le puede pegar a 600 mil de estos niños porque cuando se reporta si siguieron en contacto con sus maestros, los hogares que más reportaron la falta de contacto fueron los hogares de los niños con discapacidad”, explica Calderón.
“En todos los niveles y en todos los distintos tipos de aprendizaje vamos a tener un retroceso (…). En el caso de los niños con discapacidad muchas de sus condiciones implican que, si no hay esa ejercitación constante, no solo regresas a bajos niveles de dominio, sino que pueden perder el dominio de cosas que hacían”.
Es el caso de Carlos, él no extraña la escuela porque desde hace seis meses todos los días son sábado, está bajo el cuidado de su mamá y en casa ve a su hermana y a su padre.
Cuando Margarita buscó hacer las actividades que el colegio envió vía WhatsApp, rápidamente se rindió. “Tu eres mamá, no la miss”, fue la respuesta que recibió.
“Tampoco queríamos estresar a Carlos porque no sabíamos de cuánto iba a ser el encierro”, agrega Margarita, “entonces decidimos que íbamos a trabajar lo que se pudiera y esperaremos a que todo esto retome su cauce, después de todo, te digo, para encontrar su primera escuela tardamos 12 años”.
Sin derecho a la educación
No todos los maestros han podido dar seguimiento a sus alumnos con discapacidad. Por ejemplo, el profesor Víctor Santos, quien labora en una primaria con educación especial en la Alcaldía de Gustavo A. Madero, cuenta que ha sido complicado mantener comunicación con sus estudiantes y cuestiona qué tipo de atención se garantiza en medio de la pandemia.
“A mi lo que me preocupa mucho es qué atención se les está dando. Esta pandemia nos ha llevado a descubrir en nuestras casas qué tanta utilidad y de qué tanto beneficio está siendo el sistema educativo para las vidas de nuestros hijos”, acepta el docente que en la tercera semana de septiembre fue diagnosticado positivo a COVID-19.
David Calderón, de Mexicanos Primero, reprocha que las personas con discapacidad fueron invisibilizadas al enfrentar la pandemia en la que el Estado no les pudo garantizar su derecho a la educación.
En el primer programa Aprende en Casa, con el que se llevó clases por televisión a los estudiantes de educación pública del país para concluir el ciclo escolar 2019-2020, tuvieron que pasar dos semanas para que la SEP se diera cuenta que era necesario agregar un cuadro con Lengua de Señas Mexicanas. “Los niños con discapacidad auditiva que veían la tele no pudieron tomar sus clases, si acaso aquellos que leen los labios, pero ¿y los videos?, no fue accesible”, lamentó.
Ha sido el heroísmo individual de los maestros que han buscado las maneras de no perder el proceso de educación con sus alumnos a quienes les mandan videos, canciones u otras herramientas “porque lo que no hay es una estrategia sistemática de la SEP”, insistió Calderón.
Katia D’Artigues, activista por los derechos de personas con discapacidad, consideró que ha habido esfuerzos para lograr que la educación sea incluyente, aunque, admite, lo que no se ha concretado es contar con una respuesta institucional que contemple a todas las discapacidades.
“Estamos hablando de ciertos grupos que definitivamente están excluidos a menos de que sus familiares y profesores hagan marometas”, sostiene.
Además de las clases que se transmiten por televisión, en el portal de Aprende en Casa de la SEP se han dispuesto algunos materiales descargables para alumnos con discapacidad, sin embargo, subraya Katia, “sobre todo las personas con discapacidad intelectual o algunas personas con el espectro autista no están siendo enganchados por los programas de televisión (…) hay personas que necesitan mayores apoyos como los que tenían en la escuela y que no se tienen en casa y si a esto le cruzamos el tema de la economía familiar, vemos que están en un mayor riesgo no solo de exclusión, sino de deserción escolar”.
La pandemia vino a ponerle una lupa al rezago histórico que tiene el sistema educativo con las personas con discapacidad, pero también profundizó las desigualdades.
“La educación debe de ser inclusiva, está en el artículo tercero constitucional; no digo que tiene que ser mañana porque sé que materialmente es imposible hacer todas las escuelas accesibles, capacitar a todos los maestros, sensibilizar a todas las comunidades familiares, pero sí tenernos que dar pasos decididos a esa brújula que nos marca la Constitución y los tratados internacionales”, añade.
Más de medio año ha pasado desde que Margarita asumió todo el cuidado de Carlos. Exige que se deje de invisibilizar y discriminar a las personas con discapacidad. Es urgente que en México se tenga un sistema nacional de cuidados, pide.
“Sería el momento en el que el gobierno de México asumiera su responsabilidad con las personas con discapacidad y comenzara a dotar de las tecnologías de la información y asistencia personalizada, al menos, dos veces a la semana porque se están encajando de nueva cuenta con las familias, cargándoles todos los costos de la pandemia”, reprochó.
Por Dalila Sarabia