El exmandatario uruguayo de 85 años José Mujica se retiró este martes de la política activa, tras empuñar las armas, pasar por duras condiciones de cárcel e incorporarse luego al sistema político, donde exhibió un tremendo poder de seducción con un mensaje de austeridad y humanidad que caló hondo en el mundo.
“Tengo mi buena cantidad de defectos. Soy pasional. Pero en mi jardín hace décadas que no cultivo el odio. Aprendí una dura lección que me puso la vida: el odio termina estupidizando porque nos hace perder objetividad frente a las cosas. El odio es ciego, como el amor, pero el amor es creador y el odio nos destruye», dijo Mujica en un breve discurso de despedida en el Parlamento, tras agradecer elogiosas despedidas de varios legisladores.
Deja así la política activa, aunque aclaró que continuará asesorando a sus correligionarios cada vez que lo convoquen.
Nacido en una zona obrera de Montevideo, trabajó durante su juventud como vendedor de flores para ayudar a la economía familiar tras la temprana muerte de su padre.
Testigo de las luchas obreras de los años 1950 cuando Uruguay daba sus últimos hálitos como la ‘Suiza de América’, Mujica militó en Partido Nacional, para después, inspirado por la revolución cubana, decantarse por la acción armada en un país en democracia.
A mediados de los años 1960 se sumó al Movimiento de Liberación Nacional MLN-Tupamaros, que actuó como guerrilla urbana y tiene en su haber varios robos, secuestros y asesinatos, hasta su derrota en 1972, previo a la dictadura que se instaló en 1973 hasta 1985.
Mujica comandó una de las «columnas» o grupos semiautónomos que integraban el MLN.
Una de las acciones más importantes en las que participó fue la llamada «toma de Pando», una ciudad 35 km al este de Montevideo que los tupamaros invadieron el 8 de octubre de 1969.
El episodio se saldó con la muerte de un civil, un oficial de policía, y tres guerrilleros.
Menos de un año más tarde, casi pierde la vida en un enfrentamiento con policías mientras preparaba en un bar el robo a una acaudalada familia montevideana.
Según versiones, Mujica recibió seis o siete tiros y se salvó de milagro para terminar en prisión, de donde escaparía en 1971 junto a otros 110 presos en una de las mayores fugas de la historia, por un túnel preparado meticulosamente, y que fue bautizada como ‘El Abuso’.
Recapturado en 1972, pasó a integrar la lista los nueve «rehenes» de la dictadura, los jefes del MLN a los que los militares sometieron a condiciones de detención especialmente duras, en el marco de un régimen que torturó brutalmente a los opositores presos.
Con el retorno de la democracia en 1985, salió de prisión tras aprobarse una ley de amnistía para los presos políticos. Mujica fue el encargado de comunicar a los uruguayos que el MLN dejaba las armas.
“No acompaño el camino del odio, ni aún (hacia) aquellos que tuvieron bajezas sobre nosotros. El odio no construye», dijo entonces.
Consolidó su unión con Lucía Topolanski, actual senadora y quien también integró el MLN, y ambos se instalaron en una chacra a media hora del centro de Montevideo, un lugar que se volvería parada obligada de visitantes ilustres.
Bregó por el ingreso del MLN a la coalición de izquierda Frente Amplio (FA y creó el Movimiento de Participación Popular (MPP), llegando a la Cámara de Representantes con las elecciones de 1994 y al Senado con las de 1999.
Ministro de Ganadería durante el primer gobierno de Tabaré Vázquez (2005-2010 y 2015-2020), el peso de Mujica dentro de (FA, izquierda) fue creciendo a la par de su caudal electoral, hasta que fue elegido presidente en 2009.
Llegó a la presidencia (2010-2015) siendo uno de los políticos más populares y a la vez más resistidos del país por su pasado guerrillero.
Alejado del protocolo, siguió viviendo en su chacra lejos de los lujos del poder y conduciendo su propio vehículo, haciendo carne aún desde la primera magistratura su máxima de vivir «liviano de equipaje». Y su proyección internacional creció exponencialmente.
“No venimos al planeta para desarrollarnos solamente, así, en general. Venimos al planeta para ser felices. Porque la vida es corta y se nos va. Y ningún bien vale como la vida», dijo en la Cumbre de Rio+20 de 2012.
Allí Mujica se catapultó hacia el estrellato internacional y su fama no paró de crecer mientras en su país apoyó la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo, del aborto y la regulación del mercado de la mariguana.
En Uruguay, su gestión estuvo sin embargo plagada de fracasos: no pudo cumplir su promesa de reformar la educación, cerró la aerolínea de bandera nacional y la petrolera estatal quedó con un agujero sideral en sus finanzas. La economía, en tanto, creció.
Este martes, dejó un mensaje a los jóvenes:
“Triunfar en la vida no es ganar. Triunfar en la vida es levantarse y volver a empezar cada vez que uno cae».