Las elecciones intermedias se caracterizan por su bajo aforo y generalmente son plebiscitarias de la gestión del Presidente en turno.
Alejandro Echegaray
Politólogo
La participación política tiene muchas facetas. Acampar en el Zócalo, recorrer Reforma en automóvil, grafitear monumentos, contactar a tu representante en la asamblea local, tomar instalaciones estratégicas del Estado o involucrarse en una campaña son formas de participación política. Sin embargo, ir a votar representa el acto medular de los regímenes políticos democráticos.
El voto se ha estudiado desde varias perspectivas. El enfoque sociológico intenta explicar el fenómeno a partir de factores de pertenencia a un grupo social, ya sea definido por el ingreso, la edad, el nivel educativo o el origen étnico. Por ejemplo, en México los adultos mayores, históricamente han participado en mayor proporción que otros segmentos de la población. No sorprende entonces que sean el foco de la política asistencialista de la actual administración.
Otros académicos argumentan que existe una mayor probabilidad de movilización entre grupos que sienten que sus intereses están en riesgo. O los que desde una perspectiva de la elección racional plantean que los electores asistirán a las urnas si consideran que su voto será pivotal, es decir, que las elecciones sean muy cerradas y esperan que su voto sea decisorio en el resultado de la elección.
Cualquiera que sea la explicación preferida, lo cierto es que los resultados demuestran una tendencia contundente en México: el partido del Presidente ha fracasado en las elecciones posteriores a julio de 2018. En los 28 meses que han pasado desde entonces, se han celebrado elecciones en ocho estados de la república (Aguascalientes, Baja California, Coahuila, Durango, Hidalgo, Puebla, Quintana Roo y Tamaulipas). Solamente en dos de ellos (Baja California y Quintana Roo) Morena ha sido el partido que obtiene el mayor número de votos.
En todas las demás votaciones el oficialismo ha sido derrotado por el PAN o el PRI. El fracaso más reciente se dio en Coahuila e Hidalgo, donde Morena no fue siquiera competitivo. En Puebla, por ejemplo, Miguel Barbosa, ganó gracias a los votos del PT y el Partido Verde. En Quintana Roo, la intención del voto por Morena disminuyó en 24 puntos porcentuales con relación a las elecciones del 2018; en Baja California se redujo 10 por ciento. En Durango bajó en 11 por ciento (Beltrán, Nexos, octubre 2020).
Estos datos evidencian que el morenismo se debilita al no tener al presidente López Obrador en la boleta. Y explican, con claridad luminosa, los esfuerzos presidenciales por realizar alguna consulta o incorporar la revocación de mandato en el proceso electoral.
Las elecciones intermedias se caracterizan por su bajo aforo y generalmente son plebiscitarias de la gestión del Presidente en turno. El próximo año, el lopezobradorismo enfrentará en las urnas a su electorado y llegará debilitado por el manejo de la economía, la crisis sanitaria y la inseguridad. Dame luz, resplandor, libertad…