Pero los más sordos y, además, ciegos calculadores, son la mayoría de los actuales gobernantes, empezando por el inquilino de palacio nacional
Guadalupe Orona Urías
A nuestros gobernantes, ¿realmente les importa la vida de los mexicanos?
Dice Víctor Hugo en una de sus obras que “es hermoso hablar por los mudos, pero hablar a los sordos es triste”. Es decir, hablar y elevar la voz por aquellos a los que fácticamente se les ha obligado a callar, a los que nadie escucha porque su grito está en lo alto de la montaña y no desciende lo suficiente o bien porque su gemido procede de un arrabal o de una simple colonia popular, es hermoso y necesario. Pero hablar a los sordos, a los que no quieren escuchar y mucho menos conocer, entender y por lo tanto, actuar en consecuencia, no solamente es triste, es irritante y descorazonador si lo hacemos con aquellas personas que están urgidos de saber escuchar por su situación objetiva y están requiriendo urgentemente de una salida.
Pero los más sordos y, además, ciegos calculadores, son la mayoría de los actuales gobernantes, empezando por el inquilino de palacio nacional, pasando por gobernadores y llegando a muchos alcaldes aun de los municipios más pinchurrientos; hoy esa ceguera y sordera gubernamental está costando la vida a miles de mexicanos, muchas más que en cualquier otra época de nuestra historia reciente; es indignante que ante el mortal virus que ha causado la muerte de más de 205 mil personas y contagiado a cerca de 2 millones, estemos presenciando teatro en el aire, un ofensivo show en la “pista” de Santa Lucía “preinaugurando” una pista que ya estaba construida, y en uso, desde hace varios años, por los aviones de la Fuerza Aérea Mexicana ¿Es lo que más les importa en este momento de pandemia a los más de 90 millones de pobres en México? Seguramente no; lo que más interesa a los mexicanos, pero que no está en la lista de prioridades del mandatario nacional, es cómo se van a curar ellos o sus familiares contagiados; cómo recibir atención médica de calidad, cómo solventar los gastos de la familia después de haber perdido el empleo; cómo pagar los servicios, si acaso los tienen, o cómo contar con ellos; asimismo saber qué hacer y tener las herramientas para que sus hijos se eduquen. En crisis de salud, económica, educación y de seguridad, al presidente le interesa más hacer espectáculo para entretener y planear cómo usar electoralmente las vacunas contra el Covid-19 (esas que no alcanzan aún a llegar ni para los trabajadores de la salud, aunque sí para sus promotores electorales).
Y si hablamos de nuestra entidad, las cosas realmente no son muy diferentes: la mayor preocupación de los altos funcionarios públicos es, primero y ante todo, erigirse una imagen antes que atender y resolver las necesidades de la inmensa mayoría de la población; y para ese fin es mucho más importante la construcción de puentes y supervías en la ciudad capital que los miles de hidalguenses contagiados y que están muriendo por la pandemia; importa más estar pensando en gastar más de 20 millones de pesos en un proyecto de tren Santa Lucía-Téllez que garantizar el acceso a los servicios médicos al casi millón de personas que carecen de él; o bien dotar de servicios básicos a las miles de familias privados de ellos; es mucho más redituable para crearse una “imagen” en el país, para futuras aspiraciones, “dar a conocer” que Hidalgo tiene más de 64 mil millones de pesos en inversiones del sector privado, pero sin explicar, por qué, entonces, somos el cuarto estado con su fuerza laboral en la informalidad (74%); nada se dice y menos se hace en relación con los cerca de 1millón 700 mil (55.1%) habitantes a quienes no alcanza lo que perciben ni para adquirir los alimentos básicos.
Si hablamos de la educación, Hidalgo no sólo no se salva de la caótica situación que enfrenta el sistema educativo nacional, pues aquí también vivimos una lamentable crisis; a pesar de que en una publicación reciente se diga que el gobierno del estado, en 2019, gastó más de lo presupuestado en este rubro, somos de las entidades con los niveles de analfabetismo más alto: “El director del IHEA, informó que en Hidalgo existen 650 mil personas en rezago educativo, de los cuales 160 mil son analfabetas, quienes en su mayoría son adultos mayores concentrados en comunidades alejadas de la Sierra y la Huasteca, que hablan lengua indígena y algunos de ellos se encuentran enfermos” (Síntesis, 13 de febrero 2020). Además, únicamente en tres de 10 hogares cuentan con una computadora, y en más del 60 por ciento no tienen internet, ambas herramientas elementales en este periodo de clases virtuales. Como si todo esto no bastara, el gobierno del estado todavía se da el lujo de reprimir administrativamente y “castigar” a maestros reteniéndoles sus salarios y bloqueando subsidios a albergues estudiantiles indígenas.
¿Qué hace coincidir al actual gobierno federal y al de Hidalgo en sus políticas en contra de la mayoría de sus gobernados? ¿Por qué ambos gobiernos son afectos al show, al teatro y a la mentira? Simplemente porque ellos, los gobernantes, pertenecen a una clase social alejada de los intereses de la clase trabajadora, y porque representan precisamente los intereses del sistema social imperante; son neoliberales, partidarios y defensores a ultranza del neoliberalismo. Esperemos pronto ver el Fiat lux.