Para el Gobierno mexicano, la educación de las niñas y niños no estuvo dentro de sus prioridades, esto lo demostró la falta de un plan estratégico para hacer frente a la pandemia.
Edna Hernández / Pedro Márquez / Fernando Landeros
El futuro de toda una generación de niños y jóvenes es incierto debido a la mala gestión de la pandemia por Covid-19 a cargo del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. Los niños, a la que se le podría conocer como la generación “pospandemia” presentan severos problemas educativos, deficiencia de aprendizaje, deserción en todos los niveles, problemas de socialización y comunicación, así como síntomas de desequilibrios psicológicos.
La pandemia por Covid-19 acentuó los problemas en el país, entre ellos el educativo, pues niños de educación básica y jóvenes perdieron total o casi completamente el año escolar debido al cierre de centros educativos. México es el tercer país más afectado por el cierre de aulas, según un informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
Niños y niñas se quejan que el aislamiento al que fueron sometidos por un año los hace sentirse relegados, solitarios, deprimidos, y existen estadísticas gubernamentales que nos hablan del aumento de violencia intrafamiliar. ¿Y los padres? No son profesores, por supuesto, ni están capacitados para la enseñanza, pero debido a la deficiente estrategia de la Secretaría de Educación Pública (SEP), en ellos recayó la educación.
Para esta investigación se revisaron estadísticas oficiales y de instituciones, testimonios de padres, alumnos, docentes y la consulta de especialistas. La conclusión es desalentadora, pues al carecer de un plan, condenó a los niños, primero a un atraso educativo de entre siete y diez años, y segundó a que serán mucho más distraídos y con problemas emocionales.
La responsabilidad que tenían las escuelas en el pasado inmediato, estuvo en manos de los padres; sin embargo, la mayoría acepta la deficiencia. “Hay temas que se me complican, por ejemplo, en matemáticas, lo que me limita a poderles explicar a mis hijos como quisiera”, reconoció Magdalena Hernández Ovalle, quien es madre soltera de dos niños.
Con el cierre parcial de instituciones, México reveló en toda su crudeza su rezago educativo que, obviamente, no es nuevo, y que se viene manifestando en las pruebas que se les aplican a los estudiantes. Uno de ellos, el Programa Internacional de Evaluación de los Alumnos (Pisa), de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), aplicado en 2018.
Éste, reflejó el estancamiento de México en educación, y en esa ocasión quedó en el penúltimo lugar en ciencias y matemáticas de América Latina. De hecho, el país siempre se ha ubicado en los últimos lugares, ya sea en el Reporte de Competitividad del Foro Económico Mundial, en los informes de la OCDE e incluso en las pruebas Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizajes (Planea).
Como consecuencia directa del cierre de escuelas, durante el ciclo escolar 2020-2021 la deserción escolar aumentó, debido a dos factores: la crisis económica que disminuyó los ingresos de las familias, y la falta de condiciones para el aprendizaje a través de la educación no presencial. Hasta el mes de febrero, según la SEP contabilizó a 628 mil niños y jóvenes entre 6 a 17 años de edad que no continuaron con sus estudios.
Quienes intentaron seguir con su preparación, se enfrentaron a otro problema: la pobreza tecnológica, la falta de luz eléctrica, la carencia de teléfonos inteligentes, tabletas o televisión, falta de señal de internet, e incluso padres que tuvieron que fungir como maestros de los infantes, a pesar de que, en la mayoría de los casos, su nivel educativo no es el adecuado.
Asimismo, uno de los efectos de la nueva y acentuada crisis educativa, es la afectación psicológica de los niños, que se manifiesta en su actitud, en la forma de desarrollarse, de desenvolverse debido al aislamiento en sus hogares, sin pisar un salón de clases, sin interactuar física y lúdicamente con sus compañeros de escuela, ni con maestros en las aulas, patios, canchas y pasillos, donde se realizaban múltiples actividades educativas y de convivencia.
Futuro incierto: niños después de la pandemia
En abril de 2020, el Gobierno de México, a través de la Secretaría de Educación Pública (SEP), puso en marcha el programa “Aprende en casa I”, posteriormente el II y actualmente el III, con el que le apostó a una educación televisada y por internet. A decir de docentes, este programa tiene sus limitaciones y es deficiente.
“La dinámica de cómo se realizan los procesos de evaluación que ya corresponde a las escuelas y a los docentes, nos quedamos cortos en esa dinámica, porque se genera la parte de las plataformas, de los mecanismos que pudieran aprender los chicos, en subir evidencias de las actividades que se sugieren en las clases por televisión, es limitante en ese sentido, así como la limitante económica, que ha sido el principal obstáculo”, señaló Eduardo Mondragón Romero, director de una escuela secundaria.
Las clases en línea se apoyan en las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC’s), hace uso de las herramientas que ofrece internet y nuevas tecnologías para proporcionar ambientes educativos adecuados y de alta calidad. Pero este modelo no está desarrollado en México, ya que carece de infraestructura, equipo tecnológico y capacitación por parte de los docentes, área al que no le ha apostado el gobierno de la Cuarta Transformación.
Y precisamente los más afectados son los estudiantes. Uno de ellos es Hannah Ailén, estudiante de 6° de primaria, quien dice que, en las clases presenciales, ella era participativa, platicadora, extrovertida, pero que ahora, con las clases a distancia, su participación es limitada y los maestros no le ponen la misma atención que antes.
Con esta nueva modalidad de la cual es parte Hannah, hay 25 millones 253 mil 306 alumnos de educación básica que estudian a distancia, mientras que de educación inicial hay 249 mil 302, cuatro millones 734 mil 62 en preescolar, 13 millones 862 mil 32 en primaria y seis millones 407 mil cinco en secundaria, de acuerdo a datos de la SEP.
Esta “nueva” forma de tomar clases y el encierro de los infantes en los hogares, ha sido contraproducente, pues ha provocado en la niñez problemas de salud, como ansiedad, debido a que “muchas familias que han enfrentado estos problemas, ha traído tensión y estrés sostenidos que pudieron haber derivado en un síndrome de burnout, que no es otra cosa que un deterioro de la salud física, el estado anímico y los vínculos interpersonales debido a las fuertes cargas de estrés, por lo que los niños y niñas pueden estar enfrentando circunstancias particularmente difíciles de estrés”, mencionó el doctorante en psicología, Pablo Bernardo Hernández.
La nueva forma de estudios ha traído consigo que los infantes se relacionen poco con sus semejantes, debido a que el niño ha estado en completo aislamiento, “la escuela ofrece algo que es crucial para los niños, y que es la convivencia y la integración con sus pares. Las dinámicas colectivas de juego, aprendizaje y, en general, de convivencia, son una pieza clave de la socialización en los niños. Sin embargo, la pandemia nos ha obligado a restringir las interacciones y la convivencia al máximo”, dijo en entrevista Pablo Bernardo Hernández.
“Suspender clases presenciales ha significado, para muchos niños y niñas, no poder recibir atención de un profesor o ayuda de sus pares”, agregó.
En este sentido, la Unicef urgió a México a abrir las escuelas en las regiones donde han bajado los contagios por Covid-19 y advirtió el impacto que tendrá el cierre de los colegios en el aprendizaje de los infantes mexicanos, pues las instituciones del país han permanecido cerradas por más 365 días.
Las cifras son superiores a la media de América Latina y el Caribe, con 158 días y representa el doble de la estimación global (95 días), con lo que México ocupa el octavo puesto entre las naciones donde las escuelas han permanecido cerradas por mayor tiempo.
Desinterés y poca inversión
Para el Gobierno mexicano, la educación de las niñas y niños no estuvo dentro de sus prioridades, esto lo demostró la falta de un plan estratégico para hacer frente a la pandemia, con lo que perjudicó el futuro de 797 mil 439 alumnos del ciclo escolar 2019-2020, lo que representa el 4.2 por ciento de la población estudiantil de nivel básico en México.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU), a través de la Unesco, mencionó que el compromiso que tienen que asumir los Gobiernos, es colocar a la educación en el primer lugar de sus preocupaciones, así como en sus presupuestos, con la finalidad de invertirle todo el dinero que sea necesario y compensar el rezago educativo que se pudiera tener, en caso contrario, el problema se agudizará.
Datos oficiales muestran que México le invirtió poco a este rubro. “En los últimos cinco años (2015-2020), el presupuesto en educación básica como porcentaje del PIB registró una tendencia decreciente, al pasar de 2.3 a 1.9 por ciento, lo que implicó 0.4 puntos porcentuales menos en cinco años, mientras que el presupuesto total destinado a la educación, usando el mismo indicador, pasó de 3.7 a 3.0 por ciento del PIB”.
Tal proporción si se compara con el promedio de más de 5 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) de los países miembros de la OCDE que destinan a la educación, el resultado es bajo, es decir, México asigna 2.0 puntos porcentuales menos que la media de esos países.
La educación siempre ha sido importante para el desarrollo, pero ha adquirido, para algunos países, mayor relevancia hoy en día, pues con la intención de fomentarla a pesar de la propagación de la pandemia que dejó inmóvil al mundo, hicieron frente al patógeno para evitar que se contrajera en su totalidad.
Con la nueva enseñanza, docentes, alumnos y padres de familia no se han acostumbrado, pues argumentan que hay confusión y estrés, como resultado de la falta de estímulos y programas de capacitación para la educación a distancia. “No estábamos acostumbrados a la dinámica digital”, mencionó Eduardo Mondragón Romero, docente desde hace 20 años.
Padres cargan con la responsabilidad; SEP se lava las manos
Los padres de familia han tenido que salir al quite durante la pandemia, fungiendo como maestros de sus hijos, les ponen las clases, ven que no se distraigan, que el dispositivo esté conectado a internet, incluso a resolverle, dentro de sus posibilidades, las dudas que el infante pudiera tener.
A esto se le suma que tienen que trabajar o incluso conseguir la energía para poder conectar el televisor o cargar el dispositivo móvil. “No tenemos luz; batallan bastante en las clases y cuando les encargan las tareas por celular, tenemos que ir con familiares o con vecinos para poderlos cargar”, dijo María Elena Piñón Rodríguez, madre de familia.
Los padres de familia también se enfrentan con su propio rezago educativo, que los limita a la hora de orientar a sus hijos con algún tema en que los infantes tengan problema, en particular en materias como las matemáticas, que son el “coco” por excelencia, de los estudiantes y de los no estudiantes.
Datos de Kumón México señalan que las clases a distancia durante la pandemia de Covid-19 han mostrado que casi un 90 por ciento de los alumnos mexicanos de secundaria y preparatoria tengan deficiencias en matemáticas.
Esta situación ha movido a los padres de familia a que sus hijos tomen clases de regularización con sus propios vecinos, como lo hace Juana María Granados, quien desde su casa ha improvisado una mesa de tronco de árbol con banquitos y al aire libre, cursos para los niños de sus vecinas.
“Yo les doy regularizaciones a unos niños, lo que trato es de ayudarles con sus tareas, yo no siento que sean clases, sino un apoyo para que hagan sus tareas para que vayan un poco al corriente con lo que les piden en sus escuelas”. Mientras el gobierno de López Obrador pregona el regreso a clases como si nada pasara; los errores los pagarán la siguiente generación.