La tragedia por la que atravesamos se pudo haber evitado. La detención temprana de la enfermedad, una campaña de información veraz y rigurosa junto al uso universal de mascarillas hubieran atemperado la crisis humanitaria por la que transitan miles de familias mexicanas
Alejandro Echegaray
La tragedia por la que atravesamos se pudo haber evitado. La detención temprana de la enfermedad, una campaña de información veraz y rigurosa junto al uso universal de mascarillas hubieran atemperado la crisis humanitaria por la que transitan miles de familias mexicanas. El manejo de la pandemia es comparable con el accidente nuclear de Chernóbil. Al igual que los soviéticos en los ochenta, los mexicanos hemos contado con información parcial y equivocada. El cubrebocas se ha convertido en un fastidio y no en el poderoso artilugio para evitar contagios. La administración de López Obrador operó con absoluto desdén por la vida humana y su vocero con una obsesión compulsiva de complacer al líder.
La pandemia ha caído como anillo al dedo porque ha generado lo que Masha Gessen en Surviving Autocracy llama el Incendio del Reichstag, un estado permanente de alerta donde los apologetas del régimen disponen una puesta en escena perene para el deleite de su única audiencia: el líder. En el estado de emergencia se pierden las libertades, se engaña y se cometen las mas brutales arbitrariedades. Este escenario límite condujo a los legisladores en solo una semana a extender por dos años el periodo del Ministro Presidente Zaldívar, a regular la subcontratación de burócratas (sempiternos enemigos de la actual administración), a la aprobación de la ley de Hidrocarburos que abre la puerta a las expropiaciones y trastoca la competencia y la certeza jurídica. También se aprobó la nueva normativa que permite que las compañías de telefonía celular cuenten con la información biométrica de sus usuarios. Ya prometió la iniciativa para eliminar al INE y a los diputados plurinominales previendo un cambio en la homeostasis del poder legislativo.
Constatamos a diario el desgaste institucional que padece México y el esfuerzo por centralizar el poder en un solo individuo. Sin embargo, estamos empecinados en utilizar el lenguaje incorrecto. Los normalizadores del régimen utilizan el lenguaje identitario y del desacuerdo político para describir la aniquilación de nuestra incipiente y rupestre democracia. Nuestro análisis es tibio y pusilánime: estamos en camino hacia la autarquía. El gobierno de una sola persona nos conducirá a la tiranía. Eso es lo que está en juego en los próximos comicios.
La democracia y el pluralismo se sostienen en la noción de una ciudadanía activa, en la importancia de la participación y en el involucramiento cívico. En el aislamiento, la participación política es imposible. La narrativa del lopezobradorismo ataca derechos fundamentales y abona al aislamiento y a la división. La desconfianza destruye el tejido social. La falta de confianza en el país no sólo es grave porque debilita la legitimidad y autoridad de las instituciones, sino porque ha roto también la relación interpersonal entre mexicanos.