La corrupción y el abandono son la causa de una desgracia que, pudiendo evitarse, costó la vida a decenas de capitalinos. Ahora, Claudia Sheinbaum evita hablar de AMLO y Marcelo Ebrard
ESTÉNTOR POLÍTICO
Miguel ángel Casique
Lidia García Moreno vive en San Juan Mixquic, alcaldía Tláhuac. El tres de mayo su vida cambió para siempre; nadie podrá borrar su dolor por la pérdida de su hijo, ni el coraje e impotencia al saber que las autoridades federales y locales de la Ciudad de México (CDMX) pudieron evitar el desplome de un tramo de la Línea 12 del Metro. En ese lamentable accidente perdió la vida su hijo, Jesús Baños García, junto a 24 personas más, mientras que otras 100 resultaron heridas.
Jesús era obrero en una fábrica de plásticos; salía muy temprano de su hogar para conseguir el sustento de su familia. Esa noche regresaba a casa cuando dos vagones del convoy en el que viajaba cayeron al vacío; hubo gritos de auxilio, una inmensa polvareda y, en cosa de segundos, cerró los ojos para siempre. De inmediato, decenas de personas que vieron el accidente intentaron desesperadamente ayudar a las víctimas, pues las ambulancias “tardaron siglos”, pero algunas fallecieron antes de recibir auxilio.
Las reacciones ante la tragedia fueron de rechazo ante las autoridades Federal y capitalina, es decir, contra el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y la Jefa de Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum. Algunas de esas voces decían: “Obrador, no cumpliste, los pobres no son primero”; “Claudia Sheinbaum, ¿para eso querías gobernar, para matarnos?”. Estas frases espontáneas ante la desgracia expresaban la inconformidad creciente por la corrupción e ineptitud en que esa línea del Metro se ha visto envuelta desde su inauguración.
La Línea 12 empezó a construirse en julio de 2008 y se inauguró el 30 de octubre del 2012. La primera anomalía fue que se entregó 10 meses después de la fecha pactada en el contrato de la obra. Las empresas encargadas de construirla fueron Ingenieros Civiles Asociados (ICA), Carso Construcción y Alstom, las mismas que hoy –según se sabe– hacen la refinería de Dos Bocas, el Tren Maya y el “nuevo aeropuerto” de Santa Lucía.
De 2006 a 2012, cuando Marcelo Ebrard Casaubón gobernó el Distrito Federal, Mario Delgado –entonces Secretario de Finanzas–, aprobó el financiamiento de la Línea 12, avalando un sobrecosto del 70 por ciento. El ocho de agosto de 2007, Ebrard –hoy Secretario de Relaciones Exteriores– anunció la creación de la Línea 12, cuestionada en un sinfín de ocasiones porque en su diseño y construcción hubo errores, omisiones e improvisaciones.
A estas deficiencias se suma la falta de mantenimiento en todas las líneas del Metro. Por ello, las dirigencias del PAN y el PRD han señalado que la causa principal del accidente fueron los recortes presupuestales ordenados desde Palacio Nacional y exigen que Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum sean separados de sus cargos y se desafuere a Mario Delgado, actualmente diputado federal, para que rindan cuentas ante la justicia por “su probable responsabilidad” en el accidente.
Las fallas en la Línea 12 se hicieron evidentes desde su inauguración en 2012 y, en 2014, debió suspender sus servicios durante varios meses. La Auditoría Superior de la Federación (ASF) y una comisión especial de la Cámara de Diputados detectaron múltiples irregularidades en su construcción y Ebrard tuvo que refugiarse en Francia.
La corrupción en la Línea 12 está documentada. En el primer mes de 2015 se detectaron los delitos de pago indebido, peculado, y uso indebido y abusivo del ejercicio público, facultades, atribuciones y funciones. Sin embargo, en 2018, el triunfo electoral de AMLO le “cayó como anillo al dedo” a varios de los funcionarios involucrados en esos delitos y hoy, después de librarse de la justicia, ya se ven en las boletas electorales de 2024.
A estas corruptelas se agrega el abandono en que las administraciones capitalinas posteriores a Ebrard sumieron al Metro. En 2020, varias denuncias ciudadanas alertaban sobre la falta de mantenimiento en la Línea 12 y señalaban a la directora del Metro, Florencia Serranía –a quien nadie toca ni con el pétalo de una rosa– y a Claudia Sheinbaum. Las pruebas están a la vista: fotografías, videos y el testimonio del Sindicato de Trabajadores del Metro, cuyos representantes nunca fueron escuchados.
La corrupción y el abandono son la causa de una desgracia que, pudiendo evitarse, costó la vida a decenas de capitalinos. Ahora, Claudia Sheinbaum evita hablar de AMLO y Marcelo Ebrard; éste de aquélla y el inquilino de Palacio Nacional, además de guardar silencio sobre los hechos, trata de proteger a sus correligionarios implicados acusando a la prensa de “tendenciosa, golpeadora, defensora de corruptos» y otras lindezas.
Como doña Lidia García, 24 familias más lloran a sus familiares fallecidos. Otras decenas se recuperan de las heridas para volver a su hogar, mientras los gobernantes guardan silencio porque “Morena no come Morena”. Familiares de las víctimas exigen justicia y apoyo oficial; y cientos de mexicanos se suman al clamor al grito de “no más muertes en el Metro”. Las autoridades deben responsabilizarse de la tragedia y realizar las acciones pertinentes para evitar otra desgracia en el sistema de transporte más empleado por la clase trabajadora de la CDMX y la zona conurbada.
El cinco de mayo, habitantes de Tláhuac protestaron frente a Palacio Nacional; el Presidente los ignoró, demostrando que para él no es prioritario atender los reclamos de la mayoría de los mexicanos, que ya no aguantan más su ineptitud. Por eso es indispensable que el 6 de julio, enfrentemos en las urnas a Morena y a sus líderes, que no saben gobernar y están destruyendo al país. Por el momento, querido lector, es todo.