Nuestro voto afectará no solo al municipio y estado donde vivamos con nuestras familias, sino a México entero.
Homero Aguirre Enríquez
Estamos a pocos días de una elección que determinará no sólo el destino inmediato de la mayoría de los mexicanos, sino el rumbo que seguirá nuestra patria en las próximas décadas. Nuestro voto afectará no solo al municipio y estado donde vivamos con nuestras familias, sino a México entero.
En 2018, el pueblo votó por una opción que le ofreció cambiar sus precarias condiciones de vida, aliviar su pobreza ancestral y garantizarles alimento, educación, salud, seguridad y cultura a sus hijos, y lo que hay qué evaluar es si ha ocurrido ese cambio prometido miles de veces por el actual presidente. Es momento de preguntarle a Andrés Manuel López Obrador y a Morena, el partido que presentó como nuevo y ha resultado la suma de lo peor de los viejos partidos, cuáles son los cambios positivos que ha conseguido su gobierno, en el nivel de vida; dotación de servicios, niveles salariales, mejoramiento de los servicios de salud (que prometió convertir en similares a los de los países nórdicos), combate al crimen organizado, incremento de la seguridad, justicia pronta y expedita y eliminación de la despreciable práctica de usar los órganos judiciales para venganzas políticas.
Salvo las generalidades que lanza en la mañanera, es imposible que el presidente demuestre, con hechos y datos verificables, que los mexicanos vivimos mejor ahora que antes y que hay mejorías importantes en cada uno de esos aspectos vitales para los mexicanos. Y si hablamos de los resultados de algunos otros gobernantes morenistas locales, la situación es igual o peor; es interminable la lista de pésimos e inescrupulosos gobernantes surgidos de Morena, incluidos algunos que han sido denunciados como corruptos y depredadores sexuales. La situación en más de un sentido es ahora peor que antes de la llegada de Morena al poder; ahí están como evidencia las miles de víctimas del Covid-19, el empobrecimiento masivo de millones de mexicanos, los asesinatos al mayoreo, el deterioro de la infraestructura de los servicios públicos por falta de mantenimiento, que ha tenido como saldo trágico y acusador la tragedia del Metro, misma que amenaza con extenderse a otras líneas y áreas, causando nuevas víctimas.
Como no tienen logros que presentar, como ahora hay más pobres, enfermos, perseguidos y muertos que nunca, el presidente y sus partidarios no puede basar su campaña en anunciar logros tangibles en el nivel de vida de los mexicanos, y han dejado crecer y alientan un clima intimidatorio mediante el cual buscan ganar a como dé lugar las elecciones. En primer lugar, desalentando la asistencia a las urnas mediante la detonación de un clima violento y persecutorio contra candidatos, muchos de los cuales han sido asesinados en la mayor indefensión, sin que el Estado mexicano se haga responsable de esas pérdidas. La última puesta en escena para subirle la temperatura a la elección correspondió a Mario Delgado, presidente de Morena, a quien se acusa de haber montado un show de pésima factura para dar la apariencia de estar bajo ataque de hombres armados, mismos que, según los videos que circularon en las redes, nunca bloquearon el vehículo del dirigente nacional morenista, ni exhibieron armas y mucho menos las accionaron, pero que sirvieron perfectamente para el propósito de ahuyentar de las urnas a los votantes, aunque al mismo tiempo Delgado y el partido en el poder hagan el ridículo y se auto acusen: ¿no se dan cuenta que son ellos, Morena y el presidente de la república, los responsables principales de garantizar la seguridad de los mexicanos?
El otro eje del ataque es descalificar y denostar al árbitro electoral, al INE; al que se acusa injustamente desde la tribuna presidencial de estar al servicio de los conservadores. Se deja de lado que el hartazgo popular impulsó desde hace décadas el surgimiento de órganos electorales autónomos, que evitaron el fraude desde el poder en turno y permitieron contar con limpieza los votos para que triunfara así la oposición y, a la postre, se diera el ascenso de López Obrador al poder. Ahora se ataca al INE porque los mandones en turno temen que sea un obstáculo legal a las intenciones de Morena de arrebatar triunfos ahí donde no gane en las urnas.
¿Qué ocurrirá si nos amedrentamos y no hay un voto masivo y contundente en contra de Morena? Que México vivirá una etapa más larga y dolorosa de retraso en su desarrollo, lo que traerá más pobreza, marginación y violencia a millones de familias; la gente en el poder dispondrá de más años para desmantelar la Constitución y la república construida con base en ella y, en su lugar, instalar la voluntad arbitraria de un solo hombre que, además, no tiene la menor idea científica de lo que hay que hacer para convertir a México en un país próspero y menos injusto.
Por lo anterior me sumo a los millones de mexicanos que están llamando a votar en contra de todos los candidatos de Morena, para así evitar que sigan mal gobernando municipios y estados, quitarles la mayoría con la que actualmente atropellan las leyes y las razones en la Cámara de Diputados, y para generar entre todos un contra peso social que frene la destrucción de la patria que es cuna y amparo de todos nosotros y nuestros hijos.