Vemos en los hechos cómo actúa “el filtro burbuja”, las redes sociales (tanto dentro como fuera de Cuba), exponen sólo los hechos que convienen a los intereses de sus dueños, sin mostrar la realidad completa
Adrián Pablo
Pocas veces nos cuestionamos de dónde viene la información que vemos a través de los distintos medios de comunicación, mucho menos nos preguntamos qué intención tienen y quién lo está diciendo, lo que nos lleva la mayoría de las ocasiones a creer ciegamente o a estar “medio informados” y no estar seguros si lo que se presenta es verdad o no; esto se multiplicó exponencialmente con la llegada del internet, donde “todos son fuentes de información” y se potencia aún más, con el hecho de que las redes sociales se han convertido en una de las principales fuentes de noticias del mundo.
En febrero de este año, la agencia Pew Research publicó los resultados de una encuesta aplicada a 9 mil adultos en Estados Unidos, donde el 18 por ciento declaró que usaba las redes sociales como principal fuente de noticias sobre política y elecciones, asimismo, comprobaban cómo estás mismas personas contestaban erróneamente a preguntas basadas en hechos reales, es decir, la mayoría de la información que obtenían, era falsa. En México, la situación es aún más evidente, según un estudio de Reuters publicado por Merca 2.0 a finales del 2020 “Nueve de cada 10 mexicanos con internet, aseguran que esta es su fuente para ver noticias”, además de dar preferencia a una red en específico, “ninguna red social es más popular que Facebook… Esta es la red social predilecta de los mexicanos para enterarse de lo que sucede en el mundo”.
Si lo comparamos con los 100 millones de mexicanos que, se dice, están conectados a internet (según información del reporte de 2021 de We Are Social), estaríamos hablando de 90 millones de habitantes que están expuestos a noticias, la mayoría de dudosa procedencia o poca veracidad, como lo mostraba el estudio de los adultos norteamericanos. ¿Podemos confiar en la realidad que muestran las redes sociales a 90 millones de mexicanos?
Las redes sociales y el internet en general parecen un regalo sin condiciones, un contrato en donde el único que gana es el usuario, al tener gratuitamente la capacidad de comunicarse a todo el mundo de manera instantánea; ante esto, en palabras del periodista español Antonio Salas: “En la red, cuando algo es gratis, el producto eres tú”. Las redes están hechas para vender, vender la atención del espectador y darle una atención personalizada, para saber absolutamente todo acerca del usuario y dale información y productos a conveniencia de los verdaderos empleadores de Facebook y Twitter, los grandes capitales del mundo; por eso no es raro encontrar en tu día a día, productos recomendados que puedes comprar por Amazon (propiedad del hombre más rico del mundo, por cierto), que se adecúa a veces hasta en “lo que estabas pensando”.
Eli Pariser, activista y escritor estadounidense compara el uso de las redes con vivir en una burbuja, en su libro precisamente titulado, El filtro burbuja, habla ampliamente de esta personalización que se le ha dado a los usuarios, al darle absolutamente toda nuestra información a la internet; aprende, analiza y nos devuelve esa información en recomendaciones de qué comprar, qué ver y qué compartir de acuerdo a nuestros intereses, por lo que es casi imposible encontrarnos algo que contradiga nuestra percepción de la realidad, mientras más cómodos nos encontremos con nuestro entorno, más fácil será mantenernos dentro y más fácil será vendernos y el ciclo sigue y sigue.
El contenido siempre tiene que ser llamativo, para causarnos una buena impresión y generar una especie de adicción. Justo cuando estamos a merced de estos gigantes es cuando nos pueden hacer creer lo que ellos quieran o necesiten, no hace falta que nos lo cuestionemos, “si siempre me muestra lo que me gusta, de seguro esta nueva información es verdad”, se podría pensar. Así lo ha demostrado la realidad, como es el caso de Estados Unidos e Inglaterra, que por medio de estos mecanismos se influenciaron elecciones, en donde se categoriza casi a la perfección a las personas y se les enviaba publicidad que fuera perfectamente creíble para ellos.
Este mecanismo también se ha usado en varias partes del mundo, para impulsar las llamadas “revoluciones de colores” o “golpes blandos”, que no son otra cosa que estrategias de intervención silenciosa, utilizadas con el fin de derrocar a gobiernos que no comparten la “visión estadounidense”, como los casos de Ucrania, Siria, Libia, etc. Esto, aunque pase desapercibido, pasa también en América Latina, Nicaragua, Venezuela y el último, Cuba, donde se ha presenciado de manera descarada el uso de los medios y las redes sociales para este fin.
Cuba cuenta con internet desde 1996, sin embargo, fue hasta 2018 cuando se anunció el acceso a los hogares de todo el país; antes sólo se podía en la capital y en centros y salas publicas, esto, aunque suene como una especie de rechazo a la modernización o falta de libertad de expresión, se hacía para evitar precisamente la desinformación y la intrusión maliciosa externa, como las ocurridas en medio oriente, principalmente por parte de Estados Unidos. Otros países, por motivos similares, cuentan con una red interna, que les permite vivir afuera de esta burbuja.
Varios medios han señalado la importancia de las redes sociales en las manifestaciones que iniciaron el pasado 11 de julio en la provincia de San Antonio de los Baños, en específico Twitter e Instagram fueron las herramientas de las que se hicieron para organizar y dirigir estos “movimientos espontáneos”, sin embargo, poco o nada se ha dicho de sus verdaderos orígenes. Los Angeles Times rescata, por ejemplo, las declaraciones del analista cubano y ex diplomático Carlos Alzugaray “Hay una serie de factores en Cuba que se combinan para crear una situación muy difícil… entre ellos las sanciones económicas de Estados Unidos a la isla con <la idea original de crear hambre y desesperación para cambiar al modelo> político que fueron particularmente endurecidas en estos años. Cuba perdió 5.500 millones de dólares en 2020 —casi el doble de lo que ingresaría en un año por turismo — debido a las sanciones de Estados Unidos”.
¿Si esto lo dice un medio como Angeles Times, de dónde sale la idea de querer culpar únicamente al gobierno cubano de la situación con etiquetas como #SOSCuba o #CubaEsUnaDictadura? Fácil, de la guía e influencia de las mismas redes, dirigidas por los intereses sus dueños norteamericanos, o cómo se explica también la omisión de Estados Unidos en la protesta, ¿no tiene igual o mayor culpa de la situación cubana?, es como declara la portavoz del Ministerio de Exteriores de Rusia, María Zajárova “Primero imponen sanciones, luego generan o crean artificialmente problemas que agravan la situación económica y social. Provocan tensiones y encienden los sentimientos anti gobierno y cuando se alcanza la masa crítica culpan al Gobierno”.
Vemos en los hechos cómo actúa “el filtro burbuja”, las redes sociales (tanto dentro como fuera de Cuba), exponen sólo los hechos que convienen a los intereses de sus dueños, sin mostrar la realidad completa; esto es la misma denuncia hecha por el canciller cubano, Bruno Rodríguez, quien señaló a Twitter de «alterar los sistemas de geolocalización de las cuentas», es decir, que los mensajes de auxilio y denuncia no venían de la isla, venían desde fuera, amplificando así, artificialmente las manifestaciones.
Otro punto que se suma a la ecuación es la dimensión de las marchas, donde usuarios, queriendo dar una magnitud mayor a la que ocurría, hicieron uso de fotos de diferentes años y países; fotos de Buenos Aires del triunfo de Argentina en la Copa América, hasta fotos de las protestas en Egipto de 2011. De repente, todo el mundo se creyó en el papel de juez y verdugo, de gran conocedor de la historia cubana y la geopolítica, culpando “a la maldita dictadura castrista”, sin apenas conocer la historia y sin verificar lo que les llega a sus manos.
El fenómeno, aunque lo veamos inofensivo, está afectando la manera en que vemos al mundo. Todos creen en la realidad artificial creada por los gigantes tecnológicos, con cosas “suaves” y fáciles de digerir, un espacio donde nos sentimos a gusto. Si nunca nos enfrentamos a la fría y dura realidad, jamás podremos verificar, afrontar los hechos y cambiar lo que se tenga que cambiar. De lo contrario, como en Cuba, caeremos rendidos ante lo que nos pongan enfrente, aunque vaya en contra de nuestros propios intereses y la soberanía de nuestra nación. La tarea no es abandonar las redes, es llevar a ellas la realidad y romper la burbuja que nos domina.