Como puede verse, las familias de Tláhuac, agredidas en las inmediaciones del Zócalo, no son una excepción sino integrantes de un mar de gente con carencias de todo tipo en esta ciudad pomposamente llamada “de libertades y derechos”.
Homero Aguirre Enríquez
El lunes 16 de agosto presenciamos cómo fueron agredidos por policías capitalinos algunos habitantes de Tláhuac, que acudieron por enésima vez a pedir ayuda a Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la Ciudad de México, porque las colonias donde viven están inundadas de aguas negras. Sheinbaum no los atendió, estaba tomándose la foto en un edificio donde ocurrió una explosión de gas; tampoco los recibió el flamante secretario de Gobierno Martí Batres o algún otro funcionario. La recepción estuvo a cargo de un agresivo grupo de granaderos que la emprendió a empujones, puñetazos y patadas contra los manifestantes que osaron intentar acercarse al Zócalo capitalino, donde se exhibe el minúsculo y manipulador homenaje de cartón piedra a la antigua grandeza mexica.
A casi una semana de la brutal agresión, y varios meses después de las intensas lluvias, cientos de familias de colonias como La Habana, San José y La Ciénega siguen viviendo en medio de una repugnante laguna de desechos que los enferma del cuerpo y los subleva justamente. Y no es un incidente meteorológico inusitado lo que los mantiene en esas villas miseria: esas colonias existen desde hace décadas, algunas fueron fundadas por correligionarios de la actual jefa de gobierno, las han agremiado a sus filas para agenciarse votos y han sido abandonadas a su suerte cuando los sucesivos colores partidarios han llegado al poder. Ahora, sentados en la silla del poder, los morenistas las descalifican, las tachan de “irregulares” pero no mueven un dedo ni aplican un peso del presupuesto público para regularizarlas o crear zonas de crecimiento poblacional con todos los servicios; hoy, a esos habitantes los desalojan a golpes y los condenan a seguir en el abandono y la miseria. Morena, con distintos uniformes, los ha traicionado desde hace años. Esto ocurre en la capital de México, gobernada desde hace 24 años por el grupo político que encabeza López Obrador y hoy despacha en Palacio Nacional, tras varios cambios de bandera partidaria para que los electores vean que son algo “nuevo y revolucionario”.
Algún lector podrá objetar que, siendo grave y condenable el acto represivo y la indiferencia y abandono que sufren los vecinos de Tláhuac, lo aquí expuesto no basta para calificar de negativa la gestión de los ahora morenistas al frente de la capital del país. Y en efecto, como una golondrina no hace verano, expongo aquí datos y argumentos generales para juzgar si la Ciudad de México puede ser tomada como el modelo que López Obrador y sus huestes ofrecen al país, o es la evidencia contundente de que no son capaces de sacar de la pobreza a un pueblo construyendo un país más equilibrado, sino que son simples distribuidores de dádivas en las coyunturas electorales.
“La Ciudad de México es un lugar de extremos: posee una gran riqueza histórica, cultural y arquitectónica, y contiene focos de lujo material y riqueza financiera. Sin embargo, la mayoría de la población lucha por sobrevivir con salarios bajos, y muchos no pueden pagar las necesidades básicas de una vida segura y no disfrutan de servicios públicos e infraestructura confiables o efectivos. Estas desigualdades en los medios de vida y el bienestar material se ven agravadas por la exclusión a la que se enfrentan, entre otros grupos, las personas que son identificadas como indígenas”, resume el informe de Oxfam, el CIDE y la revista Chilango, coautores del estudio “Rostros de la desigualdad: Desigualdades Multidimensionales en la Ciudad de México”, que ha sido acompañado por un abundante material audiovisual que exhibe esos extremos de gran riqueza y extrema pobreza… como la que sufren las familias golpeadas de Tláhuac, la misma alcaldía que padeció el derrumbe impune del Metro y muchas otras calamidades.
Pero hay más evidencias, según el Coneval, en los dos primeros años del gobierno de López Obrador, la pobreza extrema en la Ciudad de México aumentó en un 169%, de 152 mil personas reportadas en 2018, se pasó a más de 400 mil personas que padecen rezago educativo, acceso a los servicios de salud, acceso a servicios básicos de vivienda y acceso a la alimentación. Como puede verse, las familias de Tláhuac, agredidas en las inmediaciones del Zócalo, no son una excepción sino integrantes de un mar de gente con carencias de todo tipo en esta ciudad pomposamente llamada “de libertades y derechos”.
La inconformidad está creciendo aceleradamente en la capital del país y ya se encendieron las alarmas de los resultados electorales contrarios a Morena; no es verdad que las delegaciones que perdió Morena estén habitadas por pura gente acomodada y que suspira por los privilegios, como sostiene el discurso facilón y falso del presidente y su partido. En toda la Ciudad de México crece la pobreza, el desamparo y la inseguridad, al grado que el principal jefe policiaco recibió una lluvia de balas de un comando que intentó asesinarlo en medio de su convoy blindado, ¿qué espera el ciudadano de a pie?
El informe de la OXFAM y asociados plantea de manera correcta: “para atender estas variedades de desigualdad, por lo tanto, se requieren políticas que apunten a reducir las brechas de ingreso, aún si enfrentan fuerte resistencia de parte de los grupos de mayores ingresos: alzas al salario mínimo, defensa de derechos laborales, mayores tasas de impuestos para los hogares de mayores ingresos y riqueza, y mayor gasto en servicios e inversión pública”, y se pregunta si el gobierno realizará esas transformaciones y destinará así mayores recursos a los más pobres. Sin ningún tipo de dudas afirmo que ni el Gobierno de López Obrador ni el de Sheinbaum moverán un dedo ni afectarán en lo más mínimo a los grupos de poder que concentran el ingreso nacional y de la capital. Para Morena es más fácil agredir a un grupo de desamparados que incomodar con un impuesto a los poderosos, esos que pueden provocar tragedias y simplemente sacar la chequera para que nadie los toque.
Estos son algunos de los podridos frutos de Morena en la Ciudad de México. Y si ese partido no ha podido atenuar siquiera la desigualdad y la pobreza en la Ciudad de México en casi un cuarto de siglo de gobernarla, tampoco lo hará en todo el país. Esa es una tarea gigantesca que solo un pueblo gigante y organizado podrá cumplir, llegado el momento. Y llegará.