El gobernador García Jiménez ha asumido una actitud de indolencia e insensibilidad ante el dolor de miles de familias, a diferencia de mandatarios veracruzanos del pasado y de la actualidad en otros estados, a los cuales se les ve mayor preocupación.
Samuel Aguirre Ochoa
Es difícil hacerse claridad en los medios de comunicación de datos confiables de la magnitud de los desastres causados por los dos últimos huracanes que han golpeado a nuestro país en el presente mes de agosto: Grace que azotó a varios estados del centro de la república el día 22 y Nora que está golpeando estados del Pacífico apenas en estos días, y no es bueno ni ayuda ponerse a inventar cifras con el fin de escandalizar, cuando no se tienen datos seguros sobre los hechos. Los noticieros de televisión no han desplazado a sus reporteros a las zonas de desastres a cubrir los eventos, tal vez por temor a los ataques y descalificaciones desde el tribunal de las mañaneras.
A pesar de eso, no hay duda de que los afectados suman cientos de miles de familias que han perdido todo o casi todo su escaso patrimonio, incluyendo viviendas, enseres domésticos, plantaciones agrícolas y animales domésticos. Miles de familias están viviendo a la intemperie porque sus casas fueron destruidas, están sin servicio de luz eléctrica, sin comunicación telefónica, sin comida y sin agua para tomar.
En el caso de Veracruz, a pesar de que el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, anunció en las instalaciones del cuartel militar El Lencero el 25 de agosto, que “no habría límite presupuestal, lo que se necesite. Se va a apoyar a los damnificados, a la gente afectada por lluvias, por los vientos, derrumbes, a todos los damnificados”, después de 9 días del paso del huracán Grace no se tiene un plan diseñado para enfrentar los daños causados por éste.
En los municipios más golpeados, como Papantla, por ejemplo, apenas se está levantando un censo por parte de los Servidores de la Nación, sesgado, por cierto, favoreciendo a los simpatizantes de Morena, para detectar a los afectados, lo que está ocasionando la desesperación de la gente que no sabe a quién recurrir. En el caso de los productores agrícolas de San Rafael y Tecolutla que sufrieron afectaciones en sus plantíos, ya recibieron una respuesta del Gobierno del estado, a través de la Sedarpa, quien le adelantó que no tenían ningún apoyo contemplado para ellos, que el gobierno estatal no contrató nada de seguros catastróficos para este año. Me informaron, con reconocimiento, de la presencia y ayuda de las Fuerzas Armadas en la apertura de caminos y calles que fueron afectados, pero no se habla de la compra de terrenos para reubicar a las personas que están asentadas en zonas de alto riesgo.
El gobernador Cuitláhuac García Jiménez se ha desatado publicando en redes sociales para hablar de los apoyos que el gobierno está dando a los veracruzanos, publicaciones que son motivo de burla e indignación de la ciudadanía, porque los apoyos son verdaderas migajas que no resuelven los problemas de los damnificados y porque dichas migajas están llegando a muy pocos lugares. Para desastres como estos siempre han sido pocos los recursos que los gobiernos han destinado, pero en el caso de la Cuarta Transformación son muy escasos, hasta el momento, rayan en el ridículo. El gobernador García Jiménez ha asumido una actitud de indolencia e insensibilidad ante el dolor de miles de familias, a diferencia de mandatarios veracruzanos del pasado y de la actualidad en otros estados, a los cuales se les ve mayor preocupación.
Además de la autocensura de los medios de comunicación, la falta de señal telefónica en las zonas afectadas no ha permitido que la opinión pública se haya hecho claridad de la verdadera dimensión del desastre a través de las redes sociales, y que la mayoría nos conformemos con imaginar que todo es culpa de los fenómenos meteorológicos, de los vientos y lluvias causados por los huracanes. Pero fenómenos como estos son recurrentes en nuestro país y un gobierno más eficiente, bien pudo preveer y preparar a la población con mayor anticipación, para que los huracanes no los tomaran tan desprevenidos. Un gobierno que dice estar del lado de los pobres, quienes generalmente son los más afectados, debería asumir una actitud más humanista para apoyar a las familias dañadas, que llevan ya días sufriendo la falta de apoyos gubernamentales, padeciendo la falta de comida, de techo, de luz eléctrica y medios de comunicación.
Este gobierno, que se dice de los pobres, desapareció los fondos (FONDEN) con que se les podía ayudar en casos de desastres naturales, al igual que desapareció infinidad de programas sociales que eran buenos para la gente pobre, como el Seguro Popular, el PROSPERA, las guarderías infantiles, los comedores comunitarios, los apoyos a los niños con cáncer, etc., y en su lugar estableció otros que son más inoperantes, tal como quedó de manifiesto en el informe del 5 de agosto del Coneval en donde se establece que: del 2018 al 2020 el número de pobres en México aumentó de 51.9 a 55.7 millones, 3.8 millones más en los dos años de la Cuarta Transformación. En este período el ingreso promedio de las familias pobres cayó en 10.7%. Además, dichos programas están diseñados para apoyar a los ricos, pues el porcentaje de apoyos a personas con ingresos altos en este gobierno se incrementó visiblemente de acuerdo con Máximo Ernesto Jaramillo-Molina, investigador del Colmex, quien sostiene que el incremento en transferencias monetarias directas en becas para adultos mayores para el decil más rico fue de 457%, mientras que para el más pobre solo fue de 17%.
A todos los afectados que hoy están sin el apoyo mínimo que necesitan, los invito a que reflexionemos y aprendamos la valiosa, aunque dolorosa, lección que da siempre la desgracia. Porque aunque eso no les dará de comer mañana ni vivienda, en el mediano y largo plazo sí les dará algo mucho mejor y más importante: la capacidad de entender que es obligación del gobierno prevenir los desastres naturales, alertar a la población del peligro y exigir al gobierno, sea el que sea y como quiera que se llame, que lleve a cabo la inversión necesaria para rescatar los bienes de las familias afectadas, atendiendo los problemas de vivienda hasta los de la producción en el campo y la ciudad, porque es su obligación legal, pues ellos manejan los dineros de nuestros impuestos. Exigirle al gobierno que no actúe de manera irresponsable y demagógica, prometiendo ante la desgracia de los mexicanos, cosas que no va a cumplir. Que de hacerlo quedará desenmascarado como un gobierno que se burla de la desgracia del pueblo al que dice representar y defender. Por este medio hago un llamado al gobierno del presidente López Obrador para que cumpla lo que prometió en su mañanera desde el cuartel militar.
Además, jamás debemos permanecer pasivos ante nuestros propios problemas y carencias, sean los de todos los días o súbitos como el que nos golpea hoy. Tenemos que aprender a confiar más en nuestras propias fuerzas, en nuestra capacidad para enfrentar y resolver cualquier problema, siempre y cuando luchemos unidos y organizados todos los que somos y nos sentimos pueblo, pueblo humilde y trabajador, que suda todo lo que viste y tiene.Por qué no aprovechar la situación de desastre de hoy para comenzar a formar en cada pueblo o colonia un comité formado por los mejores hombres y mujeres, cuya tarea sea preparar durante todo el año las medidas a tomar, los materiales indispensables y los lugares más adecuados para los albergues, para tener todo listo en caso de otra emergencia. El pueblo aprende a pensar bien y a organizarse, aunque sea obligado por los golpes de la desgracia, encontrará al fin, la salida al laberinto de la pobreza, enfermedad, violencia y marginación en el que hoy se encuentra y se siente perdido. Y en el que lo quieren mantener los gobiernos de Morena.