En México hay un déficit de 9.4 millones de viviendas, reconoció hace poco Román Meyer, titular de la Sedatu; si en cada vivienda habitan en promedio 4 personas, estamos hablando de casi 37 millones que se ven obligadas a vivir hacinadas, en casas construidas con material de desecho o de plano viven en la calle o en las alcantarillas.
Homero Aguirre Enríquez
Al igual que muchos mexicanos, me quedé esperando que el presidente informara en dónde está registrado en el presupuesto federal y en qué fue gastado el billón 400 mil millones de pesos que presume haber ahorrado en su épica batalla contra la corrupción.
En vez de eso, recibimos otra vez un costal de generalidades vacías del tipo de “la transformación está en marcha”; muchísimas mentiras (la consultora SPIN documentó 88 afirmaciones falsas, engañosas o no comprobables, en menos de una hora de informe), aunque dichas con aplomo como ordena el manual del manipulador usado por la 4T, datos que se dan de topes con los publicados por algunas áreas del Gobierno y diversos analistas, como la enorme cantidad de homicidios -que ese sí es un verdadero y sangriento “récord” que marcará a su gobierno; los feminicidios al alza; el cuarto lugar mundial en muertos por Covid-19; el decrecimiento económico y el desempleo galopante; que falta por vacunarse 7 de cada 10 mexicanos, etcétera. Y el colmo fue que haya presumido como un logro de su gobierno que los migrantes envíen 7,600 pesos mensuales a 10 millones de familias, algo en lo que no tienen absolutamente ningún mérito el presidente y su gobierno y es más bien una acusación respecto a la incapacidad de él y de otros más que han ocupado el puesto presidencial para crear fuentes de empleo en México.
Si fuera cierto ese ahorro de 1.4 billones que informó el presidente, ¿Por qué no dice de dónde salió y en qué se gastó? ¿es demasiado pedirle que alguno de los indicadores de pobreza ya se hubiera abatido en alguna medida con una parte de esos cuantiosos recursos fruto de “su honestidad y valor para enfrentar a los corruptos”? Por ejemplo, si hubiera informado que millones de mexicanos ya no padecen falta de servicios y tienen vivienda, eso sí sería un verdadero récord, un resultado tangible y plausible de avance en su lema de “primero los pobres”.
En 2017, en uno de esos libros que ha publicado al vapor, el ahora presidente prometió que, de llegar a la presidencia del país, acabaría con la corrupción y México tendría cada año un ahorro de 500 mil millones anuales (2018, la salida, p. 132), con los cuales haría maravillas para que la gente dejara de ser pobre y marginada (le ahorro al lector la lista de todas las promesas de lo que supuestamente se resolvería con ese ahorro), todo ello sin necesidad de aumentar impuestos ni endeudar más al país. Pero, por tercer año consecutivo ese ahorro no apareció por ningún lado en las arcas públicas, solo existe en el texto que leyó el presidente delante de su selecto grupo de incondicionales aplaudidores. A estas alturas del sexenio no hay duda que estamos ante una de esas mentiras gordas de las que algún día tendrá que dar cuenta el presidente.
Pongamos un ejemplo irrefutable, veamos cómo ha abordado la 4T el problema de la carencia de vivienda, uno de los azotes que padecen millones de mexicanos. En México hay un déficit de 9.4 millones de viviendas, reconoció hace poco Román Meyer, titular de la Sedatu; si en cada vivienda habitan en promedio 4 personas, estamos hablando de casi 37 millones que se ven obligadas a vivir hacinadas, en casas construidas con material de desecho o de plano viven en la calle o en las alcantarillas. Mucha de la inconformidad con los gobiernos neoliberales se acumuló porque nunca hicieron algo en serio para acabar con este grave problema, limitándose a autorizar fraccionamientos para ofrecer a precio de oro casas pequeñas y mal hechas, un negocio que hizo millonarios a algunos cuantos. En cuanto a los programas para hacer un cuarto adicional o alguna mejora en las casas de la gente pobre, siempre fueron muy escasos y marginales y rondaban las 110 mil acciones cada año, una gota minúscula en un mar de necesidad.
Eso era lo que hacían los corruptos y neoliberales, ya se sabe que por ese y otros malos resultados igualmente empobrecedores fueron derrotados y sacados del poder, pero… ¿qué han hecho López Obrador y Morena? ¿Cuántas casas han construido, ampliado o mejorado a favor de quienes no tienen ingreso para construir o comprar una? ¿Cuántos miles de millones de pesos de ese supuesto ahorro, o del presupuesto federal ordinario, se dedicaron a resolver este grave problema que tiene sufriendo a tantos compatriotas? La respuesta la encontramos en ese cúmulo de verborrea leído el 1 de septiembre en Palacio Nacional: “se han entregado en todo el país 111 mil apoyos para construcción, mejoramiento y ampliación de vivienda”, leyó sin rubor el presidente, ¡la misma raquítica cifra entregada en el último año de Peña Nieto, hace tres años!, una verdadera burla, el mismo desamparo de siempre, el mismo engaño de la clase política hacia un pueblo que no ha encontrado aún el camino para hacerse cargo de su destino y sigue confiando en palabras y promesas.
El pueblo de México debe hacerse cargo de construir un mejor futuro para sus hijos, los pésimos resultados obtenidos hasta la fecha por el gobierno morenista así lo demuestran. El mayor daño que ha causado la llegada de López Obrador a la presidencia es generar la falsa expectativa de que un hombre providencial se hará cargo de resolver los problemas nacionales y el pueblo sólo tendrá que ser receptor feliz y pasivo de ese maná que caiga del cielo, algo que nunca ocurrirá. Abramos los ojos y redoblemos la lucha para educar y organizar a millones de mexicanos en una fuerza social. Urge.