Los grupos organizados debemos hacer sentir nuestro peso social en las redes sociales y usarlas a favor de nuestras causas, aunque ese no sea el propósito de quienes las crearon.
Homero Aguirre Enríquez
El reciente anuncio de Mark Zuckerberg, dueño de Facebook, Instagram y WhatsApp -y uno de los hombres más ricos del mundo-, respecto a que cambiará el nombre de su empresa, la potenciará e incorporará nuevas funciones que incluyen el uso de realidad virtual para que, por ejemplo, los usuarios interactúen como si estuvieran viendo un juego animado donde los protagonistas son ellos mismos en una reunión o haciendo compras en las que se podrán medir la ropa hasta encontrar la que les ajuste y agrade, ha vuelto a poner a la orden del día la discusión sobre la verdadera naturaleza y utilidad que tienen las denominadas redes sociales, presentadas por sus promotores como inocentes canales para la expresión y el intercambio libre de ideas entre todos los seres humanos sin excepción.
Creo que tienen razón quienes advierten sobre el lado negativo que representa la monstruosa y nunca antes vista influencia de unas cuantas plataformas tecnológicas que tienen acceso a los datos de miles de millones de usuarios (la empresa de Zuckerberg tiene alrededor de 2,900 millones personas -casi el 40% de los habitantes de nuestro planeta- inscritas en sus tres plataformas, mientras que Google tiene más de 6 mil millones de consultas diarias). Nunca antes como ahora había sido tan elocuente y verdadera la frase aquella de “información es poder”.
Particularmente agudas han sido las críticas de Julian Assange, programador y fundador del sitio WikiLeaks, quien dijo hace algunos años -antes de ser encarcelado para silenciarlo- que “Facebook es la máquina de espionaje más horrorosa de la historia”. «Google y Facebook están en el negocio de ser como una agencia de espionaje. Es su modelo de negocios: recolectar toda la información que puedan de la mayor cantidad de gente en todo el mundo, como sea posible, usando servicios libres. Toman esa información de las personas, igual que como se pesca un pez, y la colocan en enormes bases de datos donde ordenan esa información», escribió en su libro titulado Cuando Google encontró a Facebook” … «Hacen dossiers (expedientes) de cada persona en relación a sus intereses para hacerla más predecible y vender esos perfiles a los anunciantes. Ese es el negocio”… «Un 98% de las comunicaciones de América Latina son interceptadas por la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) al pasar a través de Estados Unidos al resto del mundo», sostuvo el experto informático en 2015, en una entrevista para el diario colombiano El Mostrador.
Es tal el poder de esas plataformas, que ha quedado muy corta la comparación que se hace de de ellas con el Big Brother (Gran Hermano), personaje omnipresente pero jamás visto, que se encarga de infundir respeto y temor mediante la vigilancia absoluta de cada uno los habitantes de un hipotético país en la novela 1984, de George Orwell. Veamos un ejemplo de las potencialidades aumentadas del moderno Gran Hermano: “Según la denuncia del Fiscal General de Nuevo México (Estados Unidos), en el año 2020 la gran empresa norteamericana (Google, en este caso) espió a millones de niños en sus hogares y centros escolares con el fin de recopilar datos de su localización, las páginas web que visitaban, los vídeos de YouTube que visualizan, sus grabaciones de voz y hasta los contactos de sus agendas”… “En definitiva, el Gran Hermano quiere saberlo todo sobre nosotros por el medio que sea, legal o ilegal, porque saber nuestras comidas favoritas, nuestros gustos, nuestros hobbies, nuestras necesidades o nuestras localizaciones permite vendernos mejor aquello que en cada momento pudiéramos desear”, escribió Luis Gonzalo Segura en un artículo publicado por la agencia RT.
Y si así están las cosas con las redes sociales, si tienen tal poder de manipulación, ¿debemos renunciar a la posibilidad de la comunicación instantánea y sin costo con miles de personas de todo el mundo, que ofrecen esas trasnacionales a cambio de recopilar nuestros datos para venderlos a las empresas o a políticos de todo pelaje para sus planes de control planetario o local? ¿Podemos y debemos bloquearlas y eliminarlas de nuestra vida cotidiana? Una respuesta la ha dado el gobierno de China, quien ha decidido bloquear o limitar las redes sociales occidentales y generar sus propias redes: “Los chinos no usan Google, ni tampoco lo necesitan. Mientras millones de usuarios tiemblan por cómo cambiarían sus vidas si no pudieran acceder con sus móviles Huawei a las herramientas del gigante estadounidense, los chinos viven en su propio ciberecosistema y ni se acuerdan de que existe”, escribió Paula Escalada en un artículo publicado en el diario español ABC. Evidentemente, esa solución no está al alcance de los habitantes de otras naciones, como México, estrechamente ligadas y controladas por los Estados Unidos (aunque Lopez Obrador diga que aquí ya somos independientes y dejamos atrás al neoliberalismo).
Sostengo que en nuestro país, lleno de problemas sociales como la pobreza, la desigualdad, los homicidios llegando a cifras de horror, el acoso político y las mentiras descaradas del “mesías” presidencial, la manipulación sistemática de la consciencia de millones de mexicanos para que se resignen a su suerte a cambio de algunos “programas sociales”, debemos correr el riesgo de usar las redes sociales siempre y cuando también nos sirvan para denunciar lo mal que está el país y proponer alternativas, para llamar a organizarse a millones de mexicanos y crear una fuerza social unificada, para despertar la indignación por los atropellos y la manipulación. Los grupos organizados debemos hacer sentir nuestro peso social en las redes sociales y usarlas a favor de nuestras causas, aunque ese no sea el propósito de quienes las crearon. Sin renunciar a crear una estructura que se reúna presencialmente y opere en todo el México, nos queda una enorme tarea que cumplir por parte de todos los luchadores sociales: convencer a los mexicanos de la urgencia de convertir las redes sociales en una arena de lucha ideológica y política sostenida por gente real, de carne y hueso, que poco a poco renuncie a la afición de perder el tiempo consumiendo contenidos insustanciales y manipuladores y llene las redes de su exigencia de un mundo mejor, más justo y fraternal para todos.
Usemos las redes sociales para despertar al pueblo llamándolo al estudio y a la lucha civil por sus derechos; en ese sentido, los invito a escuchar cada jueves, a las 7 de la noche, el mensaje que dirige a todos los mexicanos, a través de las redes sociales, el Ing. Aquiles Córdova Morán, dirigente nacional del Movimiento Antorchista. Aprenderán mucho, recibirán ideas profundas y propuestas transformadoras de nuestra patria y concluirán que un mundo mejor es necesario y posible, si nos unimos.