Se cree que durante las tres oleadas que se vivieron mató cinco veces más personas que las fallecidas durante la Primera Guerra Mundial.
Sofía Cruz Lugo
Desde que en marzo de 2020 se declaró a el virus de covid-19 como una pandemia, es decir una enfermedad contagiosa con capacidad de extenderse a todo el mundo y con alto índice de mortalidad; la mayoría de la población se ha olvidado de que en su momento la influenza, coloquialmente llamada gripe, infección viral común que también puede ser mortal, en su momento surgió y se propagó, con niveles de contagio y mortalidad, sin precedentes en la historia mundial. Los humanos hemos aprendido a sobrevivir a la influenza, desde su surgimiento hasta los tiempos actuales, pero sigue siendo un problema de salud pública que conviene recordar y tener presente, porque como sucede con otras enfermedades, algunas de ellas previsibles y fáciles de curar, ocasiona miles de muertes entre la población menos favorecida económicamente, es decir, entre las familias de trabajadores de la ciudad y el campo.
La última pandemia que cruzó el mundo antes de la llegada de la covid-19, fue la llamada gripe española (la influenza tipo AH1N1) se desconoce la cifra exacta de víctimas mortales a causa de esa enfermedad, considerada una de las más devastadoras a las que se ha enfrentado el ser humano, unas autoridades sostiene que mató entre 1918 y 1920 a 40 millones de personas, otros datos oficiales manejan que hasta 50 millones de personas sucumbieron en todo el mundo a causa de la influenza. Se cree que durante las tres oleadas que se vivieron mató cinco veces más personas que las fallecidas durante la Primera Guerra Mundial.
En el año de 1918 México, estaba saliendo del proceso revolucionario donde el pueblo se levantó en armas, el país estaba debilitado, su infraestructura y economía destrozadas, la brecha de la desigualdad entre ricos y pobres se había profundizado. Tal eran las condiciones en las que se encontraba el país, evidentemente no estaba ni remotamente preparado, desde el punto de vista sanitario, para enfrentar una pandemia de tales proporciones. En octubre de ese año se presume que la influenza llegó, principalmente, por la frontera norte y por los puertos del golfo. El cuadro sintomático en lo general consistía en jaquecas intensas, dolor corporal, inflamación en la garganta y fiebre de 38 a 40°C. Si la situación se complicaba podía llevar a vómito, diarrea y hemorragias nasales, faríngeas y gástricas, así como a dificultades respiratorias, razón por la cual se le confundía con bronquitis, neumonías y bronconeumonías.
Como siempre el pueblo trabajador fue el que más sufrió los dolores y la pérdida de vidas, porque al igual que ahora, sus recursos económicos eran insuficientes para costearse el tratamiento; conforme la enfermedad empeoró y la medicina escaseó, los medicamentos aumentaron sus precios (la quinina pasó de 80 pesos a 400 pesos en unas semanas), razón que llevó a los más pobres a utilizar remedios como el té de canela con alcohol, aguardientes con limón y otros remedios a base de yerbas. El sistema sanitario se vio rebasado y se ordenó el confinamiento total de los enfermos en sus domicilios bajo pena de multa, donde los más pobres tuvieron que recurrir al cuidado personal de sus familiares valiéndose de remedios tradicionales y encomendarse a dios por medio de muchas oraciones, al no poder contratar a médicos por su alto costo. Al final, entre 300 mil y 500 mil mexicanos perecieron en el otoño de 1918.
Aunque los hechos referidos sucedieron hace más de cien años, los debemos tener presentes, porque, si bien es cierto, la mejoría en los sistemas sanitarios, el conocimiento de los virus como causantes de enfermedades y la creación de las vacunas para evitar contagios y prevenir su propagación, lograron que pandemia de la influenza fuera controlada, no quiere decir que los daños que ocasiona a la salud del pueblo, principalmente del pueblo trabajador, hayan desaparecido.
La influenza es una enfermedad con la que coexistimos hasta la actualidad, por un lado, causa daños a la salud de la población, y por otro, afecta la economía del país. En un estudio realizado por la CEPAL para evaluar los efectos de la influenza durante el año 2009, arrojó los siguientes resultados: las estimaciones realizadas acerca de las pérdidas, ascienden a 127,360 millones de pesos, el monto de este desastre sanitario, es superior con creces a muchos de los desastres de origen natural, ocurridos en el pasado reciente. Representa varias veces el monto de los daños causados por el sismo de 1985 o las inundaciones en Tabasco en el año 2007. La única diferencia es que la pandemia de la influenza no causa destrucción de infraestructura física.
En ese año, como ha ocurrido con la actual pandemia de Covid-19, uno de los estados más afectados por las pérdidas económicas fue Quintana Roo, con información disponible de las cuentas nacionales puestas a disposición por el INEGI, se pudo estimar que el impacto negativo sobre el crecimiento en el estado fue de 4.9 % del producto interno bruto estatal. Dichas cifras revelaron la vulnerabilidad del estado ante un evento de pandemia, por su alta dependencia del turismo para generar ingresos y actividad económica en general.
Cada año, durante la temporada de la influenza estacional, que dura de octubre a marzo, Quintana Roo se sitúa en los primeros sitios de casos de dicha enfermedad: por ejemplo, en la temporada 2019-2020 estuvo en segundo lugar de los estados con más casos confirmados, y en primer lugar de los estados con mayor número de defunciones. En la actual temporada, al 7 de diciembre de 2021, concentra el 30% de casos de influenza detectados en México, además, ya registró la primera muerte a causa del virus.
De acuerdo a la información hasta aquí expuesta, es evidente que la influenza, enfermedad que recorrió el mundo causando millones de muertes hace más de cien años, no ha desaparecido, sigue siendo una enfermedad vigente, porque a pesar de que se han desarrollado vacunas para controlar su propagación, cada año sigue siendo la causa de daños a la salud y a la economía de la población, debida a la disminución de la actividad económica; sobre todo de la actividad turística en el caso de Quintana Roo.
Debemos oponernos con todos los medios posibles a que el gobierno federal, persista en los recortes al sector salud, porque actualmente el pueblo trabajador no solo se enfrenta a la temporada de la influenza estacional, sino a la pandemia de la covid-19, que ya va por la cuarta ola, con mutaciones que crean variantes para las cuales aún no se sabe si las vacunas actuales podrán ser efectivas.
Los mexicanos debemos tener claro que el actual gobierno federal, mal llamado de la 4T, no tiene entre sus prioridades la salud del pueblo, porque no está destinando recursos para fortalecer y apoyar la investigación básica y aplicada, ni a la infraestructura para el estudio de la influenza, del COVID-19, ni de otro tipo de enfermedades en México; tampoco está financiando la formación de recursos humanos y el entrenamiento técnico para apoyar acciones de prevención y control, ni mucho menos, está dispuesto a invertir en el desarrollo de vacunas para humanos a través de la colaboración con las instituciones científicas mexicanas. El pueblo trabajador debe tomar conciencia de que necesita tomar el poder en sus manos para darse la salud que merece, como creador que es de la riqueza social, de lo contrario seguirá poniendo los muertos cada vez que haya una nueva pandemia.