¿Cómo, entonces, las clases populares sortearán la presente ola de contagios? Evidentemente, no pueden sobrevivir encerrados en sus casas sin ningún apoyo gubernamental
Adriana Argudín Palavicini
Cada día que transcurre se establece un nuevo récord de contagios por el coronavirus (SARS-CoV-2). Apenas el miércoles 12, el reporte técnico que a diario da a conocer la Secretaría de Salud dio cuenta de 44 mil 187 nuevos casos confirmados en las últimas 24 horas, confirmándose así lo que los especialistas ya habían advertido acerca de la rapidez con que se propaga la nueva cepa ómicron, pues dicha cantidad representa 37 mil 561 casos más que los contabilizados el día anterior. A pesar de la gravedad de la situación, las medidas adoptadas por el gobierno federal distan mucho de estar a la altura de lo que la población necesita ante esta emergencia nacional y, a pesar de las 301 mil 107 defunciones acumuladas, el discurso de las autoridades de salud y del propio presidente Andrés Manuel López Obrador sigue siendo el mismo, e incluso, con recomendaciones cada vez más ridículas y, por lo mismo, que insultan la inteligencia de los mexicanos.
Tampoco hay cambios en las medidas adoptadas; salvo por el regreso a clases, cuya cancelación habría más bien que adjudicársele a los maestros y a los padres de familia que a la secretaria de educación pública Delfina Gómez, el resto de actividades sigue igual, con algunas restricciones en ciertos estados de la república, pero esencialmente todo está abierto: fábricas, talleres, mercados, plazas públicas, museos, restaurantes, bancos, aeropuertos, puertos, tiendas de todo tipo, etc. No se trata aquí de criticar la necesidad que tiene la gente de trabajar y ganarse su sustento y el de su familia, ni tampoco la de los dueños de establecimientos de todo tipo que viven de ellos, sino de sancionar la falta total de apoyo del gobierno federal desde el inicio de la pandemia que, como bien se sabe, ante el “quédate en casa”, no quiso apoyar ni con una mísera despensa a las familias más necesitadas que clamaban por alimento colocando banderas blancas afuera de sus maltrechas viviendas, también se negó en redondo a apoyar a las micro, pequeñas y medianas empresas para evitar su quiebra, por lo que alrededor de dos millones de esas empresas tuvieron que cerrar y mandar a la calle a miles de trabajadores. Ha habido, pues, una cerrazón total del gobierno de la república que, pasada la tercera ola, vemos que raya francamente en una política homicida.
La pandemia ha colocado en una terrible situación económica a millones de familias mexicanas, situación que se agrava con la inflación que ahora nos azota, que es la más alta en veinte años, así como la falta de recuperación de los empleos que había poco antes de estallar la pandemia. En conclusión, la pobreza se agudizará y habrá más pobres. ¿Cómo, entonces, las clases populares sortearán la presente ola de contagios? Evidentemente, no pueden sobrevivir encerrados en sus casas sin ningún apoyo gubernamental, por lo que, como desde que inició la pandemia, tendrán que salir a la calle a ganarse la vida como puedan y donde puedan, lo cual, además, traerá una dispersión mayor de contagios de la nueva variante ómicron que ahora azota al mundo entero. El doctor Francisco Moreno Sánchez, Internista e Infectólogo en el Centro Médico ABC, quien ha tenido que atender a miles de enfermos por COVID-19, ha dicho recientemente que “es una irresponsabilidad no hacer pruebas a la población”, ya que “el 53 por ciento de la población no tiene síntomas, pero sí están contagiados”. Opinión que choca frontalmente con las recomendaciones del señor Hugo López-Gatell, que tiene el rimbombante cargo de subsecretario de prevención y promoción de la salud (¡!), pues ante esta realidad simplemente ha dicho que “en lugar de correr al quiosco a hacerse una prueba, lo que hay que hacer es quedarse en casa para evitar contagiar a otras personas”. ¡Y vuelve la mula al trigo! Pero por lo visto, los cientos de derechohabientes del IMSS que han hecho filas kilométricas en los últimos días afuera del Hospital General de La Raza en la ciudad de México para, entre otras cosas, practicarse la prueba, empiezan a ya no creerle al señor López-Gatell, quien ni previene ni promociona la salud.
A diferencia del gobierno de la 4T, en China, concretamente en la importante ciudad portuaria de Tianjin (considerada como uno de los grandes puntos de entrada a Pekín, la capital de China, de la que solo le separan 150 kilómetros), donde habitan 14 millones de personas, las autoridades han decretado un confinamiento parcial después de detectar ¡20 casos! de coronavirus en un solo día, dos de ellos por la variante ómicron. Entre otras medidas, han puesto en marcha una campaña masiva de pruebas y sus residentes solo podrán salir de la ciudad en casos de extrema necesidad y tendrán que presentar una prueba negativa realizada en las últimas 48 horas así como demostrar que son poseedores del llamado «código verde», es decir, que representan el nivel más bajo de riesgo de contagio, informa el Global Times (revista Proceso del 9 de enero de 2022). Ante este confinamiento parcial las autoridades locales tienen garantizado el abasto alimenticio y el apoyo económico a los residentes para que no pasen ni hambre ni apuros para solventar otras necesidades. Para evitar la propagación de la enfermedad, la población está consciente de que debe acatar las medidas en beneficio propio y de la comunidad, en ella no cabe pensar, como dijo López Obrador a mediados de mayo de 2020, refiriéndose al plan federal para volver a la “nueva normalidad”, que «este plan es de aplicación voluntaria, primero confiando en la responsabilidad de la gente y también garantizando las libertades, la libertad para todo, en lo más amplio”. Y ya vemos hasta dónde hemos llegado garantizando la libertad en lo más amplio.