En México la situación salarial ya era espantosa antes de la pandemia porque nuestro país ocupa uno de los últimos lugares en el nivel salarial, y se ha agudizado porque la emergencia sanitaria ha sido aprovechada por algunos para imponer salarios aún más bajos y jornadas extenuantes.
Homero Aguirre Enríquez
En muchos países, los salarios de los trabajadores han disminuido aún más durante la pandemia. El contraste de este grave hecho con el crecimiento de las grandes fortunas de los multimillonarios evidencia que el peso de las dificultades económicas se está echando una vez más sobre los hombros de los trabajadores, mismos que además han visto disminuidas drásticamente sus movilizaciones y otros mecanismos de lucha social por reivindicaciones laborales, lo que incrementa su indefensión ante los nuevos abusos.
En el “Informe mundial sobre salarios 2020-2021”, presentado recientemente por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y dedicado a analizar el comportamiento salarial en lo que va de la pandemia, se dice que “en el primer semestre de 2020, la crisis de la COVID-19 imprimió una presión a la baja en el nivel o en la tasa de crecimiento de los salarios medios de dos terceras partes de los países para los cuales se disponía de datos recientes”, y añade que “La crisis no ha tenido las mismas consecuencias para las mujeres que para los hombres; en particular, son ellas quienes más sufren los efectos adversos”. Y no es que antes crecieran mucho los salarios, ya desde entonces los incrementos eran bastante modestos, salvo en China, según reporta la OIT: “En los cuatro años anteriores a la pandemia de COVID-19 (2016-2019), el crecimiento del salario en el mundo osciló entre el 1,6 y el 2,2 por ciento… En las economías avanzadas del G-20, el crecimiento del salario real fluctuó entre el 0,4 y el 0,9 por ciento, pero en los países emergentes del G-20 aumentó con más rapidez hasta situarse entre el 3,5 y el 4,5 por ciento anual. Entre 2008 y 2019, el salario real se duplicó con creces en China… En cambio, en Italia, Japón y Reino Unido el salario real se redujo”.
Pero si vemos el otro lado de la moneda, a los ricos les ha ido de maravilla antes y durante la pandemia. Y no es la primera vez que una gran parte de la humanidad sufre enfermedad y muerte mientras que algunos pocos concentran riqueza. Lo mismo ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial, en donde al amparo del nazismo y sus atrocidades florecieron empresas como BMW, Krispy Kreme, Bosch, Loreal y otras más, mencionadas en un reportaje publicado por Forbes en el 2019: “Más de una docena de multimillonarios europeos tiene familias con un pasado nazi”. Y no fueron las únicas empresas, según el diario español ABC: “En la actualidad es imposible no haber visto un anuncio de Adidas en la televisión. Otro tanto sucede con Hugo Boss, una marca conocida en toda el mundo por la calidad y el diseño que ofrecen sus prendas. No obstante, tan cierto como esto es que estas dos empresas trabajaron, entre 1939 y 1945, para el régimen nazi de Adolf Hitler. La primera (conocida entonces como Geda) tuvo que ceder sus instalaciones al Tercer Reich para la fabricación de «Panzerschrecks» (lanzacohetes). La segunda, por su parte, tejió los uniformes de las tropas germanas”. “El dinero no huele”, pareciera ser la consigna de estos “grandes emprendedores”.
Volviendo a nuestra época, leemos en el diario EL PAÍS de diciembre del 2020: “El coronavirus ha estrujado las economías de miles de familias, pero no las de los más ricos. El año acaba con ganancias para la inmensa mayoría de ellos, ya que solo tres de las 20 personas más acaudaladas de planeta han visto mermar su riqueza este año. En conjunto, las 20 mayores fortunas terminan 2020 con un patrimonio conjunto que suma los 1,77 billones de dólares (1,44 billones de euros), lo representa un 24% más que hace un año, según el índice Bloomberg. Y en América Latina el crecimiento de las fortunas es aún más espeluznante, según el reporte de la BBC: “Durante la pandemia de covid-19 se disparó el gigantesco abismo que históricamente ha existido entre los más pobres y los dueños de grandes fortunas en Latinoamérica. El número de multimillonarios en la región subió de 76 a 107 y el total de la fortuna acumulada por el selecto club escaló de US$284 mil millones a US$480 mil millones. Es decir, en América Latina el número de personas más ricas aumentó 41% y el patrimonio combinado del selecto club se disparó 69%”. Aún está por hacerse el recuento del año 2021 y lo que dure la pandemia, pero no creo que haya ninguna tendencia diferente a la de hacer más pobres a los pobres, y multimillonarios a los muy ricos, a tal grado que algunos ya distraen su ocio en costosos viajes por el espacio exterior.
En México la situación salarial ya era espantosa antes de la pandemia porque nuestro país ocupa uno de los últimos lugares en el nivel salarial, y se ha agudizado porque la emergencia sanitaria ha sido aprovechada por algunos para imponer salarios aún más bajos y jornadas extenuantes. La indefensión de los trabajadores se puede calibrar con nitidez si atendemos a que el resultado de miles de revisiones de los contratos de trabajo han dado como resultado no un aumento salarial sino una disminución de 0.94% en el salario real, mismo que aún disminuirá más debido a la peor inflación sufrida en los últimos 20 años en México.
A manera de ejemplo claro de lo que padecen los asalariados en nuestro país, un trabajo publicado en piedepágina.mx, elaborado por Estefanie Hechenberg y Fernanda Anaya, investigadoras de Oxfam México, documenta que los jornaleros agrícolas: “Además de contar con jornadas extenuantes y salarios insuficientes – de apenas $146 a $310 pesos diarios – 93.4% de las personas que trabajan en el campo carecen de contrato, 90.9% no tiene acceso a instituciones de salud por parte de su trabajo y 85.3% no cuenta con prestaciones laborales. Eso implica que la gran mayoría de quienes conforman la población jornalera (8.5 millones, incluyendo las familias de las y los trabajadores), se encuentran en situación de pobreza y con profundas carencias sociales”.
Una situación así de grave y empobrecedora de los trabajadores, tanto que compromete la vida, el bienestar presentes y futuros de millones de personas de todo el mundo, no podrá ser resuelto más que con la acción coordinada y masiva de los mismos que están siendo afectados por los bajos salarios, la pobreza, la enfermedad y la muerte prematura. Para resolver un problema gigante, se necesita otro gigante: el pueblo organizado.