Los más afortunados -que son defendidos por algún grupo político o económico-, pueden seguir ejerciendo su oficio, sin embargo, la gran mayoría tiene que callar y bajar la cabeza mientras las injusticias siguen al por mayor.
Adrián Pablo
En una sociedad como la nuestra, donde la desigualdad reina; en la que la inmensa mayoría no tiene nada o tiene muy poco y en la que sólo unos cuantos concentran la mayor parte de la riqueza que se produce, es normal que los que se ven favorecidos busquen garantizar a toda costa que la situación nunca cambie; ese poder que se ejerce materialmente también se ejerce por la vía ideológica –que es más sutil-. No importa de qué se trate, de una mentira o de paliativos, mientras se alimente la idea de que las cosas deben permanecer igual.
Sin embargo, la misma desigualdad es la que descompone poco a poco la sociedad; muertes, hambruna, inseguridad o violencia hacen cada vez más difícil mantener esta idea de que todo debe seguir igual y provoca que las grandes mayorías vean la necesidad de cambiar la realidad. Para esto, el periodismo ha sido un arma de doble filo, ya que en su mayoría, sirve para difundir la misma ideología dominante, aquella que garantice su existencia, sin embargo, hay honrosos casos en los que el periodismo hace valer la voz popular, el descontento y los intereses de los más desprotegidos; debido a todo esto, los últimos se hacen acreedores de la persecución y odio de la clase dominante, que busca en primer lugar silenciarlos o denigrarlos, hacer que pierdan su credibilidad y exhibirlos ante el pueblo, que muchas veces llega a repudiarlos y rechazarlos, por más que el periodista les diga la verdad. Si esto no los desalienta ni detiene, muchas veces terminan siendo liquidados de las maneras más atroces posibles.
Desde hace varios años nuestro país ha sido una de las naciones más peligrosas para ejercer el periodismo, sin embargo, en las últimas semanas el problema se ha agravado, en lo que va del 2022, tres reporteros han sido asesinados brutalmente, “Lourdes Maldonado López, quien le dijo al presidente Andrés Manuel López Obrador en 2019 que temía por su vida, fue asesinada a tiros dentro de su automóvil el domingo. El fotoperiodista Alfonso Margarito Martínez Esquivel recibió un disparo en la cabeza frente a su domicilio el 17 de enero. Y José Luis Gamboa, el fundador y editor de dos sitios web de noticias, fue asesinado el 10 de enero” (cnnespanol.com 27 de enero de 2022). A esto se suma el intento de homicidio de José Ignacio Santiago, fundador y director de Pluma Digital Noticias, que fue atacado a balazos en Oaxaca. De todos estos lamentables decesos resalta el de Lourdes Maldonado, quien, como se dijo anteriormente, había pedido ayuda al presidente, debido a un “pleito” que tenía con el ahora ex gobernador de Baja California, Jaime Bonilla, a quien la 4T ya le dio el famoso “espaldarazo”, negando así cualquier responsabilidad, a pesar de que las denuncias son fácilmente identificables y se remontan a varios años de declaraciones de la periodista, quien lo acusaba de corrupción y de no pagar impuestos ni salarios de sus trabajadores.
Estos tres casos han hecho que la comunidad periodística de México y América Latina se levante para protestar y reclamar sus derechos; con la consigna NO SE MATA LA VERDAD, el pasado 25 de enero miles de reporteros se dieron cita en varias ciudades del país para exigir sus condiciones de ejercer su profesión sin tener que temer por su vida. Y razones no les faltan, según Artículo 19 “México suma 148 periodistas asesinados por su labor desde el 2000 a la fecha, 28 de ellos durante el mandato de AMLO, que arrancó en diciembre de 2018. Tras un crimen en diciembre de 2018 y diez en 2019, el país registró 7 homicidios de comunicadores en 2020 y otros 7 en 2021”. También se tienen documentadas las agresiones, que suman 362 tan sólo en el primer bimestre del 2021, 83 de las cuales son realizadas por funcionarios públicos, provocando que en la mayoría no se haga justicia con la justificación de que no existen «elementos suficientes». También existe el “Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas”, que sólo tiene entre sus beneficiados a 493 miembros de este gremio.
Para muchos expertos, el problema no es “la protección”, sino que se debe eliminar de raíz la violencia y la persecución, sin embargo, en la realidad vemos que el mismo gobierno federal se ha encargado de propiciar y alentar ese clima de odio, empezando por el mismo presidente López Obrador. No es raro que, en sus conferencias matutinas, a los representantes de medios de oposición se les llame “corruptos”, “vendidos”, “chayoteros” o “defensores del viejo régimen”, por poner sólo unos ejemplos. Estas declaraciones se ven reflejadas en redes sociales como Twitter, donde las cuentas afines al proyecto morenista masifican el mensaje y llenan de insultos y amenazas a los periodistas, pero no todo queda ahí, ya que se han documentado casos en que llegan a las agresiones en el mundo real. Uno de los ejemplos más claros es el del reportero Irving Pineda de la televisora ADN 40, quien en 2020 fue agredido por simpatizantes del presidente durante su visita a Estados Unidos, todo debido a su participación constante en las “mañaneras”. Esto fue denunciado en dicha tribuna, lo que provocó que a partir de ese momento cada cierto tiempo sea tendencia el hashtag #IrvingChillón, con insultos al por mayor.
Por otro lado, están los “periodistas” que se han dispuesto a convertir la adulación al presidente en su modus vivendi. En las conferencias no hay día en que se presente algún colorido personaje como “Lord Molécula”, que se dedique a preguntar cosas tan inverosímiles como el estado de ánimo de López Obrador o simplemente diga algo “a modo” para que el mandatario pueda explayarse y quitarles tiempo a temas importantes o a denuncias como la que hizo en su momento Lourdes Maldonado. Este tipo de sumisión, es pagada con creces, como con la famosa zarina anti fake news de AMLO, Ana García Vilchis. La antigua trabajadora de La Jornada de Oriente, se dedica semana a semana a atacar a verdaderos periodistas y usuarios de redes sociales en su sección ‘Quién es quién de las mentiras’.
Sólo son un par de ejemplos, de los cientos de casos de periodistas que día a día se ven intimidados por la maquinaria morenista; los más afortunados -que son defendidos por algún grupo político o económico-, pueden seguir ejerciendo su oficio, sin embargo, la gran mayoría tiene que callar y bajar la cabeza mientras las injusticias siguen al por mayor. Pero precisamente ahí se demuestra la verdad de la “cuarta transformación”, una máscara más de los que quieren mantener la miseria y la desigualdad, los que quieren a toda costa ocultar la realidad, una realidad donde la pobreza, las muertes y la violencia aumentan día a día. Esta realidad debe ser revelada por los periodistas y comunicadores de México y todo el mundo, pero para lograrlo necesitan el apoyo de una sociedad unida, que le plante cara a los poderosos y que esté dispuesta a cambiar. Sólo así, se logrará parar la violencia contra los periodistas y contra todo ser humano.