Nadie es inmune a este mal que va en aumento conforme las manecillas del reloj avanzan.
Francisco Mojarro Camberos
Ha sido una semana difícil de asimilar para la sociedad colimense, debido a los altos índices de inseguridad que se han presentado, principalmente en los municipios de Colima y Villa de Álvarez: La violencia en su estado más crudo, que no apesta, pero duele y preocupa.
Hemos sido «la nota» en diferentes noticieros a nivel nacional. Pasamos de ver, a experimentar lo que es vivir con una constante preocupación de quedar en medio de un enfrentamiento, de ser testigo de alguna muerte -si bien es cierto que la víctima podría formar parte de algún grupo delictivo-, la realidad es que no deja de conmocionar el pasar por ese tipo de acciones.
Al momento que redacto este texto en medios locales se informa sobre la localización del cuerpo sin vida de Luis Alberto, un menor de 14 años de edad, que había desaparecido el pasado 10 de febrero cuando salió de su trabajo en la colonia Centro de la ciudad de Colima.
Es lamentable enterarse de este tipo de noticias. Y más, por el contexto en que se da. Nadie es inmune a este mal que va en aumento conforme las manecillas del reloj avanzan.
Cuatro días después
Mientras Colima sobrevivía a una ola de violencia, la figura que debería haber dado la cara desde el inició de este “infierno” -así le dicen en redes sociales a la situación por la que pasa la entidad-, estaba ausente. Sí, la persona que decía que siempre velará por la seguridad del pueblo.
Tuvieron que pasar cuatro largos días para que la gobernadora Indira Vizcaíno, saliera a dar una declaración sobre lo que estaba pasando en el estado; lo hizo a través de la publicación de un video en sus redes sociales.
En él menciona que ha atendido el tema de forma inmediata y de tiempo completo, “privilegiando en un primer momento las acciones antes que las palabras” e invitó a la población a mantenerse unida.
Siguió el mismo discurso que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, cuando una situación se sale de control, empieza a buscar culpables en el pasado; “para resolver este problema que tiene origen en décadas de gobiernos insensibles y corruptos, por decir lo menos, debemos trabajar en frenar de raíz las causas que generan la violencia y así lo hemos hecho”.
¿De verdad lo ha hecho? En lo personal, no veo que las medidas de seguridad implementadas en la administración actual marquen un precedente que permita compararla con las del pasado.
Tampoco entiendo ese discurso tan trillado que tienen los personajes públicos que coinciden con la ideología del poder actual que está sentando en la silla presidencial, porque si bien es cierto que, al asumir su cargo, también obtienen ese costal de problemas añejos, el cuestionamiento no ha sido la existencia de ellos, sino que estos han ido aumentando durante su mandato.
Asimismo dio a conocer el escuadrón con el que combatirán la situación que vive colima; “En resumen, estamos trabajando en plena coordinación con el Gobierno de México, que tiene desplegado en nuestro territorio estatal a más de 600 elementos de la Guardia Nacional, a más de 350 de la Sedena y más de 350 de la Secretaría de Marina; que se suman a los 675 elementos de la Policía Estatal y a los más de mil elementos de las policías municipales, para atender este problema añejo y compartido”, afirmó la gobernadora.
Un día después de que dieran a conocer esa información desde el Gobierno del Estado, la violencia continuó, es decir el viernes 11 de febrero, las calles de Colima y Villa de Álvarez se presentaron fuertes movilizaciones policiacas.
Desde muy temprano se dio a conocer la noticia sobre la localización de dos cuerpos al interior de un carro, a la altura de la Facultad de Medicina, ubicada en el campus central de la Universidad de Colima (UdeC).
Por fortuna para los estudiantes de ese campus universitario, la UdeC había tomado la decisión de suspender clases presenciales el jueves y viernes. Por ende, no tuvieron que pasar por esa escena tan traumante.
Horas después se supo sobre la quema de dos vehículos y el robo de autos, en un lote de carros al norte de la ciudad de Colima. En la tarde, se reportó una fuerte actividad policiaca. Pero fue hasta en la noche que las calles de la capital y Villa de Álvarez parecía un campo de guerra; las sirenas de las patrullas se escuchaban por todos lados, al igual que las detonaciones con arma de fuego; se sabe de por lo menos de tres muertos tras los enfrentamientos.
¿A dónde quiero llegar con todo lo anterior? Pues, aunque muchos no lo quieran aceptar, la realidad es que estamos pasando por una crisis de seguridad muy fuerte, podrán decir que la situación actual se debe a un pleito entre dos grupos delictivos. Pero lo cierto es que las autoridades se vieron superadas por esa “guerra”, su estrategia colapsó al grado que llegó apoyo externo al estado.
Que cuando la población necesitaba un posicionamiento oportuno de los autonombrados líderes del pueblo, no aparecieron. Siendo que en otras ocasiones eran los primeros en dar declaraciones cuando pasaba algún conflicto. Ahora no dijeron nada hasta que la gobernadora lo hizo.
Decir que las acciones realizadas en materia de seguridad por el gobierno estatal han sido acertadas, es autoengañarse y negar que las cosas no están pasando como supuestamente pasarían: cambiaron los colores en el poder, sin embargo, el ecosistema en que se vive sigue siendo el mismo.
Es como tomarse una pastilla para un malestar, olvidando que la infección sigue ahí. Claro está que no se solucionará de un día para otro, pero por lo menos debería haber indicios de ello.
Tengo muy claro el enojo o inconformidad que esto puede generar. Pero les pregunto: ¿qué hubiera pasado si esto lo estuviera viviendo un gobierno de diferente color? Seguramente fuera criticado por lo tardío de sus declaraciones o cuestionado por las medidas aplicadas para contrarrestar lo que pasa. No hay peor ciego que el que no quiere ver.