Después de las guerras, los países involucrados quedan totalmente devastados económica y socialmente. Las penurias, hambre, explotación y miseria crean condiciones para que personajes como Hitler lleguen al poder y pernocten durante un tiempo. Esas mismas circunstancias hacen posible que personajes como él sean concebidos como supuestas «deidades»: seres enviados por “Dios” para salvarlos, sin importar las consecuencias que vengan con ello. Pero muchas veces las cosas cambian y terminan en las peores tiranías.
Así, tuvieron que pasar décadas para que la transición de poderes ocurriera en México. Décadas, más de 70 años, gobernadas por el PRI creó inconformidad, inestabilidad social, crisis y hartazgo de la población; en 12 años el PAN sembró miedo pero ni así pudo mantenerse en el poder más de dos sexenios y, ahora, con Morena y la llamada 4T se han mezclado los dos sentimientos en tan solo cuatro años de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ya entrando a la parte final de su administración.
La marcha de nuestra historia deja claro que el ascenso de Morena al poder tuvo las condiciones necesarias para hacerlo. Pero ya en el gobierno, esas mismas circunstancias están abriendo una gran brecha para perderlo. Llegaron las “hordas” con fuerza, dispuestas a cambiar el funcionamiento de la democracia que impera, y destruyendo cada minúscula cosa que no se identifique con ellos. Aprovecharon las condiciones del país para gestar un partido a las necesidades de los mexicanos, pero en los hechos la realidad y el discurso son totalmente separados.
El engaño y la manipulación hacia los mexicanos fue algo espantoso y una vez que se instauró, en aquel 2018, el gobierno de la falsa democracia, las traiciones se han ido dando y han revelado un gobierno antipopular hacia todos los sectores de la sociedad. El odio a la democracia se reveló y entonces comenzó a venir el sufrimiento para todos: una desigualdad creciente que mata a una persona casa 4 segundos o la violencia y la inseguridad permanentes y ya colocado como sello de este gobierno.
Y como en la Alemania nazi, el control a través del Ejército y de las Tropas de Asalto (SA) que sometían a cualquiera que estuviera en contra del régimen, hoy se vuelven un factor común entre las formas de gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y Adolf Hitler. Diferentes épocas, pero similitudes de fondo, no le hace que el primero, sólo sea un pobre aprendiz de dictador que tendrá que retirarse muy pronto a su rancho.
El ego personal y la ambición desmedida de controlar el poder han sumido a nuestro país en una fosa común, con miles de muertos, incluso algunos ejecutados por el mismo Estado, aunque esto, evidentemente se oculta por todas las vías, como se puede leer en nuestra colaboración de la semana pasada.
El enorme control que tienen las Fuerzas Armadas mexicanas en distintas tareas, entre ellas la seguridad, no frenan el avance de los grupos del crimen organizado y su paso por cada rincón del país, dejando muerte y desolación, tal pareciera complicidad.
Los datos que ofrece la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana y el Gabinete de Seguridad del Gobierno de México han revelado una total crisis de inseguridad en tan solo en 50 meses de gobierno de AMLO, más de 244 mil homicidios dolosos han bañado de sangre al país, dejando familias incompletas, niños huérfanos y millones de desplazados que han huido de la violencia, principalmente comunidades indígenas que son olvidados por las autoridades.
Ejemplos sobran para relatar las masacres o días más violentos de México. El más reciente caso fue la captura de Ovidio Guzmán, que dejó como rehén a Culiacán, Sinaloa. Gente incomunicada, sin comida, sin servicios, todo quedó paralizado en unas cuantas horas. El poder de respuesta del Cartel de Sinaloa, liderado por “Los Chapitos”, como les dicen, dejaron ver la capacidad de alcance que tienen para responder a una operación gubernamental.
Hasta el momento se desconoce la cantidad de víctimas caídas en el lugar del arresto, el poblado de Jesús María y Culiacán, pero pobladores han relatado que el número está cerca de las 200 personas inocentes que murieron por el alcance de las balas. El poder de estos grupos creció desproporcionadamente y en el futuro pueden seguir siendo la amenaza más grave para la seguridad de la nación.
Con el reciente nombramiento de Luis Rodríguez Bucio como subsecretario de Seguridad en sustitución de Ricardo Mejía, López Obrador insiste en militarizar a México, quizá como una salida o «alternativa» incorrecta a su fallida estrategia de “abrazos a los criminales». Ya a estas alturas todos los mexicanos sabemos que Obrador dejará como herencia a un país con niveles de violencia nunca antes visto. Usar los militares para tareas civiles es irresponsabilidad del gobierno federal; a los fracasos gubernamentales como los accidentes en el Metro, militarización; si hay más fracasos, otra vez más militarización; si algo falla en la gestión civil, el o la gobernante en turno quieren una solución pronta y entonces aparecen los militares como respuesta.
AMLO y Morena se enfermaron de poder y tienen un México bañado en sangre; en sus resultados los muertos siguen sumando a su sexenio y se sabe que será catalogado como la administración más violenta en la historia de México. Aquí no hay campos de concentración nazis, pero esos miles de muertos son las cuentas y el legado de AMLO, una fosa que él abrió y que sigue llenando. Por el momento, querido lector, es todo.