El Foro Mundial de Davos ha sido escenario para evidenciar, otra vez, que en el mundo existe riqueza más que suficiente para acabar con la pobreza y para preservar el planeta en donde vivimos más de 8 mil millones de personas y cientos de miles de especies animales y vegetales que hoy corremos peligro de extinción. Sin embargo, como en otras épocas de la historia humana, problemas que tienen una solución lógica no se pueden resolver porque se oponen los intereses de las élites dominantes capitalistas, que seguirán imponiéndose mientras no exista una fuerza social que les impida seguir enriqueciéndose escandalosamente a costa del bienestar mayoritario, de la paz y de la vida en el planeta.
Al igual que lo han hecho en otras ocasiones y con el mismo desparpajo de siempre, muchos de los poderosos participantes en dicho Foro se quejan del derrumbe económico mundial y sus terribles secuelas sociales como si ellos no hubieran tenido ninguna responsabilidad en tal calamitosa situación; también lloran lágrimas de cocodrilo por la enorme contaminación del planeta y el agotamiento de sus recursos, al tiempo que ocultan que es el hambre de ganancia y de riqueza de los grandes capitales mundiales lo que ha intensificado innecesariamente la explotación de los recursos naturales del planeta, como los hidrocarburos, los minerales, los bosques, los mares, el agua dulce, etc., y ha acelerado con eso la emisión de gases de efecto invernadero y el calentamiento global; son tan cínicos que cientos llegaron a Davos en más de mil jets privados que en un solo viaje contaminan más que 360,000 automóviles lo hacen durante una semana; claman porque haya paz, al tiempo que anuncian medidas para armar hasta los dientes a Ucrania, a la que siguen empeñados en usar como proyectil teledirigido contra Rusia y ampliar así su acceso a recursos y territorios.
Pero también hubo algunos pronunciamientos de quienes aprovecharon el Foro para exponer graves problemas de pobreza, contaminación e inseguridad e intentaron dar alternativas. Por ejemplo, coincidiendo con el inicio de la reunión, la prestigiosa Oxfam ha publicado un informe que ilustra sobre la concentración abusiva de la riqueza en los años recientes: “desde el inicio de la pandemia de coronavirus, un 1% de la población mundial ha acaparado casi dos terceras partes de la nueva riqueza generada, casi el doble que el 99% restante. Oxfam ha calculado que la fortuna de esa minoría privilegiada suma 2,700 millones de dólares (algo más de 2,500 millones de euros) cada día, en tanto que los salarios de cerca de 1,700 millones de trabajadores crecen por debajo de la inflación. El pasado año las empresas energéticas y de alimentación duplicaron sus beneficios y distribuyeron 257,000 millones de dólares (algo menos de 240,000 millones de euros) en dividendos a sus accionistas, frente a más de 800 millones de personas “que se van a la cama con hambre cada noche”. Como solución a este problema, las Oxfam propone imponer un impuesto del 5% a los multimillonarios y milmillonarios (uno de ellos es Carlos Slim), lo que permitiría captar 1.7 billones de dólares, suficientes para sacar de la pobreza a 2, 000 millones de personas.
Por su parte, Gustavo Petro, el presidente de Colombia, fue de las pocas voces que intentaron centrarse en el origen del grave problema de la contaminación y dibujó un panorama certero respecto a las causas y consecuencias del cambio climático. Sostuvo que “El capitalismo, al anular el poder planificador de las naciones y liberalizar al máximo las relaciones mercantiles, construyó una especie de anarquía global en las últimas tres décadas, que hace imposible tomar las medidas de cambio económico y social que se necesitan para reducir a cero las emisiones de los gases de efecto invernadero”, y afirmó que “si el capitalismo de los últimos 30 años no es capaz de solucionar el problema que el conjunto del capitalismo produjo en la historia: la articulación entre la ganancia ampliada con el cambio químico y ampliado de la atmósfera, entonces este capitalismo acabará con la humanidad o la humanidad lo enterrará para poder seguir viviendo”, y a continuación hizo un llamado, aunque creo que el presidente colombiano sabe que no tendrá ningún efecto práctico: “exhortó a los empresarios que participan en el Foro de Davos a pensar en otro capitalismo como su última posibilidad: el capitalismo descarbonizado y conminó a que la Conferencia de las Partes (COP), la cumbre anual de la Convención Marco de la ONU sobre cambio climático, tenga poder vinculante en sus decisiones” (Prensa Latina, 19 de enero).
Es válido preguntarse, entonces, ¿se autorregulará el capitalismo y evitará que siga creciendo la concentración de la riqueza, el número de pobres y todos los males anexos a esa inequidad? ¿Los multimillonarios se aumentarán los impuestos, como propone la Oxfam? ¿Evitarán por iniciativa propia los grandes potentados que se siga deteriorando el planeta, que la temperatura de la tierra siga aumentando al mismo o mayor ritmo que el de hoy, que haya sequías, tormentas y ciclones que, actuando alternativamente, arrasen con siembras y cosechas y vuelvan casi imposible el cultivo de alimentos y desencadenen hambrunas y pestes más mortíferas y masivas que la Covid-19? ¿Les importa a las grandes potencias y harán algo efectivo contra el deshielo de los casquetes polares, que de no detenerse elevará el nivel del mar varias decenas de metros sepultando totalmente a los países insulares; evitarán que el agua de los mares se caliente más y acabe con toda la vida marina, haciendo de nuestros océanos inmensos lagos muertos y fétidos? ¿Les preocupa acaso que la vida de casi ocho mil millones de seres humanos se haga prácticamente imposible en un mundo contaminado y habitado por miles de millones de seres hambrientos? Nada de eso ocurrirá si nos atenemos a la buena voluntad de los grandes potentados destructores del planeta. El capitalismo ha demostrado que está dispuesto a extinguir la vida antes de autorregularse. En Davos, lo único que les importó a los voceros de los grandes capitales fue anunciar nuevas medidas para entregar mortíferas armas a Ucrania, pues pretenden ganar esta guerra contra Rusia, aunque eso signifique cientos de miles de muertes de ucranianos y rusos e incluso el riesgo de una confrontación nuclear mundial que acabe con todo el planeta Tierra. No es en Foros como el de Davos u otros de su especie donde los pueblos del planeta encontrarán un camino de vida y prosperidad para ellos y sus hijos, sino en la creación de organizaciones, movimientos y partidos populares que revolucionen la realidad política, tomen el mundo en sus manos y hagan imposible un modelo económico que, si no se le detiene en su carrera irracional y genocida, hará que de la vida quede solo un vestigio para exploradores que dentro de millones de años visiten los restos de lo que fue nuestro planeta.