Su posición en el desarrollo de la conflagración ha dejado constancia de una parcialidad y un ocultamiento pasmosos, que rayan en el cinismo. La postura de la Prensa occidental se ha descarado a tal grado que ya no le sonroja reconocer la creación de fake news como su «modus operandi».
Abentofail Pérez Orona
El conflicto ruso-ucraniano continúa hoy en el orden global del día. Todas las naciones del orbe mantienen una atenta mirada a cada uno de los movimientos en Kiev y Moscú. Para muestra solo algunos ejemplos: 1) El 2 de marzo de 2022, para asombro de la política occidental, de los 52 países que se negaron a dar su voto en la Asamblea General de las Naciones Unidas condenando el “ataque perpetrado por Rusia”, la mitad eran africanos, lo que evidencia una resistencia en el continente a continuar bajo el yugo occidental que desde siglos atrás le ha tenido solo como un yacimiento de mano de obra y materias primas; 2) Japón decidió recientemente, en una nueva “Estrategia de seguridad nacional”, duplicar los gastos en defensa, alcanzando los 315,000 millones de dólares anuales, convirtiéndose, de facto, en la tercer nación del mundo con mayor presupuesto militar, sólo detrás de Estados Unidos y China. No olvidemos que el bastión en Asia de la OTAN y sus aliados es la nación nipona, que, a pesar de la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial, considera a los Estados Unidos su mejor socio frente a la política China, a quien, «El libro blanco de “Defensa de Japón 2022” presenta como “un desafío estratégico sin precedentes”, “un competidor” acusado de romper el equilibrio geopolítico y militar de la región» (Jordan Pouille); 3) En el Vaticano, el jefe de la Iglesia católica, el papa Francisco, aludió a la política ucraniana como «los ladridos de la OTAN a las puertas de Rusia», desatando toda una polémica que el propio pontífice, rompiendo con la tradición eclesiástica de no inmiscuirse abiertamente en asuntos seculares, no ha dejado de alimentar.
Estos breves pero significativos hechos deben darnos una idea aproximada de la trascendencia del conflicto. Las más grandes potencias del mundo libran una batalla en la que se verán arrastradas, de grado o por fuerza, todas las naciones, incluidas las más pequeñas, indiferentes o escépticas. La proximidad de una tercera guerra mundial es alarmante y cerrar los ojos ante el problema, o peor aún, desconocerlo, no salvará a nadie. En medio de este conflicto se erige un ente cuya posición es cada vez más evidente y al que conviene prestar particular atención por el papel trascendental que está jugando: la Prensa. Este Argos moderno es el encargado de definir la verdad, de crear la opinión pública y de difundir la información en cada rincón del planeta. Sin embargo, su posición en el desarrollo de la conflagración ha dejado constancia de una parcialidad y un ocultamiento pasmosos, que rayan en el cinismo. La postura de la Prensa occidental se ha descarado a tal grado que ya no le sonroja reconocer la creación de fake news como su «modus operandi».
En un informe publicado en la prestigiosa Columbia Journalism Review el “experiodista del New York Timesdurante más de treinta años Jeff Gerth– escriben Halimi y Rimbert en el Le Monde diplomatique de marzo de 2023– publicó una detallada investigación sobre la cobertura mediática de la trama rusa. Este monumento a las fake news, cuyos principales arquitectos fueron el New York Times, el Washington Post, la CNN y la MSNBC […] equivale a visitar un museo de errores de los medios de comunicación: supresión de informaciones que no concuerdan con las tesis de los reporteros, carreras por hacerse con la primicia en detrimento del rigor informativo, travestismo en «desinformación rusa» de informaciones verdaderas pero incómodas para los demócratas, presentación capciosa de estadísticas, abuso de fuentes anónimas…”.
La justificación para esta atrocidad moral y esta publicación inescrupulosa de mentiras la encontramos en boca de sus propios artífices. Ante la difusión de una frase apócrifa de Zelenski, y al ser cuestionado por su difusión sin las certezas de su justificación, el jefe del equipo de verificación Washington Post “ha acabado por deponer las armas –escribe nuevamente Le Monde– «La réplica se asocia –cita textual de las palabras del jefe de verificación– de tal manera al valor de Zelenski que, en el punto en el que nos hallamos, la verificación de hechos no tendrá el menor impacto»”. A eso me he referido líneas atrás con el cinismo. En la Prensa lacayuna de hoy, escuchad bien: “la verificación de hechos no tendrá el menor impacto”. Esto significa que crearé, difundiré y alteraré la verdad siempre y cuando coincida con mis prejuicios, mi visión del mundo o, y esto es lo importante, con los intereses de quienes abren el monedero para pagar mi sueldo. Así piensan los envilecidos mercenarios de la prensa señalada.
La guerra ha dado apenas sus primeros pasos, y por lo que se observa en los ecos provocados en el mundo entero, no parecen ser los últimos. Se configura en torno a este conflicto una contradicción que no ha dejado de estar viva desde mucho antes de la caída de la Unión Soviética, y que más que renacer, se manifiesta con mayor viveza. Sin embargo, las causas de dicha contradicción no pueden ni deben buscarse en la prensa oficial y, mucho menos, en la prensa occidental, abierta y descaradamente al servicio del capital norteamericano. Es preciso acudir a la historia para encontrar las raíces de un fenómeno que parece tener en la decadencia del imperialismo sus verdaderas causas y que, necesariamente, compete a la incumbencia de toda la sociedad. Estas causas las revisaremos en la segunda parte de este artículo.