A Estados Unidos le interesa la guerra. Por ello, la nueva carrera tecnológica por la inteligencia artificial y robótica a través del surgimiento de una “nueva política industrial” no está dirigida a aumentar el bienestar material de la población, sino dirigidos hacia un futuro enfrentamiento con China, todo ello a través de la alianza entre Silicon Valley y el Pentágono.
Gladis Mejía
El sistema capitalista es inherentemente cíclico, y, por lo tanto, las crisis son parte de su naturaleza. La causa subyacente de estas últimas se encuentra en la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. La economía entra en un periodo de crisis cuando la tasa de ganancia disminuye y no es posible parar la tendencia decreciente. Para que la economía restaure la rentabilidad del capital, necesita destruir valor de capital. La destrucción de valores de capital significa la quiebra de muchas empresas, un enorme aumento del desempleo, e incluso la destrucción física de cosas y personas.
Muchos economistas reconocen el papel fundamental de la guerra para la recuperación del crac de 1929 y el posterior advenimiento de la edad de oro del capitalismo, pero aquí nos interesa destacar la explicación de Guglielmo Carchedi y Michael Roberts. Las políticas del New Deal del presidente Franklin D. Roosvelt no lograron que la economía estadounidense se recuperara. Roberts ofrece los siguientes datos: para 1938, la tasa de ganancia y la masa de ganancia eran aún menores que sus respectivos niveles en 1929; solo después de 1940 se recuperaron. En 1938, el valor del PIB estadounidense era menor que su nivel en 1929; para 1944, el PIB ya dobleteaba el nivel de 1929. La inversión solo despuntó hasta 1941 y era fundamentalmente estatal para una economía de guerra.
Solo la guerra permitió la destrucción y regeneración del capital. Con ella, incrementó la utilización de los recursos productivos, ya que, por un lado, se reanudó la producción con maquinaria depreciada y, por el otro, el paro desapareció con la plena utilización de la fuerza de trabajo para la economía de guerra. Debido a la reconversión, el suministro de bienes civiles disminuyó. El consumo cayó no nada más por eso, sino también porque el Estado norteamericano estimuló el ahorro de los consumidores con el impuesto general sobre la resta para fondear la guerra, así como con la venta de los “bonos de guerra”, a menudo descontados automáticamente de sus cheques a los trabajadores. La tasa de explotación también incrementó. Por lo tanto, concluye Carchedi, “el esfuerzo de guerra fue una masiva producción de medios de destrucción financiada por el trabajo”.
Estados Unidos solo se convirtió en la potencia imperialista después de la segunda guerra mundial, de la cual salió intacto, sin las pérdidas humanas y materiales de los otros países involucrados. Los cambios científicos y tecnológicos desarrollados durante la guerra permitieron: i) que durante la reconversión hacia una economía civil se adaptaran estas nuevas tecnologías en la producción y ii) la creación de nuevas mercancías y, por tanto, nuevas necesidades. Esta es la base material de la edad dorada del capital. Desde entonces, el complejo militar-industrial, cuya génesis se encuentra en la Gran Depresión y su solución, está íntimamente ligado al devenir estadounidense y es uno de los pocos sectores productivos que siguen presentes en ese país. El complejo permitió dos cosas fundamentales a la clase gobernante estadounidense: reforzar su hegemonía política y económica, así como colocar suficientes recursos a investigación y desarrollo, cada vez más grandes, que no puede realizar una economía de bienes de consumo.
Sin embargo, la tendencia decreciente de la tasa de ganancia siguió presente. La crisis de la década de los 70 tiene aquí su origen, de la cual Estados Unidos pudo salir mediante la reorganización de producción de mercancías a una escala global y con una mayor explotación de los trabajadores. Para esta expansión utilizó los avances tecnológicos de la guerra fría para producción, llevando a cabo con éxito la globalización del capital. Sin embargo, la mejora no duró mucho. Desde comienzos del siglo XXI la tasa de ganancia volvió a descender y el culmen fue la crisis financiera global de 2009 [1]. A partir de ella, la tasa se ha mantenido más baja que sus niveles de 2008 y también estancada.
El problema es ahora doble y, por lo mismo, más peligroso para la humanidad. No solamente se trata de la recuperación de la economía capitalista a través de la destrucción de capital, sino también de la posibilidad de que el país imperialista-militarista por excelencia pierda su privilegiado lugar. A Estados Unidos le interesa la guerra. Por ello, la nueva carrera tecnológica por la inteligencia artificial y robótica a través del surgimiento de una “nueva política industrial” no está dirigida a aumentar el bienestar material de la población, sino dirigidos hacia un futuro enfrentamiento con China, todo ello a través de la alianza entre Silicon Valley y el Pentágono [2].
Gladis Mejía es economista por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.
[2] Véase https://bit.ly/3D4Natt , https://bit.ly/3NJrlEr y https://on.ft.com/3rqjNio.