Hace aproximadamente dos años y medio, Daniel, un muchacho que por ese entonces tenía 15 años de edad, se accidentó junto con su padre en una motocicleta; el padre andaba trabajando como cobrador de una conocida tienda y llevaba al muchacho para que lo ayudara. El padre salió ileso, pero Daniel quedó herido de una pierna al rasparse contra el pavimento, resultando con fractura expuesta y pérdida de una parte del hueso. Ese fue sólo el inicio de un largo penar para el muchacho y su familia (los padres y tres hermanitos), pues además del trauma físico y psicológico, tuvo que pasar por tres hospitales del IMSS para poder volver a caminar con sus dos piernas.
Su primer destino fue el Hospital de Ortopedia “Magdalena de las Salinas”, en donde recibió las primeras curaciones y le colocaron unos fijadores, y en donde también se dieron cuenta de que le faltaba una parte del hueso, misma que por más que buscaron entre las ropas de la camilla nunca apareció. De ahí le dieron el pase al hospital que le correspondía según su domicilio. Como sus padres no son derechohabientes, se intercambiaron argumentos entre la madre y personal del área de admisión hospitalaria, hasta que ella pidió hablar con alguna autoridad que le diera solución, “pásele, señora, a hablar con el subdirector, quien quita y él resuelva,” le dijeron. Recibió el subdirector a la joven madre de Daniel, y antes de que ella terminara de hacerle la petición de que lo internaran y operaran, pues corría el peligro de padecer cojera de por vida, el señor, sin mayor trámite, empezó a desabrocharse el pantalón y a condicionar el ingreso del muchacho a cambio de que la desesperada madre ¡le practicara sexo oral! La joven mujer no se prestó a tremenda infamia y salió de inmediato de la oficina.
Días después, se trasladaron a otro hospital. Allí, una mujer del personal de admisión les dijo que Daniel podía ser internado y atendido haciendo uso del seguro médico con que contaba como estudiante de secundaria. ¿Ese “descubrimiento” no pudieron hacerlo en el hospital donde fungía o sigue fungiendo un subdirector corrupto y depravado? Si a eso no podemos llamarle burocratismo o ineficiencia, entonces ¿de qué se trató? ¿Tal vez de contubernio con el tal subdirector? Finalmente, el joven fue internado y sometido a cirugía, la primera de cuatro que tuvieron que practicarle. Debía hacer terapia física para rehabilitar la pierna, pero el hospital no podía proporcionársela, por lo que, como pudieron, sus padres tuvieron que contratar a alguien para que le enseñara los ejercicios que debía hacer. Transcurrió un año, pero Daniel seguía sin poder apoyar la pierna operada, además de que hacía rato que empezó a hacerse visible que la tenía desviada. De nueva cuenta, debían someterlo a cirugía en virtud de que la primera no había sido la indicada, según lo dicho por uno de los médicos ortopedistas del hospital. Fue programado para el 12 de diciembre de 2022, pero como había escasez de cirujanos ortopedistas, la operación tuvo que esperar hasta el 9 de enero de este año. Daniel tuvo que recursar el tercer año de secundaria y, dependiendo de la situación económica de su familia, desea poder cursar el bachillerato.
Este es un caso real y cercano a mi persona, pero bastante ilustrativo de la deplorable situación en que se encuentra la salud pública en nuestro país. Siguen campeando el burocratismo, la ineficiencia, la corrupción, el maltrato a los pacientes y sus familias, la falta de medicamentos para enfermedades graves, la escasez de personal médico, etcétera, etcétera. En este sector, como en muchos otros, el gobierno federal no hace caso a las recomendaciones, por ejemplo, de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), pues del 6 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) que el gobierno de López Obrador debería invertir en salud, no invierte ni la mitad. A inicios del presente año, el gasto destinado al mantenimiento de equipos, infraestructura y obras del sector salud, tuvo una reducción de 35 por ciento; de acuerdo con el coordinador de Finanzas Públicas del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), Manuel Guadarrama, “existen programas o áreas específicas que enfrentan una reducción y que pueden poner en riesgo a los mexicanos, al tener un servicio de salud deficiente” (El Sol de México, 12 de mayo de 2023). ¿Qué pasó con la promesa presidencial de que antes de concluir su mandato los mexicanos tendríamos un servicio médico mejor que el de Dinamarca? Nada, pues como bien dice el dicho popular “el prometer no empobrece, el dar es lo que aniquila.”
Estamos en una situación en la que en vez de que la población mexicana esté constituida por niños, jóvenes y adultos sanos y fuertes, que puedan desplegar sus fuerzas físicas y mentales en la escuela, en la universidad, en el trabajo, en el deporte y en la cultura, cada vez se suman más enfermos, muchos de ellos de enfermedades curables, porque en lugar de darle prioridad a la salud, el gobierno que se autonombra de la Cuarta Transformación le ha dado prioridad a obras de relumbrón que de poco o nada servirán en la prevención de enfermedades y en la curación de las mismas. Así, es imposible que México, a pesar de sus grandes recursos naturales y humanos, se convierta en una nación altamente productiva y por tanto poderosa. Los mexicanos tienen todo el derecho a la salud, para eso les descuentan religiosamente sus cuotas al IMSS o al ISSSTE, pero por lo que vemos y sufrimos, para disfrutar de ella es necesario reclamarla con unidad y lucha. No hay otra salida.