La desinformación oficial continúa al mismo tiempo que se avanza en la imposición del modelo educativo de la 4T, o como se le quiera llamar, y empiezan a conocerse aspectos que resultarán desastrosos para cuando los estudiantes tengan que desempeñarse como profesionistas en un país que no ha dejado de pertenecer en ningún sentido a la estructura de producción del capitalismo y que incluso se ha vuelto más neoliberal bajo el gobierno de AMLO.
No hay duda, por ejemplo, que los estudiantes mexicanos sufrirán un retroceso en la formación de conocimientos matemáticos y habilidades para aplicarlos, que ayudan a desarrollar el pensamiento lógico, indispensable aunque no se desempeñen en el futuro como profesionistas en una rama con altos requerimientos matemáticos. Esta mutilación arbitraria de los conocimientos matemáticos, que ya eran insuficientes en la formación de los jóvenes mexicanos, se comprueba viendo la drástica disminución de contenidos en los libros de texto gratuitos.
El libro de matemáticas que se usaba en primer año de primaria contenía 220 páginas, incluyendo algunas para recortar. “Ahora, con los nuevos libros de texto para el primer grado, elaborados por la Dirección de Materiales Educativos de la SEP, no hay ninguno asignado a las matemáticas. Ahora habrá dos libros con material educativo (“Nuestros Saberes” y “Múltiples Lenguajes”) y tres libros sobre proyectos que el maestro puede organizar en el aula, en la escuela o en la comunidad. Los dos libros de material educativo consisten en cápsulas de dos o tres páginas cada una, sin ningún orden discernible. Se pasa de las abejas al código Braille, a ejemplos de algunas figuras geométricas, a cuestiones de igualdad social, etc. Es una desordenada Wikipedia de cápsulas didácticas. La idea de la “nueva escuela mexicana” es que el maestro ya no enseñe materias específicas, sino que trabaje en proyectos con los alumnos. El maestro selecciona de las cápsulas aquellas que se necesitan para el proyecto, por ejemplo, la cápsula 20, la 45 y la 53, y así los niños supuestamente aprenderán español y matemáticas. De pasadita, mientras resuelven problemas sociales”, escribió el matemático, Premio Nacional de Ciencias y Artes, Raúl Rojas González, en LA UNIÓN DE MORELOS.
Es verdad que el sistema educativo mexicano ya se encontraba en muy mal estado antes de que AMLO llegara al poder. Los resultados obtenidos por estudiantes mexicanos en las pruebas internacionales exhibían la urgencia de corregir el rumbo; abundaban las denuncias documentadas sobre la falta de recursos públicos suficientes destinados a la educación, era evidente el deterioro de la infraestructura, la urgencia de atender las causas de la deserción escolar y, en general, tomar medidas de fondo para elevar la calidad educativa y así formar verdaderos científicos, técnicos e intelectuales que disminuyeran la profunda dependencia de México respecto a otros países capitalistas.
Estos aspectos y otros más fueron usados electoralmente para criticar a los partidos que gobernaban en ese entonces y para llamar a votar por el ahora presidente de la República, quien también en este campo ofreció mucho; por ejemplo, fortalecer la educación pública gratuita y de calidad, alimentación en todas las escuelas de educación básica y “elaborar conjuntamente, con los maestros, con los padres de familia, con pedagogos especialistas, un plan educativo que mejore, de verdad, la calidad de la enseñanza sin afectar los derechos laborales del magisterio”. Ya vemos que en lugar de disminuir, el deterioro educativo crecerá dramáticamente.
Tras darse a conocer que el gobierno morenista lanzaría una reforma educativa, nuestra organización advirtió de los riesgos para los estudiantes, para los maestros y para todos los mexicanos, en caso de que se pretendiera una reforma educativa que, en vez de ser consecuencia de modificaciones profundas en la estructura económica y social, impulsadas por una verdadera revolución y una nueva clase social en el poder que se propusiera acabar con la pobreza y la desigualdad, fuera una serie de medidas dislocadas de esa realidad que padece México.
De ocurrir esto último (una reforma educativa “revolucionaria” pero sin modificar el sistema económico al que sirve) el remedio resultaría peor que la enfermedad. “Si volteamos la vista hacia las revoluciones verdaderas, las que sí saben a dónde van y cómo llegar (la Revolución de Octubre, la china, la cubana, etc.), veremos que todas ellas derribaron primero el viejo modelo económico y luego revolucionaron el sistema educativo. Pero la 4T quiere hacerlo al revés: primero cambiar el modelo educativo y después averiguar para qué serán buenos los nuevos profesionales. De todo este sinsentido solo pueden surgir nuevos problemas económicos y más pobreza para el país”, advirtió en mayo del 2022 el Ing. Aquiles Córdova Morán.
Con base en lo que se sabía hasta ese momento sobre el nuevo modelo educativo, agregó: “La SEP (…) busca imponer un modelo educativo que forme a las nuevas generaciones con un “criterio revolucionario”, es decir, directamente opuesto a lo que el sistema de economía de mercado necesita en materia de trabajadores calificados, cuadros técnicos y científicos, investigadores, creadores, artistas, etc., para crecer y desarrollarse. La 4T quiere formar los cuadros para la sociedad futura, y esto plantea de inmediato la pregunta obvia: ¿de qué sociedad futura se trata? ¿Saben qué quieren hacer de las y los jóvenes de hoy y para qué? ¿Tienen claro cuál debe ser el contenido de su reforma educativa para lograr sus propósitos “revolucionarios”?
Ahora que empezamos a ver los detalles de lo que se avecina si continúa ese “jugar a la revolución” que lleva a cabo Morena a costa de desgraciar a millones de niños y jóvenes que como consecuencia de esa “pedagogía revolucionaria” no sabrán ni las operaciones básicas de matemáticas y tampoco lo elemental de otras ciencias que han acumulado miles de años de conocimientos útiles para desempeñarse en la vida moderna, creo que los alumnos, maestros, padres de familia, pedagogos y todos los mexicanos debemos exhibir todos los detalles de esa locura disfrazada de epopeya pedagógica y protestar con todos los medios a nuestro alcance para que se detenga.