Ante los problemas sociales que aquejan a la población más desprotegida, la emigración ha sido por años un recurso al que esta apela, buscando en otro país el ingreso que el suyo le niega. Ciertamente, “La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) de las Naciones Unidas también ha señalado el importante papel de las remesas, que en 2022 vio los números más altos “jamás registrados en México, llegando a más de 58,000 millones de dólares, según datos del Banco de México” (El País, 28 de febrero de 2023).
López Obrador exhibe esto como timbre de orgullo, cuando en realidad revela una grave insuficiencia, la incapacidad de nuestra economía para crear empleos suficientes, permanentes, dignos y bien pagados, en el sector formal, que permitan a los mexicanos permanecer en su patria en vez de expulsarlos. ¡Cuántas familias desintegradas, cuántos hijos sin padre, o que prácticamente no lo conocen! Casi 12 millones de mexicanos viven en Estados Unidos. Asimismo, la pérdida de identidad cultural es parte del costo social de las remesas, dinero conseguido con sangre, sudor y lágrimas.
Y el problema se agudiza conforme se polariza la economía, la riqueza se acumula en un puñado de familias y la gran masa carece crecientemente de lo indispensable: “La actual coyuntura migratoria y de refugio en México es la más compleja, numerosa y tensa de todos los tiempos. Si tomamos como referencia la estadística de la patrulla fronteriza de Estados Unidos sobre ‘encuentros’ con extranjeros en su frontera sur, no cabe duda de que estamos ante escalas nunca vistas de solicitantes de refugio y de migrantes […] Además de lo anterior, los enormes flujos de personas confrontan las políticas migratorias más severas, excluyentes y racistas, instrumentadas con una intensidad sin precedente tanto por el gobierno de Estados Unidos como por el de México” (Dr. Tonatiuh Guillén, PUED-UNAM, Este País, 4 de mayo de 2023).
Las cifras confirman esta tesis: “A partir de 2020, el país se convirtió en la segunda nación del mundo, sólo por detrás de la India, en ver marchar a su población más allá de sus fronteras…” (Ibid.). Y esto se aprecia en las deportaciones: “Solo en 2022, la policía fronteriza estadounidense realizó 2,578,184 detenciones de migrantes —un 31%, el mayor número, eran mexicanos— […] explica la OIM” (El País, 28 de febrero de 2023).
La migración de México a Estados Unidos (a la cual se añade la proveniente de Centroamérica) es una marejada. “… considerando la movilidad de personas hacia Estados Unidos, la problemática social es ahora esencialmente mexicana. Desde abril de 2020 no ha dejado de crecer el arribo irregular de connacionales al país vecino. En 2018, el promedio mensual era inferior a veinte mil eventos; en marzo de 2023, la cifra fue de más de ochenta mil y lo previsible es que perdure la tendencia en el futuro cercano […] Entre enero de 2022 y marzo de 2023, la patrulla fronteriza ha registrado cerca de 3.1 millones de ‘encuentros’ con extranjeros en la frontera de Estados Unidos con México, lo cual representa la cifra más alta de todos los tiempos. De ese total, cabe la pena subrayarlo, el flujo de mexicanos configura el 32.7 por ciento…” (Dr. Tonatiuh Guillén, PUED-UNAM, Este País, 4 de mayo de 2023).
Y sobre la tragedia detrás de las estadísticas, en julio pasado la prensa nacional publicó: “La frontera entre Texas y México rompió el año pasado el récord de connacionales que murieron en su intento por hacer realidad ‘el sueño americano’, con un total de 387 fallecidos, lo que significó un incremento de 32 por ciento a los registrados en 2021, cuando 293 migrantes mexicanos perdieron la vida en esa parte de la línea fronteriza, de acuerdo con cifras de la Secretaría de Relaciones Exteriores [el gobierno de Texas] ha enviado a la frontera a cientos de elementos de la Guardia Nacional, ha ofrecido recompensas de cinco mil dólares a quien delate a indocumentados y ha colocado un muro flotante y cercos de alambres, la mayoría de los mexicanos muertos, en los poco más de dos mil kilómetros que abarca la frontera entre Texas y nuestro país, fallecieron a causa de deshidratación (30 por ciento), ahogados (24 por ciento) y en accidentes de tránsito (19 por ciento) […] Las medidas que ha tomado […] han empujado a los migrantes a buscar zonas cada vez más peligrosas para intentar cruzar […] otros caminan por días bajo una temperatura de más de 45 grados o son abandonados por los polleros sin agua ni alimento” (El Sol de México, 24 de julio de 2023). En la frontera con Arizona, los migrantes muertos al intentar cruzar vienen aumentando: 148 en 2018, 178 en 2019 y 248 en 2020. ¿Y qué dice a todo esto la 4T? ¿Estas vidas perdidas, no importan?
Se va la población en edad de trabajar, los jóvenes, principal fuente creadora de riqueza, a generarla en otro país. Enviamos mano de obra barata para atraer remesas, como economía dependiente, adicta a las remesas. ¿De qué enorgullecerse, pues? Los inmigrantes ilegales trabajan y viven en la más absoluta indefensión: sin protección legal, sin servicios médicos; en fin, sencillamente no existen. Se les asignan las tareas más ingratas, con los salarios más bajos, acrecentando así la plusvalía extraída por los empresarios que explotan una fuerza de trabajo permanentemente bajo la espada de Damocles de la deportación.
Lenin dijo acertadamente que los emigrados son personas que votan con los pies, pues si abandonan su país no es precisamente porque todo esté bien. Todo lo contrario, quienes se van, censuran de facto el orden de cosas existente y exhiben la incapacidad de su país para ofrecerles empleo y los satisfactores elementales. Además, la emigración funciona como válvula de escape a las exigencias sociales: si toda la gente que se ha marchado permaneciera aquí, reclamaría educación, vivienda, salud, servicios, creando así una situación política altamente inestable. Con la emigración la situación se relaja significativamente, a lo que también contribuye el flujo de remesas.
La avalancha migratoria creciente, que ya venía de antes, se ha acelerado en la presente administración, como una síntesis que exhibe el fracaso de la política económica y social aplicada. Y si, como pregona López Obrador, hoy hay menos pobreza, si los pobres son primero, si ya derrotó al neoliberalismo, si sus programas de combate a la pobreza (como las tarjetas) son la solución, la pregunta obligada que debe en todo caso responder es: ¿cómo explicar, entonces, la emigración masiva de mexicanos en busca de mejor vida en otra parte, arriesgando incluso la vida para cruzar la frontera? La única respuesta, pero no admitida oficialmente, es que la política de este gobierno es un rotundo fracaso y que la situación social pasó de mala a peor.
Como alguna vez dijo Federico Engels, “tú podrás olvidarte de la dialéctica, pero la dialéctica jamás se olvidará de ti”. Los crecientes problemas sociales desatendidos, no por ocultarlos y echarles tierra se resuelven; al contrario, en la medida que se les ignore se agravan. Y eso está ocurriendo. La verborrea del presidente, sus malabares retóricos, excusas y chistecitos, evadiendo siempre su responsabilidad, no han resuelto los problemas, y las cosas se están complicando.
La solución real no es, como pretende la 4T, expulsar la fuerza laboral joven a Estados Unidos y ponerle desde allá muletas a la economía. Debe desarrollarse aquí un aparato productivo próspero, con bases propias, capaz de generar el ingreso necesario, de crear empleos y satisfacer a plenitud las necesidades de todos los mexicanos; para lograrlo debe redistribuirse internamente la riqueza. En el ámbito internacional debe ponerse un alto al saqueo imperialista de las economías pobres, como la nuestra, y eliminar las abismales diferencias de riqueza entre naciones. La emigración es consecuencia de la expoliación imperialista, de la bárbara concentración del ingreso global en los centros de poder mundial, y mientras sigan así las cosas, la gente se irá de donde no encuentra alimento a donde sabe que lo hallará: a la capital del imperio.