El nazismo ucraniano está derrotado, aunque sus aliados se empeñen afanosamente en aparentar lo contrario recurriendo a la abierta mentira en la prensa mundial. Los signos del agotamiento son inocultables. Los pueblos del mundo, jueces verdaderos y últimos, están rechazando la barbarie imperialista, las mentes pensantes, y aún los halcones más beligerantes del imperialismo avizoran el fracaso de la agresión a Rusia. Día a día se acumula la evidencia.
Este sábado, en Eslovaquia, país de 5.5 millones de habitantes, miembro de la Unión Europea ¡y de la OTAN!, triunfó en las elecciones el partido Dirección-Socialdemocracia, del ex primer ministro Roberto Fico. “… conocido por sus promesas de detener los envíos de armas a Ucrania y revisar los acuerdos que le permiten a EE. UU. usar bases en Eslovaquia […] el político describió el conflicto ucraniano como una ‘matanza inútil’ que está vaciando las reservas militares para obligar a los países a comprar más armas estadounidenses […] ha culpado a ‘los nazis y fascistas ucranianos’ de iniciar el conflicto. Además, considera que las sanciones occidentales impuestas contra Rusia son ineficaces (RT, 1 de octubre). De inmediato, el gobernante de la vecina Hungría, Viktor Orbán, de similar orientación política, le felicitó. En la misma tesitura está en Europa oriental el presidente de Serbia, Aleksandar Vucic.
El fracaso de las sanciones contra Rusia es admitido incluso por quienes las aplican, como la ministra de Exteriores alemana, Annalena Baerbock: “Las medidas deberían tener un efecto económico, pero esto no está ocurriendo […] Por otra parte […] En el segundo trimestre de 2023, el PIB alemán registró un crecimiento cero en comparación con el trimestre anterior […] [y] la cantidad de quiebras de negocios en la Unión Europea creció un 8.4%” (RT, 24 de agosto). En los primeros meses del año, las importaciones españolas de gas ruso aumentaron 70%, superando las provenientes de EE. UU. “… de acuerdo con un análisis publicado la semana pasada por Global Witness, en los primeros siete meses de este año las naciones de la UE importaron cerca de 40% más de gas natural licuado ruso que en el mismo plazo de 2021” (RT, 11 de septiembre). El New York Times publica: “Rusia sortea las sanciones y duplica la producción de armas […] entre ellas de misiles, más allá de los niveles anteriores a la operación militar especial en Ucrania…” (RT, 13 de septiembre).
Significativa en este contexto, y a tono con su milenaria perspicacia política, es la posición de la diplomacia vaticana. Por videoconferencia ante jóvenes católicos de San Petersburgo, el Papa Francisco “… instó a la juventud presente a no olvidar su ‘gran herencia’ y a tomar ejemplo de los personajes históricos del Imperio ruso […] el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Ucrania calificó las palabras de Francisco como ‘propaganda imperialista’ y lamentó las ‘ideas rusas de una gran potencia’ del pontífice” (RT, 29 de agosto).
En Canadá, el presidente de la Cámara de los Comunes, recalcitrante guerrerista, se vio obligado a presentar su renuncia luego de causar un escándalo por rendir homenaje el 22 de septiembre, al lado de Trudeau y Zelenski, a un destacado criminal de guerra nazi refugiado en el país. Obviamente, ello fue particularmente sentido por el pueblo polaco y por la comunidad judía, víctimas de masacres perpetradas por los nazis ucranianos durante la Segunda Guerra Mundial.
Y en Polonia, precisamente, en estos días ocurren multitudinarias manifestaciones contra el gobierno de ultraderecha, acérrimo enemigo de Rusia y furibundo apoyador de Zelenski. Pero ese gobierno está entre dos fuegos, pues en los últimos meses (para salvar la cara y atraer votos) viene criticando al gobierno de Ucrania, rechazando sus exportaciones de granos que afectan a los agricultores polacos. Aunque buena parte de esos cereales ni son ucranianos. Dice Thierry Meyssan: “Tres transnacionales estadounidenses del sector –Cargill, Dupont y Monsanto– han adquirido una cuarta parte del territorio ucraniano y están inundando la Unión Europea con sus cereales y pollos, a precios contra los cuales es imposible competir. Esas transnacionales estadounidenses no pagan las semillas OGM [organismos genéticamente modificados], el Departamento de Estado se las proporciona gratuitamente […] la Comisión Europea inicialmente prohibió su importación […] pero acabó por plegarse a las presiones de Estados Unidos. Ahora, tres Estados miembros de la Unión Europea –entre ellos Polonia– han adoptado disposiciones nacionales para prohibirlos en sus territorios […] Al mismo tiempo, la población polaca ya comienza a dar muestras de exasperación ante el constante flujo de refugiados ucranianos. El presidente polaco, Andrzej Duda, ha mencionado un posible cese de la ayuda a esos refugiados…” (Thierry Meyssan, Red Voltaire, 3 de octubre).
Y las cosas empeoran para Ucrania con su patrón. El mes pasado en Washington, a Zelenski se le impidió hablar ante la sesión conjunta del Congreso, a diferencia de su primera visita en diciembre de 2022, cuando fue recibido en verdadera apoteosis. Hoy le pusieron mordaza. Peor aún, la Cámara de Representantes, para evitar el cierre del gobierno, acordó un presupuesto provisional que no incluye en los próximos 45 días apoyo para Ucrania. Se complica seguir financiando esta guerra perdida. “El Pentágono advirtió al Congreso estadounidense que se está quedando sin fondos para reemplazar las armas que EE.UU. ha enviado a Ucrania y que ya se ha visto obligado a retrasar el reabastecimiento de sus propias tropas. El director financiero del Departamento de Defensa, Michael McCord, explicó en una carta recientemente enviada a los líderes del Parlamento, a la que tuvo acceso AP, que quedan 1,600 millones de dólares de los 25,900 millones proporcionados por el Congreso para reponer las reservas militares que han estado fluyendo hacia el régimen de Kiev […] Washington se ha quedado completamente sin financiación a largo plazo para Kiev…” (RT, 2 de octubre). ¿Realidad, excusa, una vuelta de tuerca a la presión?, difícil saberlo, pero sí se evidencian problemas serios en la relación señor-vasallo, sobre todo cuando este último es inepto.
Obviamente, esto pasará y el apoyo continuará, pero hay algo incontestable: el hastío social. “Una encuesta de CNN en agosto encontró que la mayoría de los estadounidenses se oponen a que el Congreso autorice fondos adicionales para apoyar a Ucrania…” (Ibid.). Es significativo incluso que el mismo Elon Musk haga mofa de Zelenski diciendo que no pasan ni cinco minutos sin que pida mil millones de dólares. Musk apoyó también dejar sin apoyo a Ucrania en este impasse presupuestal.
Y Zelenski no deja de advertir, amenazante: “¿Quieren un Afganistán, parte II? […] siente que el apoyo de los socios occidentales está disminuyendo, si bien confía en que el respaldo del actual inquilino de la Casa Blanca, Joe Biden, se mantenga si gana las próximas elecciones, ya que, de lo contrario se enfrentaría a un escenario similar al de su precipitada salida de Afganistán en 2021, según explica en una entrevista con The Economist […] Aunque los mandatarios de Occidente siguen prometiendo que estarán con Ucrania ‘todo el tiempo que haga falta’, Zelenski asegura haber detectado ‘un cambio de humor entre algunos de sus socios” (RT, 11 de septiembre de 2023).
En suma, la alarma de los líderes europeos, y la creciente simpatía popular hacia Rusia, tienen como telón de fondo el ignominioso fracaso de la contraofensiva ucraniana. Según David Ignatius, columnista de The Washington Post: “Las autoridades estadounidenses han calculado que las tropas ucranianas prácticamente han agotado las reservas de municiones de artillería de Occidente…” (RT, 28 de agosto). Asimismo, de la crónica de esta derrota anunciada dan fe personalidades de autorizada opinión como el prestigioso periodista Seymour Hersh: “Ucrania ‘ya no tiene ninguna posibilidad de victoria’, pero la Casa Blanca y los medios siguen mintiendo…” (RT, 22 de septiembre). También evidencian el fracaso las acciones desesperadas de terrorismo, sabotaje y asesinatos premeditados contra civiles.
En fin, el fracaso de la contraofensiva ucraniana, las dificultades financieras de los aliados; el grave deterioro de la economía europea; el sufrimiento de los pueblos, obligados a pagar con privaciones una guerra que no es suya; todo ello ha venido a generar y a exacerbar contradicciones entre las élites gobernantes de Occidente, y a contribuir a despertar la conciencia social en rechazo a la agresión norteamericana.