Hay quienes creen que los asuntos internacionales no tienen que ver con su vida cotidiana, con sus aspiraciones legítimas a una existencia menos azarosa, más próspera y más segura; con mejorar las condiciones materiales en que viven ellos, sus seres queridos, sus amigos y sus compatriotas. Pero eso no es verdad. “Ningún hombre es una isla”, como dijo John Donne. Muchos de los problemas que enfrentan los individuos pertenecientes a una nación, son influidos por lo que se planea y ejecuta en otras partes del mundo para someter a otros pueblos al atraso, al saqueo e incluso al sometimiento brutal. Una buena parte de la prosperidad y riqueza que ostentan y gozan algunos países, se ha originado en las carencias y sufrimientos de otros, que no podrán liberarse mientras no se modifique suficientemente la correlación internacional de fuerzas, lo cual se logrará solamente con la acción concertada y efectiva de los sometidos.
A los mexicanos, habitantes de un país dominado y empobrecido por el abuso de las potencias, nos haría bien abordar con mente abierta las ideas que plantean la multipolaridad y apoyar las acciones de todos aquellos que están pugnando por un mundo que no se encuentre sometido por una potencia con poderes económico y militar suficientes para imponer a toda costa sus ideas e intereses a la mayoría de la humanidad. El asunto es de la mayor importancia, pues el dominio unipolar ha traído graves consecuencias a miles de millones de seres humanos que viven empobrecidos, enfermos, en la ignorancia y sometidos a la violencia en sus diversas formas. Son tan profundas las heridas del dominio unipolar que no se podrán superar de manera individual y sin que se modifiquen las relaciones internacionales de poder entre los países, lo cual no será un proceso terso sino lleno de complicaciones y resistencias de Estados Unidos y sus aliados, que no quieren abandonar el pedestal privilegiado en que se encuentran desde hace muchos años.
“El mundo es demasiado complejo y diverso para subordinarlo a un único esquema, aunque detrás esté el poder, el enorme poder de Occidente, acumulado durante siglos de política colonial (…) la prosperidad de Occidente se consiguió en gran medida robando a las colonias a lo largo de los siglos. Eso es un hecho. De hecho, este nivel de desarrollo se alcanzó robando a todo el planeta (…) La historia de Occidente es esencialmente una crónica de expansión sin fin. La influencia occidental en el mundo es una enorme pirámide militar-financiera, y siempre necesita nuevo combustible para sostenerse: recursos naturales, tecnológicos, humanos, que pertenecen a otros. Por eso Occidente no puede detenerse ni tiene intención de hacerlo”, dijo ayer el presidente de Rusia, Vladimir Putin, en el prestigiado Foro de Discusión de Valdai. Y cuando hablamos de robo de territorio, de saqueo de recursos, de invasiones armadas y de sometimiento económico, ideológico y militar padecidos por nuestro país, los mexicanos somos un claro ejemplo de lo que un pueblo puede llegar a sufrir y atrasarse en todos sentidos cuando una potencia domina al mundo.
La Segunda Guerra Mundial dirimió a favor de Estados Unidos el conflicto de quién debía ostentar la supremacía mundial de los países capitalistas y de inmediato este país se propuso evitar que surgiera otro país capaz de disputarle la hegemonía mundial al mismo tiempo que hizo todo lo necesario para debilitar y desaparecer el polo socialista que en ese entonces representaba la Unión Soviética, lo cual ocurrió en 1991, fecha desde la cual Estados Unidos se ha comportado como señor indiscutible del planeta y no está dispuesto a compartir el poder y las ganancias con nadie. Y no se trata simplemente de ver quién tiene la razón y usa los mejores argumentos para que un mundo unipolar se vuelva multipolar. “Los Estados Unidos no admiten competidores de ninguna clase y en ningún terreno, o sea que no están dispuestos permitir, y menos colaborar con el desarrollo de los pueblos pobres de la tierra para evitar, según ellos, que puedan llegar a convertirse en una amenaza a su dominio mundial”, escribió el ingeniero Aquiles Córdova Morán, uno de los pensadores más claros y contundentes sobre el tema. Y agregó: “Por eso les provoca urticaria el discurso de Putin en favor de un mundo multipolar, pues están convencidos de que, de ocurrir algo así, tarde o temprano se volverá inevitable una nueva guerra, tal como les enseñaron la primera y la segunda conflagraciones mundiales. En consecuencia, antes que gastar sus recursos en el combate a la pobreza, prefieren embarcarse en una nueva y costosísima carrera armamentista cuya finalidad es obtener la superioridad militar absoluta sobre Rusia, China y aliados, y así obligarlos al sometimiento incondicional sin necesidad de llegar a una verdadera guerra nuclear. El problema es que ni Rusia ni China están dispuestas a rendirse a semejante chantaje atómico y se han puesto, con toda razón y derecho, a afinar sus propias armas, al tiempo que advierten, urbi et orbi, que su armamento es puramente defensivo pero que no rehuirán ningún peligro si se les obliga a defenderse. La paz mundial, pues, no depende de ellos, sino del desbocado hegemonismo norteamericano”.
Sólo el crecimiento económico, ideológico y militar de las fuerzas capaces de hacerle contrapeso a los Estados Unidos podrá equilibrar las fuerzas y generar un terreno mundial propicio para que las potencias no abusen de los países debilitados por siglos de saqueo. Las luchas sociales de los pueblos por su liberación, por construir economías fuertes al mismo tiempo que lograr una distribución justa de la riqueza, avanzarán más aprisa hacia sus objetivos si se consolida un sistema internacional con varios polos de poder, por esa razón quienes queremos un México próspero, justo, sin pobreza y sin violencia debemos apoyar a los líderes y a los pueblos que defienden un mundo multipolar.