Hace años, algunos políticos estadounidenses no se cuidaban de revelar sus intenciones de usar y armar a Israel como plataforma de expansión estadounidense en Medio Oriente, a costa de despojar a Palestina: “Israel es el mayor portaaviones estadounidense, es insumergible, no lleva soldados estadounidenses y está ubicado en una región crítica para la seguridad nacional de Estados Unidos”, dijo hace poco más de 40 años Alexander M. Haig, en ese entonces secretario de Estado de la administración del guerrerista Ronald Reagan. Dicha declaración coincide en su cinismo y prepotencia con esta: “Debemos tener clara una cosa: en este país no hay sitio para dos pueblos (…) y la única solución es la tierra de Israel sin árabes (…) trasladar a los árabes de aquí a los países vecinos (…) no tiene que quedar ni un solo pueblo ni una sola tribu beduina”: pronunciadas por Yosef Weirich, Jefe del departamento de Colonización de Tierras del Fondo Nacional Judío, o sea uno de los responsables de la expulsión de los palestinos de su tierra una vez que la ONU acordara una partición del territorio, asignando aproximadamente la mitad a cada parte, a pesar de que los judíos representaban un tercio de la población y tenían sólo un 7% de las tierras, partición que nunca aceptaron los palestinos pues no estaban dispuestos a ceder las tierras donde habían vivido y donde eran la mayoría de la población.
Israel aceptó de dientes para afuera, a sabiendas que era solo el punto de partida para que le dieran el estatus de Estado y a partir de ahí apropiarse de todo el territorio, a como diera lugar y con el apoyo estadounidense, lo que se tradujo de inmediato en operaciones militares para desplazar a cientos de miles de palestinos, algunos de los cuales tuvieron que refugiarse en países vecinos y otros fueron recluidos en la pequeña Franja de Gaza y en Cisjordania, rodeados de vallas, sensores y soldados israelíes armados hasta los dientes.
Los Estados Unidos han actuado en consecuencia con el plan original de instalar y armar en Israel el “portaaviones insumergible” del que hablaba Haig, y desde ahí, a punta de misiles y bombas, ampliar su influencia económica y política para seguir haciendo grandes negocios a favor de unos cuantos magnates capitalistas. Le han dado a Israel grandes cantidades de recursos para convertir al Ejército israelí en uno de los mejor armados del planeta. “Desde la Segunda Guerra Mundial, Israel ha sido el mayor receptor general de ayuda exterior estadounidense. Según datos de los departamentos de Defensa y Estado, desde 1951 hasta 2022 (el año más reciente del que existen datos) la ayuda militar estadounidense a Israel, ajustada a la inflación, ha sido de 225 billones de dólares” (BBC, 17 de octubre 2023); además, le han dado cobertura mediática internacional para justificar sus atrocidades y han vetado en el Consejo de Seguridad de la ONU cualquier iniciativa para frenar sus operaciones militares, aunque se queden solos frente al mundo, como ocurrió esta semana: “EU se queda solo en la ONU defendiendo asesinatos de Israel vs. civiles palestinos. EU vetó una resolución en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que condenaba los ataques contra todos los civiles en la Franja de Gaza” (El Financiero, 18 de octubre 2023).
Hace unos días, el gobierno de Israel bombardeó un hospital de Gaza, donde eran atendidos heridos por los ataques aéreos del Ejército de Israel y también se refugiaban miles de personas desarmadas, entre ellas cientos de niños. El resultado fue la muerte de por lo menos 500 personas, mientras muchas más resultaron heridas. “Richard Peeperkorn, representante de la OMS para los territorios palestinos ocupados, se refirió al ataque al hospital como “un horror”. “Si un hospital no está a salvo, ¿qué lo está?”, preguntó (…) Este ataque no tiene precedentes en escala, pero hemos visto ataques constantes a los hospitales de los territorios palestinos ocupados. Desde el sábado y hasta antes de este terrible embate, habíamos registrado 115 ataques a instalaciones de salud, 51 de ellos en Gaza, con 15 trabajadores sanitarios muertos en servicio”, indicó. Peeperkorn agregó que hasta la mañana de hoy, la cifra de palestinos muertos superaba los 3,000, más de la mitad de ellos mujeres y niños, y los heridos sumaban más de 11,000” (Noticias ONU, 17 de octubre de 2023).
En algunos medios de comunicación y en las redes sociales podemos ver algunas de las “misiones” protagonizadas por uno de los ejércitos mejor armados del mundo contra la inerme población civil de Palestina: “Al menos 18 palestinos cristianos murieron por un bombardeo del Ejército de Israel sobre la iglesia ortodoxa de San Porfirio en la Franja de Gaza, donde se refugiaba casi medio millar de personas incluyendo mujeres y niños”, publicó ayer EL UNIVERSAL. Las imágenes de las masacres llegan por oleadas, junto con el anuncio del inminente ingreso de tropas terrestres israelíes a apoderarse de lo que aún queda de territorio en posesión de los palestinos, pero no vemos que ninguno de los países autollamados democráticos proponga sanciones o bloqueos económicos a Israel, un país que invade a otro y bombardea a su población ante los ojos del mundo.
Ese drama no se generó en este mes y el Estado de Israel no es inocente ni simplemente se está defendiendo, como sostienen las versiones de los agresores genocidas, y tampoco está solo, pues Estados Unidos lo sostiene contra viento y marea. Se trata del episodio más reciente y brutal de una política calculada para expulsar a millones de palestinos de su territorio e instalar y fortalecer ahí a Israel, una pieza estratégica en las operaciones de Estados Unidos en Medio Oriente, un escenario sangriento de los muchos escenificados por el imperialismo en su afán de dominar el mundo y sus recursos. Un horror que solo desaparecerá junto con el mundo capitalista imperialista que lo hizo posible.