Asentados en las profundidades del suroeste del estado de Chihuahua, entre las alturas y las barrancas de la Sierra Madre Occidental, los Tarahumaras o rarámuris (los de pies ligeros) son una comunidad indígena, numerosa y antigua del estado, que ocupa también parte del suroeste de Sonora y noroeste de Durango.
El 90 % de su población, que de acuerdo con el último censo es de 57 mil personas, se asienta de manera dispersa en los municipios de Guadalupe y Calvo, Morelos, Balleza, Guachochi, Batopilas, Urique, Guazaparez, Moris, Uruachi, Chínipas, Maguarichi, Bocoyna, Nonoava, Carichí, Ocampo, Guerrero y Temósachic. El resto se ubica en las colindancias del estado de Sonora y Durango.
Desde su llegada a su ubicación actual, las montañas de la Sierra Madre Occidental hace más de 15 mil años, los Tarahumaras se han caracterizado por su respeto a la madre naturaleza, a sus tradiciones, a su religión, a la defensa de sus territorios y ha sido un pueblo que ha luchado por sobrevivir y hacer frente a los que han tratado de someterlos, entre ellos los misioneros jesuitas en 1606, cuando el pueblo rechazó el adoctrinamiento y se levantó en contra de los religiosos, desencadenando con ello una serie de represalias por parte del gobierno de la Nueva España.
Con ese espíritu de lucha por defender su territorio e identidad, este pueblo indígena ha logrado sobrevivir, pero no ha sido fácil, pues a lo largo de su historia se han enfrentado a las inclemencias del tiempo como las severas sequías o las intensas nevadas, y ya para la segunda mitad del siglo pasado y en la época actual, a la ola de inseguridad y violencia desencadenada por los grupos delictivos que se disputan el control y dominio de los territorios Tarahumaras. Además, la indiferencia de los gobiernos estatal y federal, quienes no han logrado diseñar un plan de acción efectivo que logre hacer justicia y saque de la pobreza a los cientos de familias que por años han solicitado apoyo.
Rarámuris: los pies ligeros
Las condiciones en las que viven los indígenas los han llevado a ser un pueblo recio, decidido, que se ha convertido en parte del entorno accidentado, mismo que ha dominado, como un elemento más de la madre naturaleza.
Hoy en día se reconoce y admira la agilidad de este pueblo para recorrer grandes distancias sin hacer una sola parada. Subir y bajar barrancas es una tarea de todos los días, lo que ha llevado a los rarámuris a convertirse en un referente de resistencia.
Aun siendo una comunidad que habita en las barrancas y las montañas de la Sierra, ha logrado sobresalir en los últimos tiempos, siendo reconocida por organizaciones no gubernamentales, otros países y reconocidos productores, quienes ven en esta cultura un espíritu de lucha y de inquebrantable amor por preservar sus tradiciones.
Lastimosamente, los gobiernos en turno valoran poco el esfuerzo de quienes todos los días luchan por seguir vigentes, quienes han demostrado ser auténticos donde quiera que vayan, pues llevan su vestimenta y tradiciones consigo todo el tiempo.
Desplazamiento del pueblo Tarahumara Desplazamiento del pueblo Tarahumara
El fenómeno de migración del pueblo Tarahumara hacia otras ciudades se desarrolla con más auge después de la segunda mitad del siglo XX, y se inicia por causas primeramente económicas, ya que las familias al no tener cómo cubrir sus necesidades básicas, se veían en la necesidad de abandonar su lugar de origen y buscar nuevas alternativas; en otras actividades diferentes al campo, para poder conseguir recursos y solventar su existencia. Otros factores que influyeron fueron educación, salud, conflictos territoriales, las sequías, que en conjunto eran generadores de pobreza y marginación para la comunidad.
Fue así como aparecieron los primeros asentamientos Tarahumaras en las principales ciudades como Chihuahua, Ciudad Juárez, Durango y Sinaloa.
La presencia de las familias rarámuris en la capital del estado motivó a instituciones religiosas, de la sociedad civil, incluso del propio gobierno estatal y municipal a buscar alternativas para dar hospedaje y alimentación a las familias Tarahumaras, creándose así, primeramente, albergues temporales, y posteriormente ya la formación de colonias destinadas a dar un techo para todo aquel que lo necesitara.
Datos de la Comisión Estatal para los Pueblos Indígenas (Coepi), señalan que, en la ciudad de Chihuahua se contabilizan nueve asentamientos:
En Carlos Arroyo, Pino Alto, Pájaro Azul, La Soledad, Ladrillera Norte, Tarahumara, Rinconada Los Nogales, El Oasis y Díaz Infante, 141 personas.
En Hidalgo del Parral se ubican tres: San Andrés, El Venadito, Los Carrizos.
En Cuauhtémoc se encuentra la colonia Rayénari y en Ciudad Juárez la colonia Tarahumara.
Estas zonas representan un lugar seguro para permanecer conservando su cultura y la realización de los actos que los caracterizan. Desde los festejos propios de Semana Santa, elaboración de tesgüino y sus propias reglas de convivencia.
Rechazo a los asentamientos Tarahumaras y su discriminación
El clima en la Sierra Tarahumara es extremo, lo que provoca pérdidas en sus cosechas y problemas de salud, acentuando con ello la pobreza y sus múltiples consecuencias, lo que obliga a las familias a buscar nuevos espacios donde vivir, además de recurrir a la gestión de apoyos por parte de las autoridades, gestiones que muchas veces son ignoradas.
Las consecuencias de las sequías son la inseguridad alimentaria, la crisis económica para productores de temporal, afectaciones en la agricultura de riego (cuando esto es posible), abatimiento de acuíferos, déficit de reservas de forraje y por ende su encarecimiento, así como reducción en la reproducción de ganado.
La agricultura que se da en la Sierra Tarahumara es de autoconsumo, por lo que una sequía severa afecta drásticamente la alimentación de las familias, generando desnutrición en los menores y enfermedades en adultos mayores, es decir, su situación de pobreza aumenta.
Toda esta situación se complica con la reducción de apoyos por parte del Gobierno federal, pues desde la llegada de Andrés Manuel López Obrador comenzaron a quedarse sin apoyos oficiales, como lo son los de Prospera, Sedesol, internet gratuito dentro del programa México Conectado, entre otros.
En el año 2023, la ola de calor y la intensa sequía que se presentó en el estado de Chihuahua, causó estragos en los cultivos de maíz y frijol, alimento indispensable para las familias. El hambre y la desesperación obligó a los indígenas a realizar comisiones a las dependencias estatales y federales en busca de apoyos, resultando algunas comunidades beneficiadas con maíz. Sin embargo, la gran mayoría sigue en espera del apoyo gubernamental.
Sin un plan de acción para sacar de la pobreza al pueblo Tarahumara
Gobiernos se van y gobiernos llegan, siempre con la misma retórica: sacar de la pobreza a las comunidades indígenas son las promesas de campaña que cada seis años escuchan las familias de la Sierra Tarahumara, pero que en la práctica sólo son engaños que tienen como único fin conseguir la simpatía y el voto de los rarámuris.
En la actualidad no existe un plan de acción que contemple el abatimiento del rezago social de las familias que viven en las entrañas de la Sierra Madre Occidental, y aunque se han hecho esfuerzos por parte del gobierno estatal de Chihuahua, no han sido suficientes para mitigar la pobreza que se vive; los remedios son paliativos para aliviar la difícil situación que se vive.
En el año 2019, en un evento en la localidad de San Ignacio Arareco, en el seccional de Creel (pueblo mágico) en el municipio de Bocoyna, el delegado del Gobierno federal en Chihuahua, Juan Carlos Loera, declaró que la actual administración va a pagar la deuda que hay pendiente con los pueblos indígenas, no sólo en los aspectos de apoyos y programas sociales, sino en temas de seguridad.
En dicho evento el funcionario y excandidato a la gubernatura del estado, advirtió que las autoridades federales van a implementar operativos para evitar que continúen los saqueos de los recursos naturales por parte de integrantes del crimen organizado. Explicó que dichas acciones también contemplan evitar la esclavización de indígenas y mestizos que son obligados a trabajar en las plantaciones de amapola y marihuana.
En su mensaje a los más de 500 asistentes al evento político, señaló que los funcionarios federales coincidieron en que es necesario abatir la pobreza, la desnutrición, la esclavización, entre otras problemáticas que sufren en la Sierra Tarahumara desde hace varias generaciones.
Después de ese evento, lleno de esperanza para los rarámuris, vino la decepción, la tragedia, el olvido, pues de esas promesas nada se ha cumplido. Los programas de la Secretaría del Bienestar han sido manchados por actos de corrupción, afectando directamente a los beneficiarios.
Para las familias de la Sierra tarahumara ya los discursos sólo quedan en el aire, pues son ellos lo que padecen la miseria, la discriminación, la falta de un empleo bien remunerado, la falta de una vivienda digna, educación de calidad, un sistema de salud ineficiente, la inseguridad, las inclemencias del tiempo y ante todo eso, la indiferencia de un gobierno.
Por su parte, el Gobierno del estado, que encabeza la gobernadora María Eugenia Campos Galván, recientemente anunció un plan integral denominado “Juntos Por La Sierra Tarahumara” que contempla ampliar los servicios de salud, combatir la deserción escolar y disminuir la mortalidad materna e infantil, plan que se desarrolla en la actualidad y, aunque se vislumbran resultados favorables, no sólo para las familias que viven en la Sierra, sino para los que se han convertido en indígenas urbanos, falta la última palabra.
Las intenciones del Gobierno del estado son buenas y muy necesarias, pero la deuda histórica con el pueblo rarámuri es impagable, y es necesario crear acciones a corto, mediano y largo plazo que en verdad busquen resarcir todo el daño que han padecido nuestros pueblos originarios.
Las organizaciones formadas por la comunidad indígena rarámuri sigue, como desde hace muchos años, luchando todos los días para que se reivindique y respete su derecho como pueblo auténtico, además para exigir que los compromisos del actual gobierno federal se cumplan y no queden las promesas en el aire, como hasta ahora ha ocurrido.
A poco menos de un año de que acabe el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, las familias rarámuris siguen esperando que se cumplan las promesas de campaña para su comunidad, pero más de uno ya no confía en la política del tabasqueño.
Con información de Noel González Jiménez