El 5 de septiembre fue escogido como el Día Internacional de la Mujer Indígena, durante el Segundo Encuentro de Organizaciones y Movimientos de América, que se realizó en Tihuanacu, Bolivia, en 1983. El objetivo es hacer un reconocimiento a todas las mujeres indígenas que han jugado un papel importante en la conservación de la cultura de sus etnias, así como su lenguaje y fuerza de carácter.
La fecha se escogió para honrar a Bartolina Sisa, mujer valerosa y trabajadora que nació en Cuzco, Perú, el 24 de agosto de 1753. A los 25 años de edad, contrajo matrimonio con Julián Apaza, conocido como el caudillo Túpac Katari, con quien organizaría la rebelión de los pueblos indígenas a través de los Andes.
En 1781, estalla la lucha de los indígenas, la cual tuvo por nombre Aymara Quechua. Bartolina cayó presa del enemigo, quienes le prometieron a Túpac Katari, liberarla sí cumplía sus demandas. Él no lo hizo, porque sabía que se trataba de una trampa para aniquilar al movimiento. Ella fue violada, golpeada, torturada y por último ahorcada el 5 de septiembre de 1782. Pero pasó a la historia, como una de las mujeres indígenas más valientes, inquebrantables e insobornables del sur del continente americano.
Se calcula que en Latinoamérica existen 522 pueblos indígenas y que su población suma 42 millones de personas. De esta cifra, el 59 por ciento son mujeres y son el sector más oprimido tanto en la sociedad tribal como en la sociedad en general.
En México existen 67 pueblos indígenas con 11 millones 132 mil habitantes indígenas y 364 lingüísticas pertenecientes a este conjunto de agrupaciones. De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), el 43 por ciento de los habitantes de los pueblos indígenas no concluyó la primaria y el 70 por ciento, es decir cerca de 8.5 millones de personas, viven en situación de pobreza y el 30 por ciento restante, en situación de pobreza extrema.
Y con base en datos del Padrón de Pueblos y Comunidades Indígenas, en Guanajuato, son más de 35 mil mujeres quienes viven en alguno de los 96 pueblos originarios que se distribuyen en los municipios de Dolores Hidalgo, San Miguel de Allende, Tierra Blanca, Xichú, Silao, Irapuato, Guanajuato y San Luis de la Paz.
Las principales lenguas que se hablan son: náhuatl, chichimeca jonaz, otomí y mixe. Hay que tomar en cuenta que, en la entidad, 14 mil personas mayores de tres años reconocen que hablan alguna lengua indígena y que es León el municipio donde habita la mayor cantidad de mujeres de habla indígena.
Desventaja en derechos
No es ninguna novedad que, en los pueblos originarios, las mujeres se encuentran en desventaja en asuntos importantes como la salud, educación, empleo e igualdad, lo que las ubica como un sector vulnerable.
La violencia, la discriminación y el racismo son flagelos que impiden el pleno desarrollo de mujeres y niñas indígenas, en la entidad y todo el territorio nacional. Guanajuato se ubicó en el lugar 17, con el 34 por ciento de mujeres violentadas en espacios comunitarios, de acuerdo con las cifras de la Encuesta Nacional Sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares.
Solo a manera de ejemplo, dos opiniones de mujeres indígenas. Nadia Rodríguez, mujer profesionista y de raíz indígena, ha señalado que en la actualidad una mujer indígena se enfrenta todavía al rechazo intercultural, en Guanajuato.
Incluso en la parte lingüística se registran muestras de intolerancia y actitudes de racismo, ya que al dialecto indígena se le mira de una manera despectiva. “Sobre todo se asocia a la ignorancia; tú eres indígena, tú eres ignorante, tú eres mujer, y se maximiza la situación, porque eres doble marginada, eres mujer e indígena”, asegura la profesionista.
Guillermina, artesana otomí, que vende sus leles, servilletas y pulseras en León, refiere como los funcionarios municipales cometen excesos y abusos al decomisarle, a ella y sus compañeras, sus mercancías y que, en la mayoría de los casos, ya no se las regresan. “Por el hecho de ser indígenas nos tratan peor que a los delincuentes, porque a ellos los sueltan en cuestión de horas, sin más problema. Pero en el caso de nosotras, nos tratan peor que animales, incluso nos dicen que no somos seres humanos”.
Aunque en 2011 se aprobó la Ley para la Protección de los Pueblos y Comunidades Indígenas en Guanajuato, la participación de las comunidades es escaza y los avances en la materia, dejan mucho que desear.
A pesar del discurso oficial que resalta el “orgullo indígena”, ellas siguen siendo víctimas de humillación, exclusión y marginación, como consecuencia de un sistema socioeconómico que se resiste a cumplir lo que pregona.
Como le sucede a la inmensa mayoría de la población, la mujer indígena en el estado y en todo el país, se enfrenta a grandes dificultades que la obligan a vivir en la pobreza y sus necesidades básicas al igual que en el caso de otros sectores de la población, solo serán verdaderamente atendidas, cuando el pueblo educado y organizado tome en sus manos el poder de la nación y se cambie en su totalidad el modelo económico imperante en el país.
Mientras tanto, los discursos oficiales, que se lanzan por cientos en su día, seguirán siendo un instrumento de control y manipulación por quienes detentan el poder estatal y nacional.
Con información de Héctor Hugo Villegas