La dependencia alimentaria viene desde hace ya algunas décadas. Pero desde su campaña, y ya como presidente, Andrés Manuel López Obrador recalcó como una meta fundamental de su gobierno lograr la soberanía alimentaria. “Alcanzar la independencia mediante la soberanía energética y alimentaria serán algunos de los objetivos del presidente Andrés Manuel López Obrador durante su cuarto año de gobierno, afirmó en el informe que presentó ayer, en Palacio Nacional, al cumplirse 100 días de éste.” (El Financiero, 13 de abril de 2022).
Para ello creó una dependencia especial: Seguridad Alimentaria Mexicana (Segalmex), en momentos de euforia y grandes esperanzas en la 4T y su presidente. “El organismo de la SADER deberá vender y distribuir fertilizantes, semillas mejoradas y cualquier otro producto que pudiera contribuir a elevar la productividad del campo mexicano, a fin de garantizar el abasto nacional de alimentos. Otra de sus funciones relevantes es promover la creación de micro, pequeñas y medianas empresas privadas asociadas a la comercialización de productos alimenticios y apoyar las tareas de investigación científica y desarrollo tecnológico que se encuentren vinculadas con su objeto” (Diario Oficial de la Federación).
Se buscaba así “… garantizar la disminución de la importación de alimentos y el acceso a la alimentación, sobre todo de las personas más desprotegidas […] López Obrador, comentó que la política de agricultura tendrá un nuevo eje, que será apoyar la autosuficiencia alimentaria del país; es decir, que los alimentos que se consuman en México sean producidos en el campo mexicano” (Reporte Índigo, 16 de agosto de 2018). Destacó que “se dará prioridad a la siembra de cuatro alimentos básicos en el consumo de los mexicanos: maíz, frijol, trigo harinero y arroz, y es en ellos donde se pretende alcanzar la autosuficiencia alimentaria”. Se reactivaría también la producción de fertilizantes que serían entregados a los productores (directamente, sin intermediarios, ¡para combatir la corrupción y elevar la producción!). Incluso se creó una subsecretaría, la de Autosuficiencia Alimentaria. Por lo demás, es de sobra conocido cómo vino a terminar Segalmex, en medio de un escándalo de corrupción; un monumental fracaso, que, visto con cuidado, es solo un indicador de la ineficacia de la estrategia agrícola y de seguridad y soberanía alimentarias.
Pero ya al final de esta administración, ¿en qué quedaron las metas propuestas? En pocas palabras: en un crecimiento alarmante de la dependencia alimentaria. Ciertamente, en lo que constituye una deformación del sistema agrícola, herencia del neoliberalismo en la agricultura que se afianza en este sexenio, exportamos exitosamente productos de alto valor comercial, como aguacate, berries, hortalizas; pero se ha ahondado la dependencia en alimentos básicos como trigo, maíz, frijol, arroz, productos cárnicos, precisamente en los que el presidente prometió soberanía alimentaria, y donde las importaciones se dispararon a partir de 2020.
Veamos. “México ha aumentado su importación, particularmente de granos básicos […] Al primer semestre de 2023 tenemos importaciones por alrededor de 27,500 millones de dólares. Hay un estimado de que este año estemos cercanos a los 53,000 millones […] comentó el titular del CNA […] solo en 2020 se importaron 28 millones de toneladas de maíz […] México tiene una dependencia de granos de alrededor de 49% de las importaciones; en el caso del trigo depende más de 56%; 96% de la soya es importada [México es el segundo importador mundial] y 86% del arroz” (Expansión, 12 de septiembre de 2023). Recuérdese que, según la FAO, hay soberanía alimentaria cuando un país produce 75% o más de sus alimentos.
Entre enero-junio de 2022 y el mismo período de 2023, las importaciones de frijol se triplicaron. Como síntesis de lo dicho: “De acuerdo con datos de la Organización Mundial de Comercio, México se ubicó como el tercer mayor importador de maíz a nivel global en 2022…” (El Economista, 10 de octubre de 2023). Y todo indica que nuestra situación empeorará: “Las importaciones mexicanas de maíz batieron récord en la temporada octubre-septiembre del 2022-2023, y el año próximo se enfilan a otro máximo. A lo largo del ciclo recién terminado en septiembre, las compras foráneas del grano desde México subieron de 17.5 a 18 millones de toneladas y el Departamento de Agricultura de Estados Unidos prevé una nueva marca en la temporada 2023-2024 […] El pronóstico del USDA sobre la producción de maíz de México para el año comercial 2023/2024 se redujo a una tasa interanual de 2.1% …” (El Economista, 2 de octubre de 2023). Por cierto, sospechosamente, ya no se oye aquel combativo grito de que ¡sin maíz no hay país!
Estados Unidos produce anualmente 384 millones de toneladas de maíz, que no pueden ser consumidas allá y necesitan una salida: nosotros recibimos el exceso, a un costo de 5 mil millones de dólares (La Jornada, 17 de septiembre de 2023). Hoy, 96% del maíz que importamos proviene de Estados Unidos (UNCTAD), lo que, además de la dependencia alimentaria, compromete la soberanía nacional, subordinándonos más a los dictados del imperio, algo muy ostensible. Tan graves están las cosas que: “La Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) puso a México como ejemplo de los riesgos que implica la alta dependencia de importaciones de maíz en un solo proveedor…” (El Economista, 10 de octubre de 2023).
Mas no solo ha fracasado la política de soberanía alimentaria; también la seguridad alimentaria (“Existe seguridad alimentaria cuando todas las personas tienen, en todo momento, acceso físico y económico a suficientes alimentos, inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos, a fin de llevar una vida activa y sana”, FAO). Aquí las cifras espantan: el número de personas en pobreza extrema, es decir, con hambre, aumentó. “si se comparan las cifras de 2018 a 2022, esta problemática [la pobreza extrema] se incrementó al pasar de 8.7 millones a los 9.1 millones de personas en tal condición” (Forbes, 11 de agosto de 2023, con base en datos del Coneval). Datos oficiales; conque, con toda probabilidad es mayor.
Así pues, la tan prometida soberanía alimentaria para el cuarto año del sexenio resultó un fiasco. Y en tácita aceptación, el gobierno evita reiterar su compromiso. Admite el propio López Obrador que: “En el caso de los alimentos no hemos logrado la autosuficiencia alimentaria. Tenemos que seguir con ese propósito. Por eso el plan de entregar los fertilizantes de manera gratuita […] necesitamos seguir impulsando la actividad productiva, y lo vamos a seguir haciendo”, dijo el mandatario el 24 de octubre del año pasado en la conferencia matutina…” (Expansión, 12 de septiembre de 2023).
Por su parte, el funcionario encargado de la materia agregó: “… el subsecretario Víctor Suárez, de Autosuficiencia Alimentaria, dijo recientemente que “no hemos logrado llegar a la autosuficiencia alimentaria, es un proceso más largo… Entonces, necesitamos más tiempo, no hemos logrado la autosuficiencia alimentaria, hemos avanzado, (pero) necesitamos al menos 12 años más para lograr la autosuficiencia de todos los cultivos”, entre los que se encuentran: maíz, trigo, arroz, frijol, leche, huevo, carne de res, carne de cerdo y carne de pollo” (El Economista, 11 de septiembre de 2023). ¡Faltan doce años! ¿Pero no había dicho el mismísimo presidente que para el cuarto año de su gobierno?
Pues siempre no. Y para sortear tan grave problema, en mayo del año pasado el presidente tomó otra de sus características iniciativas, igual de eficiente que las anteriores: producir para el autoconsumo, para así combatir la inflación “que nos llega de fuera”. Ahora cada campesino y cada familia deberán producir sus propios alimentos en economía campesina; la autosuficiencia de traspatio para las familias que viven en el campo. En esto vino a parar la promesa de soberanía. En otras palabras: hágale cada quién como pueda. Con ello el gobierno se desdice de facto de sus compromisos y deja la solución en manos de la población; que resuelva sola, como Dios le dé a entender. Esta posición tan de “izquierda”, y preocupada por los pobres, que “son primero”, no puede menos que recordarnos la respuesta de la reina María Antonieta, la frívola esposa de Luis XVI, quien, cuando le dijeron que los campesinos no tenían pan para comer, respondió despectivamente: ¡que coman pasteles!