SEXTANTE
Por: Costeau
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Al desaparecer la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) fue como si se esfumara inexplicablemente algo hermoso, porque en solo unas cuantas décadas la humanidad había logrado construir una sociedad justa en la que los hombres no solo producían riqueza en grandes cantidades, sino que ésta se repartía en forma equitativa, los hombres se veían como hermanos, habían superado su división en clases sociales antagónicas y empezado a erradicar los atavismos y los peores flagelos que durante milenios han azotado al género humano: el hambre, la ignorancia, la profunda desigualdad, el desempleo, la delincuencia, la violencia, etcétera.
Ese experimento social dejó en el pueblo ruso, y en las otras comunidades nacionales que formaron parte de la Unión Soviética, costumbres colectivistas, humanismo y una gran cultura cuyas bases no ha podido destruir el capitalismo reinstaurado, a pesar de que utiliza el enorme poder de los medios masivos de comunicación, entre ellos las famosas redes sociales, que son instrumentos de manipulación en gran escala. En los millones de seres humanos de los países que vivieron aquel socialismo persiste una arraigada nostalgia (y una fuerte esperanza) de volver a tener una sociedad como la de aquellos tiempos.
El arte que durante décadas prevaleció en el socialismo soviético fue orientado por una poderosa corriente artística propia, cuyo sello característico fue precisamente su apego a la realidad social que se estaba dando en la URSS y que, por esta razón, fue llamado “realismo socialista”. La influencia de esta corriente no solo abarcó al extenso mundo de los países socialistas de esa época, sino que su sentido social, político y filosófico orientó a otros pueblos en prácticamente todas las disciplinas artísticas. En el arte cinematográfico esta poderosa estética no fue la excepción, pues en muchos lugares del globo terráqueo hubo manifestaciones en las que los rasgos y los temas propios del realismo socialista se hicieron presentes. Tal fue el caso del llamado “neorrealismo italiano”, en el que el realismo soviético tuvo una manifiesta y poderosa influencia estética. El realismo italiano nos brindó obras de grandes realizadores como Vittorio De Sica, Luchino Visconti, Roberto Rossellini, Federico Fellini, Michelangelo Antonioni, etc. En Estados Unidos (EE. UU.) hubo también una corriente “realista” a la que llamaron “cine negro” porque fue la respuesta del capitalismo más desarrollado hacia las masas de esa nación, que podían tener un cine que se “apegaba más a su realidad”. Sin embargo, este “realismo” fue a veces demasiado “realista” –valga la redundancia– porque no se propuso impulsar a la grandes masas trabajadoras de EE. UU. a liberarse de las cadenas de opresión y explotación del sistema burgués, sino que más bien les presentó historias en las que los personajes –prostitutas, trabajadores enfrentados a las mafias o a los poderosos de pueblos, ciudades o regiones, etc.- padecían problemas de extrema crudeza y que terminaban sucumbiendo ante destinos demasiado crueles. El “cine negro” estadounidense fue la proyección de un “realismo” que, lejos de insuflar en las masas aliento de progreso y liberación, sirvió para desalentar y apagar en ellas cualquier síntoma de lucha social, pues “ante el negro destino nada se puede hacer”(ésta era la divisa filosófica de esa corriente). En México también hubo una fuerte influencia del realismo soviético, ostensible en cineastas como Fernando de Fuentes, Emilio El Indio Fernández y Roberto Gavaldón y el fotógrafo Gabriel Figueroa. Una cinta altamente representativa de la corriente artística de la URSS fue La balada del soldado.
Pero el cine soviético tuvo el gran acierto de producir filmes que fueron verdaderas joyas de un realismo humanista, cuyo cometido fue ensanchar los horizontes de las personas mediante la oferta de historias y personajes que estuvieran basados en el materialismo dialéctico e histórico del desarrollo social, en el que las grandes masas trabajadoras son las que juegan un papel determinante en el futuro de la humanidad.