Donato Márquez
A lo largo de 45 años de vida política, los antorchistas hemos leído en no pocas ocasiones tantas mentiras y calumnias contra nuestro movimiento. Hoy, podemos decir que Antorcha Revolucionaria se ha convertido en la organización social más atacada en la historia contemporánea de México. Somos testigos de cómo “periodistas de pedigrí” se arrastran tan bajo para complacer a sus mecenas nacionales o ser víctima de una menopausia intelectual tan profunda que los impulsa a mentir descaradamente y escupir sobre su “trayectoria personal”.
El número de mentiras contra Antorcha ya sea en una edición matutina o vespertina, sea local, regional o nacional, sea hablada o escrita, no tiene parangón. Hace unos días Televisa, hoy Proceso y la suma sigue. No nos sorprende que Fátima Monterrosa, de Televisa, se arrastre en el fango inmundo ni que se revuelque Patricia Dávila contando sus “mentiras que parezcan verdades”. La mentira de Patricia Dávila, lanzada en la revista Proceso, no es un inocente entretenimiento, sino que se convierte en una siniestra coartada para alentar y justificar la política liquidacionista que se ensaya contra la organización de los pobres de México. Proceso, tarde o temprano, tendrá que hacerse responsable de las consecuencias del periodismo oficioso que empieza a aplicar en el arranque de la llamada cuarta transformación.
La apelación constante y sistemática al engaño sobre Antorcha, la mentira y la manipulación de la ciudadanía y la opinión pública, lejos de apaciguarse se han potenciado. La publicación se suma al listado de calumnias deslizadas por la clase política que detenta el poder, de sus representantes políticos, sus paniaguados en el periodismo, de algunos intelectuales embusteros, así como de sus obsecuentes lacayos, tal es el caso de Patricia Dávila.
45 años bajo fuego, el Movimiento Antorchista lucha contra la pobreza. Su ideario y sus métodos de trabajo-abiertos al escrutinio público para quien quiera conocerlos-, siempre, desde el principio y hasta ahora, han estado apegados a la ley. Actualmente, agrupa a más de dos millones y medio de mexicanos. Tiene independencia económica. Promueve el deporte y la cultura y la organización y educación política de las masas trabajadoras para la toma del poder político de México. Afecta intereses políticos y económicos, es un enemigo a vencer.
Por todo ello es preciso mentir, “manufacturar consensos” como dice Noam Chomsky, seguir el consejo de Goebbels, el teórico de propaganda sobre la repetición de la mentira como afirmación colectiva. Mentir para desprestigiar al Movimiento Antorchista y a sus liderazgos, es la consigna emitida desde las altas esferas del poder público. Proceso se ha convertido en una expresión retrógrada, agresiva y bárbara de la clase en el poder; las consecuencias aún no están a la vista, pero son altamente peligrosas. El ataque hecho por su publicación contra Antorcha debe ser entendido en el marco de la cruzada reaccionaria lanzada por el actual presidente de la república, mediante uno de sus instrumentos de lucha ideológica, dispuesto a liquidar al antorchismo, a base de calumnias y mentiras, ante la imposibilidad de vencerla en la práctica, mostrándole al pueblo mexicano ejemplos de lo que la 4ta transformación quiere y ha pensado para dirigir y resolver la terrible bomba de tiempo que representa 100 millones de mexicanos en la pobreza. No existe sustancia alguna en calumnia de Patricia Dávila, pero sí mucha perversión de la política.
Una ley del desarrollo social dice que todo grupo que llega y se mantiene en la cúspide de la pirámide social, no sólo pierde el interés en el cambio y mejoramiento de las cosas, sino que se torna un enemigo irreconciliable de tal cambio y de quienes se empeñan en promoverlo. Pero como el movimiento perpetuo de todo lo que existe en el mundo es ley universal que no obedece a la voluntad de nadie, las clases poderosas, al pretender suprimirlo, se colocan contra la razón, la verdad y la inteligencia, y, para defender lo imposible, no les quedan más recursos que la mentira, la amenaza y la fuerza. Esto es lo que se trasluce en la guerra mediática contra el antorchismo. ¡Hay insultos que honran, y ése es nuestro caso, compañeros antorchistas! ¡Que nadie dude de eso!