Mary Jo, de dos años de edad, está aprendiendo a jugar en tinieblas, después de que sus padres, el señor y la señora May, se vieron obligados a escoger entre la vida de la pequeña o que quedara ciega para el resto de su vida. A la pequeña Mary Jo le sacaron ambos ojos en la Clínica Mayo, después de que seis eminentes especialistas dieron su diagnóstico: retinoblastoma. A los cuatro días después de operada, la pequeña dijo: “Mamá, no puedo despertarme… No puedo despertarme”.
Así, en una de sus más lúcidas y breves obras, el ilustre colombiano Gabriel García Márquez describía con inigualable maestría uno de los padecimientos más crueles en el mundo, la retinoblastoma. Este padecimiento cancerígeno se aloja en las retinas de los infantes y crece hasta un punto en el que los padres del menor deben de elegir entre la vista o la vida.
Pues bien, nuestro protagonista el día de hoy no es un menor, sino el proyecto político del nuevo gobierno mexicano, que al igual que Mary Jo, a escasos dos años de iniciar su vida, tuvo que elegir entre un par de opciones, elegir entre la vida de un proyecto político o ver las necesidades reales del pueblo pobre.
Desde el miércoles 22 de abril del año en curso, como ya es costumbre y como se ha condicionado a la población, escuchamos los nuevos decretos reales del presidente en turno, Andrés Manuel López Obrador, donde se anuncian nuevamente las medidas al vapor que ya todos conocemos respecto al camino a seguir en medio de la pandemia por el coronavirus COVID-19.
Nada nuevo, ni un poquito, las medidas son las mismas del principio el manifiesto inquebrantable es seguir la construcción de la refinería de Dos Bocas y el tren maya en el sureste mexicano, además de recortar los sueldos a instituciones del gobierno para reforzar los programas clientelares que ya todos conocemos. ¿Medidas para la contención del hambre?, ¿rescate a pequeños empresarios?, ¿mayor apoyo al sector de la salud pública? No, nada de eso, muy contrario a ello, debilitamiento a los organismos de Estado como nunca antes. Las acciones del presidente mexicano harían aplaudir de pie Margaret Thatcher y miles de manos invisibles.
Solo en marzo el IMSS reportó la peor perdida de empleos del año en un mes, pues en marzo 130 mil 593 plazas quedaron vacías y sin posibilidad de ser recuperadas. Estas se suman a los 346 mil 878 empleos perdidos antes, cifra que igualaba a los empleos creados el año pasado. Aun a pesar de tan malas cifras, el gobierno de la 4T se ha propuesto crear dos millones de empleos en el año, meta que en su primer mes, tiene cifras negativas. Con esto, las filas del desempleo crecen poco a poco y de manera alarmante.
Circulaban en redes sociales desde hace un par de semanas los videos donde la gente humilde reclamaba ayuda al presidente, pues en sus palabras decían que no tenían qué comer, desde Chihuahua a Veracruz, Jalisco o Tabasco, la voz y las cartas se veían y leían. Sin importar el oficio, la edad o géneros, las voces del hambre se coordinaban sin querer, ¿pues cómo se hace una cuarentena en casa si no se tiene qué comer? El gobierno de los pobres hoy en cadena nacional se proclama más amigo del segundo hombre más rico del país que de los tantos millones que en otro momento confiaron en él. Hoy el proyecto de “gobierno” de la Cuarta Transformación parece más una fila de invidentes conducida por el tuerto. Y un gobierno que juraba poner por el bien de todos primero a los pobres, hoy los ignora y minimiza. Como dice en el canto de El hambre que exclamaba el poeta español,
“No habéis querido oír con orejas abiertas
el llanto de millones de niños jornaleros.
Ladrábais cuando el hambre llegaba a vuestras puertas
a pedir con la boca de los mismos luceros.”
Y cuando el grito de los estómagos, las bocas y las batas se una y agudice, el gobierno que no escuchaba sus justas demandas, después, ¿qué va a hacer?