Por: Homero Aguirre Enríquez
|Casi todos los mexicanos estamos impactados por la pandemia, tanto por las certezas respecto al daño profundo que esta provoca en la vida y el bienestar de la mayoría, sobre todo de los más pobres, como por la incertidumbre respecto al futuro económico y político que se avecina, en el que asoman su faz el hambre y la dictadura, si el pueblo no responde decidida y organizadamente. Por lo tanto, no hay nadie que no desee regresar a sus actividades habituales: laborales, educativas, recreativas, deportivas, culturales, políticas o de cualquier otra índole, que se encuentran suspendidas o dañadas drásticamente por la pandemia, recuperar sus ingresos o parte de ellos, el bienestar relativo que tenía, y realizar los movimientos y reuniones habituales fuera de su domicilio; especialmente urgente y perentorio les resulta regresar a su trabajo a millones de personas que no tienen ahorros, perdieron el empleo que tenían, formal o informal, y han sido abandonados a su suerte por el gobierno de la 4T, que no quiere ver ni oír a millones de familias que están en su casa y con hambre, colocando trapos blancos en señal de protesta y reclamo de ayuda.
Junto con esto, es imposible ocultar las presiones contra México, que al unísono hacen el presidente de Estados Unidos y los poderosos grupos empresariales norteamericanos, para que los obreros mexicanos de las maquiladoras que surten de piezas a empresas fabricantes de piezas automotrices y de otras regresen a trabajar, y junto con ellos regresarán a su actividad los transportistas, vigilantes, estibadores, vendedores de alimentos, ropa, etcétera, y otros oficios que se articulan con esas empresas. El gobierno mexicano tampoco puede ocultar que no tiene fuerza ni voluntad para decirles a esos poderes que no es posible acceder a esa petición, por lo que es inminente el regreso de miles de trabajadores a sus labores.
Pero, ¿hay condiciones mínimas para regresar a trabajar?, ¿ya pasó el peligro o va disminuyendo significativamente? Los datos dicen contundentemente que no, y aquí no hay magia ni lengua larga que valga. La cantidad de infectados y fallecidos por el coronavirus en México no ha dejado de crecer, por lo que no se ha “aplanado” la curva con pendiente ascendente de contagios y fallecimientos, a tal grado que México, a pesar de tener diez veces menos población que China, ya superó a ese país en el número de fallecidos y se colocó entre los doce países con más fallecidos por coronavirus; cotidianamente se siguen presentando escenas dramáticas de falta de protección e infecciones al personal médico y nuestro país sigue sin aplicar masivamente pruebas para detectar y contener los brotes de la enfermedad, lo que pronostica una temible escalada de enfermos y muertes.
No obstante, la presión empresarial trasnacional, sumada a la gran necesidad que tienen millones de trabajadores de ganarse el sustento, hace que el gobierno, con diversas coartadas o mintiendo abiertamente, empuje ya hacia un retorno al trabajo y la movilidad, aunque se ponga en peligro a los trabajadores, a sus familias y a otros mexicanos que tengan contacto con ellos. Se hace necesario llamar a esos trabajadores, y a otros que en el futuro se irán incorporando a sus actividades, a que se dispongan a exigir condiciones mínimas de protección en el traslado y en el centro de trabajo.
Y aunque haya personas a quienes les resulta chocante que se tome como ejemplo la experiencia del pueblo y gobierno de China en el control de la pandemia, su exitoso aislamiento, el uso masivo de pruebas de Covid-19 y la construcción de instalaciones médicas, la verdad es que también son ellos los que llevan la delantera en los métodos para lograr una “nueva normalidad”. Puesto que el gobierno de nuestros vecinos estadounidenses sólo tiene como carta de presentación su primer lugar mundial en infectados y fallecidos, así como el alarde de ignorancia y desprecio por la vida humana de su presidente, veamos algunas medidas para el regreso a la “nueva normalidad” aplicadas en las industrias ubicadas en China:
“Foxconn, el gigante taiwanés del sector electrónico que fabrica los iPhone y otros equipos de marcas occidentales en las grandes fábricas chinas, ha aconsejado a sus trabajadores en un folleto informativo que eviten el transporte público y mejor caminen, se trasladen en bicicleta o conduzcan… que los empleados presionen los botones de los ascensores con cautela, que se laven las manos antes y después de manipular documentos y que coman su almuerzo en horarios escalonados”, informa el New York Times en un reportaje, donde agrega que “en la cafetería no se puede sentar más de una persona en una mesa y estas han sido reordenadas para mirar hacia una sola dirección”.
Respecto al uso masivo de tecnología, el diario informa que “la función del código de la salud es uno de los primeros servicios creados para medir el riesgo de contagio de un empleado y hace un seguimiento de los viajes de una persona para determinar si ha estado en zonas con niveles de contagio elevados… Cuando los trabajadores de la salud, los oficiales de policía o el personal de seguridad lo solicitan, la persona muestra un código de color rojo, amarillo o verde”.
¿Y los taxistas? “En Pekín, Niu Baosui, de 31 años, conductor de Didi Chuxing, la versión china de Uber, debe subir un video a la plataforma interna de Didi para mostrar que ha desinfectado su auto y comparte su temperatura antes de salir a trabajar. Por su cuenta, Niu limpia su auto en el periodo entre clientes, que en estos días suele ser más largo de lo que era. También usa mascarilla y guantes”, reporta el Times. Si hay millones de mexicanos que regresarán a las maquiladoras o a otras actividades productivas, comerciales o de cualquier otra índole, debemos exigirle al gobierno mexicano y a los empleadores que protejan la vida de todos los mexicanos, y en el caso del presidente López Obrador, que destine el presupuesto que sea necesario a una operación que proteja la salud de los trabajadores. ¿Lo hará, o nos dotará masivamente de amuletos y tréboles milagrosos? Si el gobierno incumple con su obligación de proteger a la población, nuestro derecho y nuestro deber es organizarnos y protestar, en vez de ir a la enfermedad y a la muerte.