Ignacio Mejía
| “Muchos de nosotros, después de ese movimiento del 68 comenzamos a luchar por la justicia y por la democracia”, fueron las palabras del entonces opositor del 2012, López Obrador, en la plaza de Tlatelolco, con motivo a un año más de la matanza de los estudiantes. Todo México sabe que López Obrador se presentó durante décadas como la gran oposición frente al Estado autoritario del “viejo régimen”, como él le llama. ¿Pero qué estamos viendo ahora? Con el lopezobradorismo en el poder no sólo reina la descalificación a toda voz que ose hacer alguna crítica o demanda al gobierno de la 4T, sino que el uso faccioso de la ley cae sobre ella, es decir, la represión se ha vuelto el pan de cada día en todos los ámbitos de la vida pública y privada, y lo peor es que está siendo dirigida desde la palestra presidencial.
No hay que olvidar que nuestra República es producto de la lucha y el sacrificio del pueblo mexicano y que hasta el día de hoy se puede definir como una república representativa, democrática y federal. Si bien es cierto que en los hechos nuestra democracia ha sido el mecanismo en que la clase dominante se ha legitimado en el poder, puesto que durante muchas décadas toda la fuerza popular fue coaccionada por el partido de la Revolución, el marco legal de nuestro sistema político ha permitido la existencia de la oposición política con todo derecho a serlo, quiera o no el gobierno en turno. Y su función debe ser la de servir de contrapeso, tal y como lo dice la teoría democrática liberal en la que se basa nuestra Constitución. Es decir, la oposición no sólo es legal sino necesaria para la salud pública de nuestro país, aunque no haya sido relevante durante mucho tiempo.
Con la llegada de López Obrador al poder en el 2018 se vuelve a poner de manifiesto las limitaciones de nuestra democracia puesto que, aunque en la ley exista la división de poderes, en los hechos, el triunfo electoral de Morena le dio la mayoría absoluta en las Cámaras y debido a la influencia de López Obrador en el partido, prácticamente todo el poder se concentra en él, es decir, somos testigos del retorno a un presidencialismo de manera exacerbada, al poder concentrado en un solo hombre, como si el país no hubiera avanzado desde Plutarco Elías Calles.
“La oposición política en México quedó pulverizada”, “la oposición está moralmente derrotada”, son algunas de las frases más mencionadas por López Obrador, morenistas y simpatizantes de la 4T. Y bueno, a nadie le cabe la duda que en el 2018 Morena y López Obrador supieron aprovechar las graves faltas que cometieron los partidos tradicionales, los cuales quedaron desacreditados para encabezar cualquier movimiento ciudadano, creando un vacío peligroso en el mapa de los contrapesos políticos necesarios en toda democracia.
Pero la oposición ha existido antes y después de la victoria del 18. Y aunque López Obrador ha tratado de homogenizarla, metiendo en el mismo costal a delincuentes y a ciudadanos sin empleo, por mencionar algunos, podríamos dividirla en dos bloques con diferentes matices.
La oposición que siempre se ha declarado adversaria de López Obrador. a) por un lado están quienes ven en todo lo que hable de “pueblo”, “justicia social”, etc., como un ataque contra sus intereses de clase, es decir, aquellos sectores abiertamente de derecha. b) por el otro, aquellos que siempre han apoyado las demandas populares pero que creen que él no es la respuesta a los problemas del pueblo trabajador por considerar su política mesiánica y oportunista.
La oposición que se ha sumado en estos dos años de gobierno. a) Aquí entran quienes no votaron por Obrador sino que lo hicieron contra el PRI y el PAN; b) los que realmente creyeron en su proyecto pero que ahora están decepcionados, como los artistas, intelectuales y algunos voceros de los medios de comunicación; c) y, por último, aquellos mexicanos que simple y sencillamente exigen demandas que siempre han solicitado pero que la 4T no sólo no está resolviendo sino que los acusa de ser manejados por intereses conservadores, como son los padres de los niños con cáncer, algunos grupos de mujeres que demandan atención al problema de los feminicidios, etcétera.
La causa de este actuar ha sido ya bastante aclarada y estoy de acuerdo con quienes sostienen que su narrativa histórica así se lo exige, en su imaginario él representa la salvación de México y no puede actuar de otra manera, lo incapacita para aceptar un error o simpatizar con las víctimas.
Los morenistas han monopolizado el recurso retórico del pueblo, es decir, nosotros estamos con el pueblo y quienes estén contra nosotros están contra el pueblo. Así se debe entender el actuar y la relación de López Obrador y toda oposición. Pero a la 4T parece no quedarle claro que ese enfoque maniqueo sólo le afecta a ella misma por no querer ver que quien realmente se inconforma, y cada vez más, es precisamente el propio pueblo. Que conste.