«¿Sabes dónde podemos tirar a estos güeyes?», le preguntó el mando de la Marina a un trabajador de Pemex, mientras otros uniformados subían dos de tres cadáveres a la parte trasera de su camioneta.
El empleado petrolero había sido el guía de 13 marinos que habían acudido a un predio de Guadalupito Las Dalias, del municipio de Tlahuapan, en Puebla, para atender un reporte de huachicoleo, pero no supo responder.
«Está bien yo ya sé dónde los vamos a llevar, retoma el camino hacia San Felipe», reviró el mando. El trabajador de Pemex manejó mientras los uniformados le apuntaban con sus armas largas.
Unos minutos antes todo había sido caos. A bordo de tres vehículos, uno de Pemex y dos de la Marina, él y 13 marinos habían llegado al lugar del supuesto robo de hidrocarburo.
Seis personas salieron corrieron. Las camionetas se dispersaron. Los marinos dispararon indiscriminadamente. Al final, una persona fue detenida ilesa, pero otras tres resultaron heridas y al parecer estaban muertas.
Al día siguiente, los cuatro hombres fueron hallados sin vida.
Los hechos ocurrieron la tarde del 28 de febrero del año pasado, ya en la Administración del Presidente Andrés Manuel López Obrador, por los que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) emitió la primera recomendación por violaciones graves cometidas en este sexenio.
Los familiares de las víctimas aseguran que sus parientes recolectaban zacate cuando los marinos los detuvieron. Mientras que los marinos prefirieron guardar silencio y el trabajador de Pemex fue el único que rindió su declaración ante la Fiscalía General de la República.
Él narra que salieron del complejo petroquímico Independencia, ubicado en San Martín Texmelucan, para disuadir el robo de hidrocarburo.
Después de la balacera, llevaron al sobreviviente y a los tres asesinados a una zona boscosa entre Puebla y Tlaxcala.
«(El mando) me indicó que yo también ayudara pero yo no le hice caso, y me dijo ‘güey, si ya estás dentro qué le haces a la mamada'», agregó el trabajador de Pemex.
En la zona vio cómo los marinos obligaron al sobreviviente a cavar una fosa en la tierra, luego se lo llevaron lejos y sólo se oyó un quejido.
«Ya matamos también al que detuviste, no vayas a hacer una mamada, ahorita nos vamos a reunir abajo», le dijeron los marinos.
Después, lavaron las camionetas para quitar las manchas de sangre.
La CNDH corroboró que los civiles fueron víctimas de detención arbitraria, desaparición forzada y ejecución.