Ignacio Mejía
«Mire señor Madero, si yo, aprovechándome de que estoy armado le quito su reloj y me lo guardo y andando el tiempo nos llegamos a encontrar, los dos armados, con igual fuerza, ¿tendría derecho a exigirme su devolución? Sin duda –le dijo Madero–; le pediría incluso una indemnización».
Zapata
«Sólo a un loco se le ocurriría construir una termoeléctrica en la tierra de Zapata. Es como si construyeran un basurero en Jerusalén», decía el entonces candidato, López Obrador, en Yecapixtla, Morelos, en mayo de 2014. Cinco años después, en el balneario El Almeal, ubicado en Cuautla, el 10 de febrero de 2019, ya como presidente, dijo que estaba a favor.
Y para «legitimar» su decisión, echó a andar una encuesta a modo que tuvo como resultados que más del 50 % «quería» esa mega obra (sí, cómo no). Y por si fuera poco, más adelante argumentaba que «no vamos a dejar un tiradero de obras, como el que recibimos, vamos a terminar lo que estaba iniciado de tiempo atrás, como es el tema de esta termoeléctrica” (¿Y el aeropuerto de Texcoco?)
Los opositores no se hicieron esperar y pronto llamaron a la resistencia. Entre los dirigentes al megaproyecto se encontraba el indígena Samir Flores, quien fue asesinado solo 10 días después del evento en El Almeal.
El incumplimiento presidencial también derivó en el posterior rompimiento con Jorge Zapata, nieto del caudillo, quien había dicho en el centenario de la muerte de Zapata que «los rencores que tenemos todos queden en el olvido de la historia para que juntos logremos la Cuarta Transformación, la que el Comandante Galeano llamaría la «Cuarta Aniquilación».
El lunes 6 de enero de los corrientes, visitó la comunidad de Anenecuilco, Ayala, ni más ni menos que la cuna del Caudillo del Sur (recordemos que hace un año fue allí donde arrancó el «Año del Caudillo Del Sur»), la cual los familiares y seguidores de Zapata calificaron como una ofensa y provocación. Como era de esperarse, Obrador recibió nuevamente reclamos de campesinos y activistas, quienes al grito de «¡Obrador, mentiroso y hablador!» le recordaron que el asesinato de Samir Flores permanece impune. ¿Su respuesta? Llamarlos «radicales de izquierda» y «conservadores», como si ambas cosas juntas fueran posibles.
Aunque Madero y Zapata combatieron juntos a la dictadura de Porfirio Díaz, se trataba de dos proyectos diferentes. Por un lado Madero, cuando por fin triunfó la Revolución, no quiso llegar inmediatamente a la presidencia, así que pactó una transición con el porfirismo. Dichas fuerzas fueran quienes estuvieron detrás del golpe de Estado que lo derrocó y acabó con su vida.
Por otro lado, Zapata era un campesino de Morelos que a sus nueve años fue testigo del despojo del que eran víctimas los campesinos. Al preguntarle a su padre Gabriel sobre lo que acontecía, este se limitó a decirle que no se podía hacer nada, a lo que el pequeño respondió «¿No se puede? Pues cuando sea grande, haré que se las devuelvan». Con el tiempo se encargaría de organizar a los campesinos para combatir a los hacendados por sus tierras.
Orígenes distintos formaron perspectivas distintas. Triunfó la Revolución, pero ahora Madero pedía al Caudillo Del Sur cosas que él no podía entender. En un principio, Zapata decidió confiar en la promesa hecha por el nuevo presidente, quien le aseguró que sus legítimas demandas se verían pronto resueltas, por lo que Zapata accedió al desarme de sus tropas. Pero las promesas nunca se cumplieron.
Zapata rompió con Madero tajantemente. El Plan de Ayala, que proclamó a fines de noviembre de 1911, fue el resultado del fracaso de su negociación y la justificación de su rebeldía. A partir de entonces, el líder sureño volvió a levantar a su ejército y se convirtió en la principal oposición para el gobierno maderista en 1912. A esta ruptura López Obrador la califica como un desacuerdo pero para Zapata fue una traición.
En la madrugada de ayer, elementos de la Guardia Nacional desalojaron el plantón que un grupo de ejidatarios mantenía desde 2016, en las orillas del Río Cuautla, para impedir que terminaran la construcción del acueducto del Proyecto Integral Morelos (PIM), con lo que se demuestra una vez más el carácter represor y abiertamente neoliberal, de López Obrador. Desde aquí mando mi solidaridad con el pueblo que resiste estas agresiones al mismo tiempo que las repudio y denuncio.
Termino diciendo que el 17 de agosto de 1911, luego de otro sabotaje del ejército federal contra Zapata, este escribió a Madero:
“Causa mucha indignación en pueblo y ejército el amago de las fuerzas federales que están con intención de ataque contra nosotros. Si se derrama sangre, no seré yo el responsable, pues usted comprenderá se trata de asesinar los mismos principios que usted proclamó. La Nación entera nos contempla con sus ojos. Nosotros moriremos, pero los principios que usted inscribió en sus banderas en Chihuahua no morirán […] Si la revolución no hubiera sido a medias y hubiera seguido su corriente, hasta realizar el restablecimiento de sus principios, no nos veríamos envueltos en este conflicto.”
Que López Obrador pues, no se sorprenda de las lecciones que pueda recibir si se repite la historia, que tanto presume conocer, que no se le olvide «que en los pueblos de Morelos que ha reprimido para construir la termoeléctrica, viven los hijos de los campesinos fundadores del Ejército Libertador del Sur, cuya fuerza hizo correr a Porfirio Díaz y a sus sicarios a sueldo durante la Revolución Mexicana».