Como en “Ensayo sobre la ceguera”, la ansiedad se apodera de nosotros ante la poca disponibilidad de alimentos y una cura para la pandemia.
UNA TEMPORADA EN EL INFIERNO
Luis Fernando Soto
Este 25 de enero, cuando supuestamente terminaba la alerta máxima por #Covid19 ordenada en Puebla a mediados de diciembre, los poblanos salieron por montones a las calles, pese al nuevo decreto del gobierno morenista de Miguel Barbosa que impone una #ReaperturaResponsable para aquellos comercios considerados “no esenciales”, aunque trabajadores y propietarios piensan lo contrario.
A cacerolazos y silbatazos, los restauranteros se manifestaron en Puebla durante las últimas semanas, en demanda de la reapertura de sus establecimientos. #AbrirOMorir, fue la campaña impulsada por la Cámara de Comercio y la Asociación Poblana de Restaurantes, en la que destacaban que la industria turística local “es parte de la solución” al desastre económico ocasionado por el paro de actividades y la mala estrategia para enfrentar al coronavirus.
Puebla vive el momento más crítico de la pandemia con una disminución del 15 por ciento en el presupuesto federal destinado a la Secretaría de Salud, la cual inició el despido de médicos y enfermeras de las clínicas urbanas y rurales a cargo del gobierno estatal. El personal de la salud se ve forzado a convenir una reubicación a “hospitales Covid”, a cambio de no perder el empleo, dejando desprotegidos a los poblanos más pobres, quienes viven hacinados, sin oportunidad de guardar sana distancia; sin empleo, sin comida… Una situación que los gobernantes morenistas no alcanzan a ver, porque tienen los ojos puestos en el proceso electoral de julio próximo.
Un nuevo “Ensayo sobre la ceguera” se escribe en Puebla. En sintonía con la novela del Nobel José Saramago, aquí se estableció el gobierno de los viles, de los desalmados, dedicados a controlar a los ciegos mediante el hambre, negándoles la cura de sus males, con la imposición de límites y, de ser necesario, con el uso de la fuerza.
En Puebla desconocemos el destino de los recursos públicos utilizados “contra la pandemia”. Hubo un reparto de despensas hace más de medio año, con tintes partidistas y perfil electorero, que llegó a la minoría de las familias pobres de la entidad. La inversión pública está detenida, a pesar de que la administración barbosista anuncia en sus spots la construcción de vialidades y caminos que no especifíca. En la capital, por ejemplo, más allá de la instalación de ciclovías, la renovación del bulevar Xonaca y el reencarpetamiento de calles del Centro Histórico, no se observa más obra pública, necesaria y urgente en tiempos de crisis y desempleo.
Es triste ver que todos los negocios de la Avenida Juárez están cerrados y con anuncios de “se renta”, una leyenda que prolifera en esta Angelópolis, ante la incertidumbre que provoca la indecisión gubernamental, que primero promete una repartura comercial en 15 días y la retrasa dos meses, porque la pandemia les rebasó y, en su afán por esconder la catástrofe, voltean la tortilla y nos echan la culpa.
Sí, resulta que los poblanos ¡tenemos la culpa! Por no resguardarnos, por salir a buscar ingresos para comer y hasta para comprar cubrebocas. El gobierno de Miguel Barbosa impulsa un #PactoComunitario que obliga a suspender las corridas del transporte público hasta las 21:30 horas, despertando la ira de los trabajadores que deben gastar más para regresar a sus casas. Se prohíbe el comercio ambulante, válvula de escape a la presión del desempleo, además de todas aquellas actividades multitudinarias, desde banquetes hasta fiestas patronales.
Lo positivo es que restaurantes y cines, por ejemplo, podrán reabrir con un aforo limitado al 20% de su capacidad, al igual que hoteles, centros comerciales, gimnasios y centros deportivos, que deberán suspender clases grupales en espacios cerrados hasta el 8 de febrero.
¿Y en este Pacto Comunitario, a qué se obliga el gobierno morenista? A promover el uso de cubrebocas mediante la Seguridad Pública y los servicios de salud, a continuar con los servicios escenciales de la administración pública y a mantener “operativos de supervisión del cumplimiento de los Decretos y medidas, emitidos en el marco de la emergencia sanitaria”. Nada más ni nada menos.
No se habla de apoyos a familias en situación de hambre; no se vislumbra la compra y aplicación de vacunas con recursos estatales; no se prevén apoyos para las pequeñas y micro empresas.Tal parece que la responsabilidad de la reapertura no recae en el gobierno de Morena sino en nosotros, quienes proveemos los dineros públicos pero que no controlamos; que nos nos benefician porque los administradores que elegimos están ciegos, no nos ven, y prefieren guardarlos para mantenerse en el poder.
Como en “Ensayo sobre la ceguera”, la ansiedad se apodera de nosotros ante la poca disponibilidad de alimentos y una cura para la pandemia. ¿Seremos los siguientes en contagiarnos? ¿Cuándo podremos salir de nuevo a las calles? ¿Algún día veremos la luz? Son preguntas que no puede responder el gobierno de Morena, desorganizado y desconectado de las necesidades populares. Ojalá apareciera “la mujer del médico” para guiarnos, como la única vidente en un mar de oscuridad, pero es un personaje de ficción, que puede representar a la conciencia social que enfrenta al gobierno de los viles, de los desalmados.