Estamos en el sexenio con más pérdida de vidas humanas en tan poco tiempo y en el que más se ha deteriorado el bienestar de las mayorías; y eso no se debe a un cataclismo natural sino a un mal gobierno.
Homero Aguirre Enríquez
Nadie podía imaginar que en tan poco tiempo el gobierno de la 4T tendría el espantoso costo de vidas humanas y sufrimiento acumulados en lo que lleva el actual sexenio. Pero esa es la verdad, estamos en el sexenio con más pérdida de vidas humanas en tan poco tiempo y en el que más se ha deteriorado el bienestar de las mayorías; y eso no se debe a un cataclismo natural sino a un mal gobierno.
El trágico derrumbe de un tramo de la Línea 12 del Metro capitalino, ocurrido hace algunos días, ha venido a conmover la consciencia nacional ante la evidencia de que este hecho, que enlutó a 26 familias, tiene como responsable al Estado mexicano, en cuya cumbre se encuentra el presuntamente austero presidente López Obrador y otros políticos de Morena que, en conjunto y sin recato alguno, en 2018 le ofrecieron a los votantes que acabarían con todos los males del país con la simple receta de “ahorrar” una parte del gasto público. Y la gente, harta de sus privaciones, votó masivamente por esa quimera.
Ahora, la realidad asomó un espantoso rostro en forma de muerte. Hay muchas evidencias que indican que el tramo colapsado del Metro no había tenido mantenimiento ni acciones correctivas de las fallas en la construcción, de las que tuvo de origen y de las adquiridas por los sismos, a pesar de muchas alertas lanzadas por trabajadores y por el público en general a través de dramáticas y elocuentes fotos en las redes sociales. Y la causa profunda de esa desatención criminal a un medio de transporte donde viajan millones de trabajadores y estudiantes, es la política de ciega astringencia financiera, de recortes brutales al gasto público ordenados por el presidente a sus diputados y funcionarios, que la han aplicado sin analizar sus consecuencias, sin ninguna consideración más que obedecer lo que ordena el presidente y cuadrarle a como dé lugar sus delirantes sumas y restas, hechas con los dedos. Basta un dato para evidenciarlo: el presupuesto asignado al Metro de la Ciudad de México en 2018 fue de 19,427 millones; en 2020 disminuyó a 16,189 y en el año actual disminuyó aún más, a 15,081 millones de pesos. No es una exageración decir que con esos recursos se pudo evitar la tragedia que hoy lloramos los mexicanos.
Pero la cuenta trágica acumulada por el gobierno de la 4T no termina ahí, sino que se ha venido abultando paulatinamente en otras áreas donde el gobierno de Morena se niega a gastar lo que se necesita o aumentar los recursos. Más de 220 mil mexicanos han muerto por Covid-19 y nuestro país ocupa el cuarto lugar mundial en fallecidos, una cifra escandalosamente alta de víctimas mortales porque, al igual que en el Metro, el gobierno se empeña en “ahorrar”, así sea a costa de la vida de muchos mexicanos, de tal manera que en el año 2020 el gobierno morenista destinó incrementos mayores a la construcción del Tren Maya y el aeropuerto de Santa Lucía, a los que destinó 38, 723 millones adicionales, que a la atención de la emergencia sanitaria, a la que apenas destinó un incremento de 28, 000 millones. Junto con eso, dejó de atender el cuadro básico de vacunación infantil, así como la atención a enfermos de cáncer, diabetes y otras enfermedades que ya cobraron su cuota de muertes. Según un reciente reporte oficial, “quienes perdieron la vida el último año, a consecuencia de una enfermedad en el corazón, pasaron de 156 mil 41 a 212 mil 458 en el último año, esto es 56 mil 417 personas más. Por lo que hace a quienes tenían diabetes y complicaron su situación en medio de la pandemia de Covid-19, el informe de la SSa señala que pasaron de 104 mil 352 a 152 mil 467, es decir, 48 mil 114 personas más, lo que equivale a 46.1 por ciento más” (nota de El Sol de México, del 1 de abril). Un verdadero crimen, en aras de la sedicente austeridad republicana.
Y si hablamos de las víctimas mortales de la inseguridad, encontramos un auténtico campo de guerra: en lo que lleva Andrés Manuel López Obrador como presidente han muerto 83,311 mexicanos, una cifra espantosamente alta, superior a la arrojada por conflictos armados muy violentos en otras partes del mundo. Disminuir estas cifras también requiere recursos, para creación de empleos, aumentar el bienestar general de la gente y alejarla de los grupos delincuenciales, así como estrategia y recursos para detener a la delincuencia, organizada o no. En ambos rubros, lo que predomina es el “ahorro”, y la consigna de “abrazos, no balazos”, delator de complicidades innombrables.
En estas circunstancias, en las que lo único en que no se ahorra es en explicaciones y palabrería de un presidente que ya perdió toda noción de la realidad, hay muchas cosas que debemos hacer los mexicanos si queremos lograr un país progresando y sin camposantos llenos; por lo pronto, votar en contra de Morena y sus aliados, de cualquier color que sean, y exigir a la nueva Cámara de Diputados que rediseñe el gasto y prepare una reforma fiscal progresiva que asigne recursos suficientes al incremento del empleo y a las necesidades de millones de mexicanos que hoy sufren y mueren en el abandono detonado por la mal llamada austeridad republicana.