La guerra interna de Morena representa eso mismo, una mescolanza de diferentes ejes ideológicos que no pueden ponerse de acuerdo y pelean por el poder a la menor provocación
Adrián Pablo
El pasado 21 de junio, a través de un frio comunicado en las redes sociales, el presidente Andrés Manuel López Obrador anunciaba la destitución de Irma Eréndira Sandoval como titular de la Secretaría de la Función Pública (SFP), cargo que ocupaba desde el inicio del sexenio; esta acción ha sido fuertemente discutida por varios analistas, desde a los que les parece poca cosa o un arreglo sencillo en el gabinete del morenismo, hasta los que lo consideran como una prueba más del desmoronamiento del 4ª T y el fracaso de la “guerra” autoimpuesta por el mismo presidente.
Desde 2018, López Obrador cambió su discurso radicalmente para centrarlo en un solo punto, que sería la falsa bandera con la que convencería a un gran número de mexicanos y que llevaría hasta la actualidad en su sexenio, me refiero a la famosa “guerra contra la corrupción”, que ha pasado a vista de la opinión pública, de un faro de esperanza, a lo que siempre fue, un discurso vacío y una simple excusa para hacerse con el poder y atacar a sus adversarios y opositores a conveniencia.
Tienen razón los que señalan el despido de Irma Eréndira como un resultado más de la lucha interna que mantiene el partido oficial por ver quién consigue la ansiada candidatura presidencial en 2024, la prueba más visible de esto, ha sido la batalla por la sucesión presidencial entre el Canciller Marcelo Ebrard y la Jefa de Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum; representada en el reparto de responsabilidades de la tragedia de la línea 12, donde se lucha por determinar hasta dónde llega la responsabilidad de uno u otro gobierno capitalino, el primero, mal constructor y mal edificador del proyecto y el otro mal administrador y reparador.
Otro de los “grandes” prospectos para el 2024, también está perdiendo la simpatía del presidente, el otrora obediente senador Ricardo Monreal se encuentra ahora al borde del abismo, al punto de no ser recibido en Palacio Nacional, por lo menos, así lo indica Leonardo Kourchenko, en su columna La Aldea, publicada el 24 de junio en El Financiero: “Entre las filas de Morena corren las versiones de que Monreal operó en contra de Dolores Padierna, mediante la figura del exdelegado Néstor Núñez, alfil indoblegable del senador (…) Al señor Monreal no lo reciben en Palacio, y las acusaciones al interior de MORENA están al sonido de cada llamada telefónica”. La ambición, le responde duro al señor Monreal.
La expulsión de la cúpula morenista de la extitular de la SFP y por añadidura, su esposo, John Ackerman también ha sido resultado de la ambición política y el nepotismo de ambos. Durante el pasado proceso electoral, la pareja se dedicó a atacar al “compadre” del presidente, el excandidato a la gubernatura de Guerrero, Félix Salgado Macedonio, pero no por las razones que cualquiera creería (las múltiples denuncias por abuso y violación), sino por querer ocupar su lugar en la candidatura con el hermano de Sándoval, Pablo Amílcar Sandoval, quien se posicionó en segundo lugar en las encuestas internas del partido, cuyo resultado negaba; apoyado, claro, por su cuñado, quien declaraba que la imposición de Macedonio representaba un “quiebre histórico en la 4T”
A pesar de esta lucha y del claro triunfo de Salgado Macedonio con la imposición de su hija como candidata y virtual ganadora de la elección en Guerrero, el presidente no contento con esto, decidió castigar a la pareja, como lo indica la opinión de la politóloga Denise Dresser, cuyas declaraciones fueron tomadas por Infobae en una publicación del 22 de junio: “(…) se tomó la decisión de castigar a Irma Eréndira Sandoval por sabotear la candidatura de Salgado Macedonio, ya que quería imponer a su hermano. Se continuará con la política de corrupción e impunidad selectiva como en el caso Bartlett. Seguirán fallándole al pueblo”. La declaración de Dresser también hace mención de los pobres resultados de la SFP en lo que va del sexenio y por ende, el fracaso de la principal bandera de López Obrador.
Los datos son muy claros en este aspecto, México ha decaído según el Índice de Capacidad para Combatir la Corrupción del Council of the Americas y Control, ocupando el lugar 11 de 15 países analizados en el estudio, lo que lo ubica como uno de los países peores preparados en combatir este aspecto en América Latina; sin embargo, en el terreno de lo concreto, este periodo ha estado caracterizado por diferentes escándalos relacionados con la administración morenista, como es el caso de Manuel Bartlett, director de la CFE y su hijo León, quienes fueron acusados de ocultar información patrimonial y lucrar con empresas fantasma, o el caso de la misma familia del presidente, Pio y Felipa Obrador, acusados de recibir sobornos y lucrar con contratos millonarios. Todos ellos, exonerados.
Estos son sólo algunos ejemplos, no sólo del fracaso en la tarea principal que se propuso el presidente; de por sí incorrecta en el sentido de poner como eje de todos los males a la corrupción en lugar de la desigualdad y la pobreza que azotan cada vez más a nuestro país, sino también, el fracaso en la edificación de un verdadero proyecto que represente al pueblo, sus intereses y verdaderos objetivos históricos.
La guerra interna de Morena representa eso mismo, una mescolanza de diferentes ejes ideológicos que no pueden ponerse de acuerdo y pelean por el poder a la menor provocación; esta falta de un eje ideológico único sólo provoca un guerra en casa que los hace fracasar hasta en los mediocres objetivos presidenciales.