La narrativa que intenta crear la 4T está a la vista de todos, sin embargo, a quien termina afectando más es precisamente a los que pretende “reconocer” con la dichosa escultura.
Adrián Pablo
Bien dicen que no hay nada más bello -después de la verdad- que una buena ficción y en comunicación política, eso es una máxima. La construcción de relatos y realidades es la estrategia favorita de muchos políticos para modificar la opinión pública, posicionar su imagen o atacar a los enemigos. Mientras más sentimental sea el mensaje o la narrativa que se invente, más creíble será para el espectador, por más falta de lógica que esta contenga o que atente contra los mismos intereses de las personas que la escuchan.
La finalidad de esta “narrativa” consiste en presentar una realidad más sencilla, más fácil de asimilar, o simplemente de cambiarla totalmente; por ejemplo, se puede presentar a Manuel Bartlett, actual titular de la Comisión Nacional de Electricidad (CFE) como la historia de un patriota reformado, que “libra la batalla de mayor dimensión de este gobierno”, como lo hace la 4T; o de un político corrupto, con una cantidad inmensa de crímenes (buscado por la DEA, la CIA, el FBI), con desfalcos y contratos millonarios a costa del erario público, ¿cómo cambia la realidad, no?
Sin embargo, el tema de hoy no es acusar al “patriota” Manuel Bartlett, sino, demostrar que la construcción de narrativas y realidades de la 4T es cosa de todos los días. El ejemplo más reciente -aunque no parezca el más claro-, es la noticia publicada por diversos medios de comunicación el pasado 7 de septiembre, acerca de la iniciativa de la jefa de gobierno de la Ciudad de México Claudia Sheinbaum, para reemplazar una estatua de Cristóbal Colón por una de una mujer indígena.
“Sheinbaum quien hizo el anuncio el domingo, el Día de la Mujer Indígena, dijo que el legado del colonizador italiano se ve a través de «dos visiones»: una que es eurocéntrica y otra que reconoce que las civilizaciones existieron en las Américas mucho antes de que Colón llegó (…) se lo debemos a ellos y existimos gracias a ellos, es la historia de nuestro país y nuestra patria” (CNN.com). La noticia, naturalmente, desató un debate en los medios de comunicación y redes sociales con preguntas como: ¿Cristóbal Colón es el responsable de la masacre ocurrida en nuestro continente y por eso debe ser castigado y borrado de la historia? ¿Es realmente este un triunfo y representación de los pueblos indígenas?
Nadie puede ocultar la brutalidad y las cantidades inmensas de sangre con que pagaron los pueblos de nuestro continente la llegada de los conquistadores europeos, sin embargo, nadie en su sano juicio culparía a una sola persona por los intereses de todo un imperio; precisamente la expedición de Colón financiada por los reyes católicos tuvo fuertes intereses económicos, tanto la extracción de materias primas y riqueza, además de la apertura de nuevos mercados, no son más que muestras del capitalismo naciente que llegó con toda su salvajismo a América. Colón, como hombre de su tiempo, jugó un papel determinante, pero que pudo ser representado por alguien más, con los mismos resultados, ya que la constante, es el sistema económico. Sería como si actualmente culpamos a un solo soldado, por las millones de muertes causadas por el imperialismo estadounidense en Medio Oriente.
Sin embargo, la tesis central de la Dra. Sheinbaum para intercambiar la mencionada estatua es cambiar esa “visión eurocéntrica” por la que reconoce a las civilizaciones indígenas anteriores a la llegada de Colón, esa postura, además de estar mal planteada -ya que no hay duda que nuestras raíces vienen precisamente de estas culturas antiguas de América- indicaría, por lo tanto, la existencia de una visión integral de acciones en favor de las comunidades indígenas de nuestro país.
Actualmente, hay 68 pueblos indígenas en nuestro país, de los cuales ni siquiera se sabe a ciencia cierta las condiciones en las que se encuentran, ya que, según datos del Senado de la República publicados en 2019, se estima que la cantidad de Indígenas en pobreza extrema está entre los 17 y 25 millones de personas, otro dato alarmante es la cantidad que se encuentra preso y no puede defenderse debido a que desconocen el español, 8 mil. Uno de los principales problemas es el desconocimiento de la situación
Otros datos que nos dan la realidad del apoyo a este sector por parte de la 4T, precisamente se dio el pasado 8 durante la conmemoración del Día Internacional de la Mujer Indígena por parte de la diputada federal Eufrosina Cruz: “Morena ha destinado el menor presupuesto para pueblos indígenas en 20 años. En esta Administración se retrocedió a la inversión pública de 2004 destinada a los pueblos originarios”
Según los mismos datos, este presupuesto debe abarcar varios programas como lo son “programas productivos con enfoque de género, apoyos alimentarios a las mujeres jefas de familia, el Seguro Popular para la población indígena, los programas de infraestructura básica y los albergues escolares indígenas”, para garantizar así, un apoyo integral y no solo monetario. Vemos, pues, que las condiciones de los pueblos de México, no se van a resolver con una nueva escultura.
La narrativa que intenta crear la 4T está a la vista de todos, sin embargo, a quien termina afectando más es precisamente a los que pretende “reconocer” con la dichosa escultura. Si realmente queremos hacer algo por nuestros pueblos indígenas, dignificarlos y apoyarlos, es necesario una política mejor pensada y enfocada realmente en darles mejores condiciones de vida, respetando al mismo tiempo, sus costumbres y tradiciones. De lo contrario, el discurso demagogo de un proyecto que se dice “de izquierda”, se convierte en una pantomima digna de los peores gobiernos conservadores. De nada sirve el reconocimiento, sin un verdadero respeto.