Llegaremos a un punto en el cual la población esté inmersa en “mundos personales”, lejos de la razón y la ciencia, donde sólo importa nuestro punto de vista, nuestras necesidades, dónde nos esconderemos, fortaleciendo así a la clase en el poder, que nos podrá vender cualquier idea o producto que ella quiera.
Adrián Pablo
Imagínese, querido lector, la existencia de una herramienta que sigue cada uno de sus movimientos, supervisa cada momento de su vida y explota sus datos personales para venderlos al mejor postor, mientras lo vuelve adicto a tal punto que puede pasar hasta siete horas por día en ella… suena como una película de terror ¿cierto? Ahora imagine que esa misma herramienta la tienen casi tres mil millones de personas en sus bolsillos, en sus dispositivos móviles, al alcance de sus hijos, que se ven cada vez más afectados física y emocionalmente. Eso y más es Facebook, aquel que ahora quiere hacer su “propio universo”. Anteriormente, mencionamos que una de las supuestas intenciones que le adjudicaban al anuncio del Metaverso era para ocultar las polémicas por los Facebook Papers ¿por qué han causado tanto revuelo? Todo parte de la ingeniera Frances Haugenm, quien hasta hace unos meses era empleada en dicha compañía, trabajando específicamente en el área de “integridad cívica”, donde poco a poco se dio cuenta de diversas prácticas y políticas controversiales -por decirlo menos-, que demuestran que la red social «elige el beneficio por encima de la seguridad de sus usuarios”, por lo que decidió renunciar y fungir como informante para varios grupos defensores de los derechos humanos y medios de comunicación, quienes iniciaron una investigación exhaustiva.
La investigación -que consta de más de mil páginas-, tiene entre sus puntos más llamativos el poco interés que mantiene esta plataforma por abatir las fake news (información falsa) y la “actividad abusiva” (discursos de odio, violencia, proliferación de grupos extremistas, etc.). Por ejemplo, en Estados Unidos es bien conocida la utilización de Facebook por parte de los grupos de extrema derecha, supremacistas blancos y milicias, donde libremente pueden organizar sus manifestaciones y ataques, como el ocurrido al Capitolio norteamaericano en enero de este año. En países de Medio Oriente libremente se usa como herramienta de comercio y venta de “sirvientas” según la agencia AP, que no es otra cosa que una fachada bastante obvia de tráfico sexual “donde se puede ver fotografías posadas de mujeres africanas y sudasiáticas con edades y precios indicados junto a sus imágenes”. Facebook se excusa en que a su algoritmo o inteligencia artificial le es imposible calificar a la perfección información perjudicial, sin embargo, además de que -según las mismas filtraciones-, sus empleados han denunciado constantemente estos fallos, los filtros y reglas convenientemente se aplican solo para algunos. “Facebook tiene una lista secreta de 5,8 millones de VIP (Very Important Person) a quienes exime de las reglas que impone a los demás. Esos privilegiados son los únicos usuarios de Facebook que pueden escribir, decir o mostrar cualquier cosa” (Red Voltaire, 12 de octubre de 2021).
Por otro lado, hay casos en los que Facebook aplica sus reglas con bastante rigurosidad o donde se convierte en adalid de la libertad y de la justicia, “como en 2010 donde censuró a WikiLeaks, el grupo que revela las prácticas del Pentágono y que, por consiguiente, atenta contra el «Imperio estadounidense»… en 2011 censuró, a pedido de Israel, las cuentas de usuarios que llamaban a un levantamiento en los territorios palestinos… en 2018 censuró a la televisora latinoamericana TeleSUR… en 2020 cerró cuentas vinculadas a las fuerzas armadas de Francia en la República Centroafricana y en Mali porque lo que difundían «no concordaba con lo que quería el Pentágono»” (ídem). Ahora vemos que lo que se publica o no, no tiene que ver con una inteligencia artificial deficiente o un algoritmo completamente objetivo, lo que se publica o no en Facebook, todo depende de quién los emite y de los intereses políticos y económicos que están detrás. Un ejemplo claro de esto son las llamadas “Revoluciones de colores”, donde la información en contra de los “gobiernos autoritarios”, fue difundida masivamente en la plataforma -no importando si era cierta o no- al punto de crear la ilusión de descontento general o de represión a gran escala, lo que provocó que millones de personas creyeran ciegamente en lo que se les presentaba a través de internet y pidieran a gritos “ser salvados” por el imperialismo estadounidense.
¿Por qué Facebook está tan interesado en defender el capitalismo estadounidense? ¿No somos los usuarios sus clientes y por eso debe velar por nuestros intereses? No. Es una idea errónea que la misma plataforma trata de difundir, “Facebook es de ustedes y para ustedes”, pero la verdad parte desde el mismo hecho de que nadie de nosotros paga por entrar a ninguna red social, su verdadero negocio se basa en la venta de publicidad: “Facebookobtiene más del 98.5 % de sus ingresos -más de 55,000 millones de dólares- de vender anuncios que aparecen en nuestras noticias, sobre todo a través de la aplicación móvil” (Internethealthreport.org, abril de 2019). Es decir, nosotros, somos el producto, la información que día a día le damos y que genera una huella digital con la que se nos puede caracterizar a la perfección, y así, sea ponernos anuncios de acuerdo a nuestras “necesidades y forma de ver la vida”. Esta información, se le vende a empresas, políticos o cualquiera que pueda pagar y quiera llegar fácilmente a las mentes de millones de personas alrededor del mundo, ya sea para venderles o cambiarles la percepción de su mismo país.
Si esto no fuera suficiente, la investigación también hace hincapié del daño físico y emocional que en específico Instagram (de su misma propiedad), hace en la población, especialmente a los más jóvenes “la empresa sabe que Instagram afecta de forma negativa a las adolescentes, es más propenso que otras plataformas a aumentar los sentimientos de ansiedad, depresión y dismorfia corporal… el 32% de las chicas adolescentes dijeron que cuando se sentían mal con sus cuerpos, Instagram las hacía sentir peor” (genbeta.com, 26 de octubre de 2021). Según el mismo Facebook también concluyó que entre los adolescentes que declararon tener pensamientos suicidas, el 13 por ciento de los usuarios británicos y el por ciento de los estadounidenses atribuyeron el deseo de suicidarse a Instagram. Todos estos casos -según las mismas filtraciones- han sido denunciados por sus empleados, quienes con justa razón temen lo que se construye por detrás de la feliz fachada que nos quieren vender, mientras se ven forzados a garantizar que más y más gente entre y se quede más y más horas dentro, un círculo vicioso de esfuerzos cada vez más prolongados… al agotamiento y al desgaste.
Frances Haugen, ahora activista y portavoz de la seguridad digital, recorre el mundo difundiendo parte de esta información; el pasado 7 de noviembre frente al Parlamento Europeo hizo hincapié en el “nuevo” metaverso, cuyas declaraciones fueron recogidas por El País: “Me preocupa mucho… el sistema actual favorece la difusión de ideas extremas”, ha subrayado Haugen sobre la forma en que la corporación con sede en California jerarquiza la información y la ofrece a sus usuarios, provocando ese diabólico juego en el que se “anula a la oposición” y uno acaba agitado en una especie de caja de resonancia estanca, metido “en una espiral de ideas que se autoconfirman” (elpais.com, 8 de noviembre). Esto no es nada más que el funcionamiento de la nueva herramienta “Premiere” del capital, que hará lo que sea para obtener ganancias, importando poco los países opositores que tenga que arrasar o los daños mentales y físicos que le provoque al planeta, si a eso le sumamos una nueva característica que nos “sumerja” aún más dentro de ella ¿a dónde podríamos llegar? Llegaremos a un punto en el cual la población esté inmersa en “mundos personales”, lejos de la razón y la ciencia, donde sólo importa nuestro punto de vista, nuestras necesidades, dónde nos esconderemos, fortaleciendo así a la clase en el poder, que nos podrá vender cualquier idea o producto que ella quiera.
Aislados así, poco se podrá hacer por cambiar la situación, si no hay unidad de pensamiento, no hay unidad de acción, por lo que la solución tampoco consiste en dejar atrás la civilización humana e irse a refugiar a un páramo deshabitado lejos de la tecnología. Así como las anteriores herramientas creadas por la burguesía, el pueblo necesita aprender a manejar las redes sociales, aprender a usar internet y si es necesario, aprender las nuevas características que vengan con el metaverso, pero con una intención totalmente diferente. Con la intención de dar a conocer su voz al mundo, una voz informada, que está plenamente consciente de la realidad en la que vive porque la ha estudiado y comprendido, una voz que está harta de la inmensa desigualdad en la que vive el mundo y que está cansada de estar a merced de los intereses de los más poderosos. Sólo así, podremos evitar ese futuro totalmente controlado con el que sueñan Zuckerberg y los suyos.
Puedes leer la primera parte aquí