El desarrollo económico y la inversión social son las que, se sabe, sentaron las bases de la exitosa estrategia China de erradicación de la pobreza.
Vania Sánchez Trujillo
En 2015 la ONU planteó como parte de la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030, la meta de que para entonces queden erradicadas el hambre y la pobreza de la faz de la tierra. Hubo 193 países que ratificaron esta agenda y sus objetivos. Esta meta la alcanzó China en 2020; el resto de países, aunque presume de políticas y programas con ese objetivo, ninguno, por poderoso económica o militarmente que sea, ha logrado una hazaña semejante y parece que aun en 2030 estarán lejos de cumplir la meta de erradicación de la pobreza. China, en cambio logró sacar a casi 100 millones de personas de la pobreza extrema gracias a las reformas y a las políticas económicas y sociales que el gobierno impulsó desde hace un par de décadas.
En México, en particular, según el Coneval, la pobreza entre 2018 y 2020 aumentó y se hizo más dura para quienes la padecen: el número de mexicanos que no podía pagar la canasta básica alimentaria pasó de 8.7 a 10.8 millones. Esto, a pesar de las transferencias del gobierno federal. El problema de la pobreza no cede a pesar de las proclamas de la 4T. Así pues, ¿podemos aprender algo de la experiencia China en el combate a la pobreza?
Las décadas de los ochenta y noventa en China fueron de un vertiginoso proceso de apertura comercial y a la iniciativa privada que aceleró la industrialización y urbanización de la economía y la sociedad de ese país. Este proceso consiguió incrementar la capacidad productiva del país, así como la productividad de los trabajadores chinos. Entre 1980 y el año 2000, el PIB per cápita se multiplicó por cinco y en los siguientes 20 años lo hizo en casi diez veces. En el sector rural, también se instrumentaron reformas en torno a los incentivos económicos de los productores agrícolas, como la eliminación del control de precios, que reactivaron la actividad productiva del sector.
En 1978 había alrededor de 800 millones de habitantes de ese país en pobreza extrema. En los 35 años que siguieron, China logró que 700 millones de personas no la padecieran más. Para el 2012 había 99 millones de pobres en China, 7% de su población. En 2015 el Partido Comunista Chino se planteó la tarea de erradicar esta pobreza para 2020. Y lo logró.
Con el lema de crear una prosperidad moderada para todos, la estrategia China para erradicar la pobreza en las zonas identificadas como deprimidas se basó, primero, en el desarrollo económico: se fomentó la modernización de la estructura económica con base en las ventajas locales, se impulsó la actividad económica mediante el desarrollo del mercado que creció y diversificó elevando el nivel de ingreso de los trabajadores al doble entre 2013 y 2020. Segundo, se crearon las condiciones para garantizar a la población alimentación, vestido, salud y seguridad social (el acceso al servicio médico se universalizó en esas áreas), educación (la tasa de escolaridad es de 99%), vivienda (el 100% de los hogares hoy está conectado a la red eléctrica y 85% cuenta con agua potable en calidad y cantidad suficientes) y medios de comunicación suficientes para su desarrollo (98% de las comunidades está comunicado a la red de fibra óptica y tecnología 4G; 93% de los caminos rurales están pavimentados). Cierto es que todo ello se complementó con programas de transferencias monetarias directas focalizadas. Pero el desarrollo económico y la inversión social son las que, se sabe, sentaron las bases de la exitosa estrategia China de erradicación de la pobreza.
El modelo económico de nuestro país es muy distinto al de China. Sin embargo, la estrategia reseñada muy grosso modo, arroja luz sobre las condiciones que permitirían un verdadero combate de la pobreza. Asimismo, la comparación con la política de la 4T basada en los apoyos directos, nos permite afirmar que en materia de pobreza los resultados serán nefastos para México.