Miles de millones de seres humanos sienten temor en un planeta más inseguro, desigual, violento y brutal, en donde, por añadidura se ha desatado, seguramente alentado por los beneficiarios de ese estado de cosas, una actitud casi generalizada de desconfianza entre las personas, una falta de disposición a unirse con los otros para enfrentar las adversidades
Homero Aguirre Enríquez
Esta semana fue publicado por la ONU un “informe especial” donde se destaca que 6 de cada 10 habitantes del planeta (la inmensa mayoría) ya se sentían inseguros y atemorizados por diversos peligros que percibían en su vida cotidiana antes de la pandemia de Covid-19; es seguro que tal sensación de temor y desamparo se ha incrementado por la pandemia (que ha provocado miedo a morir o perder seres amados, a enfermarse de gravedad, a tener secuelas graves e incapacitantes, a perder el empleo, a que enfermen sus hijos al mandarlos a la escuela, etcétera) y las amenazas de conflictos armados que ahora ocupan la atención mundial, particularmente el que Estados Unidos y la OTAN se empeñan en detonar en Ucrania. Junto con eso, el informe resalta que las personas están más aisladas unas de otras y crece la desconfianza respecto a la gente que los rodea, lo cual tiende a convertir a los seres humanos en islas inexpugnables, refractarios a la solidaridad y al esfuerzo común.
En síntesis, el informe “Las nuevas amenazas para la seguridad humana en el Antropoceno exigen una mayor solidaridad” expone que miles de millones de seres humanos sienten temor en un planeta más inseguro, desigual, violento y brutal, en donde, por añadidura se ha desatado, seguramente alentado por los beneficiarios de ese estado de cosas, una actitud casi generalizada de desconfianza entre las personas, una falta de disposición a unirse con los otros para enfrentar las adversidades; prácticamente un “sálvese quién pueda” se ha apoderado de la consciencia de miles de millones de mujeres y hombres de todos los países en este periodo que la ONU denomina Antropoceno, “para describir la era en la que los seres humanos se han convertido en los principales impulsores del cambio planetario, alterando radicalmente la biosfera”.
Algunas de las razones inmediatas de esa creciente percepción de inseguridad saltan a la vista: el hambre se enseñorea del mundo, pues hay 2,400 millones de personas con “inseguridad alimentaria”, forma eufemística de decir que hombres, mujeres y niños padecen hambre y desnutrición, mismas que aumentaron aceleradamente durante la pandemia y hacen de las vidas humanas un calvario cotidiano. En el otro extremo concentrador de la riqueza tenemos multimillonarios que se embolsan más de un millón de dólares por hora. Han aumentado los conflictos armados: 1,200 millones de personas son afectadas por disputas armadas, tanto por guerras abiertas entre dos o más ejércitos, como por conflictos violentísimos en zonas dominadas por el crimen y la delincuencia (entre ellos, México destaca como uno de los países más violentos y mortales. Remember Zacatecas y Michoacán); el aumento en la temperatura del planeta podría provocar la muerte de por lo menos 49 millones de personas de aquí al fin de siglo; la violencia contra las mujeres y las niñas ha crecido exponencialmente, tanto fuera como dentro del ámbito familiar.
En el 2020, 47,000 mujeres y niñas fueron asesinadas intencionadamente por sus parejas u otros miembros de sus familias; en promedio, una mujer o niña es asesinada cada 11 minutos por su pareja u otro miembro de su familia; “las personas lesbianas, gais, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGBTI) y de otras minorías sexuales se enfrentan a riesgos particulares de sufrir daños en sociedades donde no se tolera la diversidad. En el 87% de 193 países, estas personas no tienen derecho al reconocimiento de su identidad ni a la plena ciudadanía”, dice el citado informe.
El rápido incremento de las tecnologías digitales también ha disparado la ciberdelincuencia en todas sus manifestaciones, desde fraudes hasta abusos sexuales, además ha detonado el aislamiento y los trastornos nerviosos por la adicción que provocan algunos contenidos y la pérdida de otras habilidades del intelecto humano, como la memorización, la imaginación creativa y ha desterrado las conversaciones interpersonales puesto que todos los días hay miles de millones de personas atadas a una pantalla. Para darse una idea del impacto, basta decir que en 2019 se estrenaron 532 series de televisión producidas en Estados Unidos, y 493 en 2020, en plena pandemia.
México no es ajeno a esta dura realidad, sino que pudiera tomarse como ejemplo de esas lacras que asustan y desaniman. La 4T no ha movido ni siquiera mínimamente esa realidad que prometio cambiar. Ahora hay más pobreza y marginación, aunque el presidente diga lo contrario todas las mañanas y saque el pañuelito blanco para anunciar que ya terminó con el neoliberalismo, la corrupción y tiene arrinconada a la pobreza; ahora hay más violencia en general y particularmente contra las mujeres, menores de edad y periodistas (al grado que México ya es uno de los países más peligrosos para ejercer esa profesión). Han aumentado las escenas macabras de asesinados y despedazados en la guerra de los grupos delincuenciales, a tal grado que al final del sexenio habrá una cifra espantosa de 213,150 víctimas de homicidios dolosos, según cálculos de la agencia de marketing TRSearch, cifra sin precedente, superior a la de cada uno de los cinco sexenios anteriores, desde Salinas hasta Peña Nieto. Y si hablamos de la desconfianza hacia otras personas, del aislamiento que eso conlleva y del debilitamiento de la acción colectiva, Andrés Manuel López Obrador se ha encargado cotidianamente de fraccionar al pueblo de México mediante el ataque a las organizaciones y el debilitamiento, mediante la calumnia y el abuso de poder, de cualquier voz que le pueda hacer sombra desde la lucha social, desde la academia, desde el Poder Judicial, desde los organismos electorales o desde el periodismo, lo que indudablemente busca generar un pueblo menos dispuesto a organizarse e inerme ante el poder presidencial.
Al igual que en otras etapas negras de la historia, particularmente las que han hundido a la humanidad en la violencia de la guerra, el despojo y la persecución, esta será superada cuando los pueblos entiendan que son ellos quienes pueden cambiar al mundo y se decidan a sacudirse el miedo y la apatía que los paraliza y los condena a heredar a sus hijos un mundo empobrecido y violento.