La opinión pública de México se enteró que el 12 de abril fueron asesinados, en un paraje cercano a Chilpancingo, la capital del estado de Guerrero, Conrado Hernández y Mercedes Martínez, jóvenes y reconocidos dirigentes antorchistas de esa entidad y el pequeño hijo de ambos, una criatura que aún no cumplía seis años. Estos crímenes han provocado indignación y detonado un movimiento de protesta que irá creciendo y no cesará hasta que las autoridades ministeriales y políticas de Guerrero den con los responsables y los encarcelen de por vida.
Los cuerpos inertes fueron encontrados en el asiento trasero del automóvil compacto que usaba Conrado en su trabajo de dirigente social, vehículo que fue encontrado en un barranco a donde fue empujado sin preocuparse los sicarios de simular de manera creíble un accidente, puesto que el coche no presentaba las huellas de un siniestro de tal magnitud que hubiera provocado la muerte de los ocupantes. Tal parece que a los asesinos les tenía sin cuidado ocultar la brutalidad de los homicidios, convencidos tal vez de que seguirán gozando de impunidad. Les ahorro a los lectores el horror de los detalles forenses respecto a las lesiones que los sicarios les provocaron a las víctimas, pero fue un crimen bestial en el que los adultos perecieron como resultado de golpes en la cabeza y el niño murió asfixiado.
Todos los que usualmente salen del paso esquivando la investigación profunda y el castigo a los culpables de atrocidades como esta, al insinuar, afirmar o filtrar a los medios versiones maliciosas de que las víctimas tenían algún nexo con la delincuencia y que por tal motivo ésta las “ajustició” o les “ajustó cuentas”, no han podido hacerlo en este caso. No hay absolutamente ningún dato que involucre a nuestros compañeros con actividades ilícitas de cualquier tipo y la única explicación posible es que fueron asesinados para frenar su digna militancia política y atemorizar a sus compañeros integrantes de una organización que se ha mantenido erguida y combativa en su lucha contra la pobreza, soportando los ataques y calumnias de los altos mandos y los personeros de la 4T, que en su arribo al poder prometió acabar con la pobreza y la violencia y ha hecho exactamente lo contrario.
Abundan los testimonios de campesinos, amas de casa y modestos trabajadores que viven en la misma colonia donde Conrado vivió, que confirman que el compañero era un activista modesto y ejemplar, al igual que Mercedes, su compañera de vida y de lucha. La visita ministerial a su domicilio confirmó que Conrado vivía en una casa pequeña y sin ningún lujo, al igual que sus vecinos de la colonia popular formada por la lucha social del Movimiento Antorchista en la periferia de Chilpancingo.
También han expresado su reconocimiento a Conrado periodistas y figuras públicas que lo conocieron y sabían de sus actividades de luchador social y su modesto modo de vida. En ese sentido, destaco y agradezco las palabras de Marco Leyva, ex alcalde de Chilpancingo, quien escribió en una red social, refiriéndose a Conrado: “Descubrí su vocación y compromiso social. Su lucha era honesta ideológicamente y la defendía cabalmente. Logramos entendernos y se realizó con su apoyo avances en el camino a Zoyatepec, le ayudé a miembros de su organización con láminas para los techos de su gente y algunos pisos firmes en la lucha contra la pobreza y se avanzó en un centro para biblioteca…. Le decía que declamaría el poema de Neruda “Oda al hombre sencillo” frente a sus compañeros y reía como niño imaginando la escena; yo reía con él. Ayer me enteré que murió con esposa e hijo. No merecía morir así. Le faltaba vivir más, hacer más por los suyos”. Y tras dedicarle “Oda al hombre sencillo”, aquel poema que nunca pudo declamarle frente a sus compañeros, Leyva concluyó su despedida a un hombre admirable: “A mi amigo, a mi querido y respetado adversario Conrado, descansa en paz”.
Nuestra exigencia de castigo para los asesinos ha sido planteada por la vía jurídica que corresponde ante la Fiscalía General del Estado de Guerrero y también se la expusimos, un grupo de integrantes de la Dirección Nacional, al secretario general de Gobierno de Guerrero, Ludwig Marcial Reynoso Nuñez. Las respuestas que recibimos fueron diplomáticas y comedidas, pero evidentemente que eso no basta para hacer justicia pronta y expedita, como lo manda la Constitución, por lo que en los próximos días, de no haber resultados verificables en las pesquisas que lleven a detenciones de los verdaderos culpables, canalizaremos la indignación popular que existe y crece entre miles de mexicanos e iniciaremos movilizaciones multitudinarias exigiendo que se detenga y castigue a los autores de estos crímenes.
Agrego este preocupante hecho. No habían transcurrido ni tres días de los crímenes contra nuestros compañeros, cuando el presidente de la República reanudó sus ataques verbales contra las organizaciones populares y nuevamente se desbordó en calumnias contra el Movimiento Antorchista, al que volvío a acusar, nuevamente sin ninguna prueba de por medio, de haber recibido torrentes de dinero público que fueron de manera directa a los bolsillos de los líderes. López Obrador ya ni siquiera se preocupa de que las cifras de dinero que presuntamente recibimos sean coherentes con sus ataques lanzados previamente. Un mes dice que nos dieron 10 mil millones, al siguiente mes dice que fueron 20 mil, etcétera, etcétera. Su boca es la única medida. Ya le hemos respondido y lo hemos emplazado a demostrar sus calumniosas acusaciones, pero lleva 4 años y medio en el poder, ha lanzado muchas calumnias y no ha presentado ninguna prueba.
Pero la mayor gravedad del asunto ahora consiste en que esas calumnias y denuestos contra el antorchismo se lanzan precisamente cuando sufrimos un ataque directo a la vida de activistas antorchistas y su familia. Desde que el Presidente inició sus ataques mentirosos advertimos que el linchamiento desde la tribuna mañanera puede dar pie a que fanáticos y oportunistas vean el clima propicio para pasar de los ataque verbales a la eliminación física, aunque no sea esa la orden ni la intención presidencial. Por lo tanto, al mismo tiempo que exigimos justicia para nuestros compañeros asesinados en Guerrero y castigo ejemplar para los asesinos, también exigimos, una vez más, que el presidente de la República y otros que lo imitan desde algunas gubernaturas, dejen de atacarnos y calumniarnos sembrando un clima de linchamiento contra personas indefensas.
Creo que el pueblo de México nos dará la razón al no resignarnos a la violencia y la impunidad. Estoy seguro que mucha gente se unirá a nosotros en un torrente humano formado por miles que exigirán justicia, que se detengan los ríos de sangre que están anegando al país y en demanda de frenar los linchamientos verbales desde la tribuna presidencial.